No es puro teatro

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Los actos escolares: mucho más que una puesta en escena.

Por Lorena Verón
lorenaelizabetveron@gmail.com

¿Quién de nosotros no recuerda esa mañana en la escuela donde se mezclan empanadas, escarapelas, pastelitos y candombes? ¿Quién no vuelve a emocionarse una y otra vez al escuchar esa canción patria que repetimos un centenar de veces? ¿Quién no conserva alguna foto caracterizado como soldado o con ropas típicas del Río de la Plata en el 1800? Emociones, colores, sonidos y recuerdos vienen a la mente cuando se piensa en los actos escolares.

Las efemérides tienen una larga tradición en la escena escolar, pero no por ello, dejan de ser cuestionadas y repensadas. Si bien, está extendida la idea de que en la escuela se debe hacer y construir memoria –recuperar las gestas históricas y homenajear a los próceres nacionales– no existen consensos unificados sobre cómo hacerlo o cuál es el sentido de sostener estas prácticas, incluso si vale el esfuerzo hacerlo hoy.

Los actos escolares, si bien siguen vigentes en el calendario escolar, cada vez son más cuestionados en su pertinencia, formatos y sentidos. Por ello, es apropiado repensar las efemérides, revisar –y renovar– los sentidos de lo que pasa en la escuela y su relación con la capacidad de construcción de nuestra memoria colectiva para pensar el pasado común.

¿Existieron siempre?

Una primera y central cuestión a señalar es que ya desde el inicio se plantea una contradicción: el vocablo efemérides viene del griego ephémeris “de un día o “de corta duración”. Tiene el mismo origen que efímero, sin embargo, las efemérides tienen una larguísima tradición tanto fuera como dentro de la escuela. Pero, ¿existieron siempre?

En todos los pueblos antiguos alrededor del mundo podemos rastrear momentos de fiesta, donde se da cuenta de un encuentro para conmemorar un hecho o evento especial. Allí, en esa relación entre generaciones se da un espacio para la transmisión de una herencia. En nuestro territorio, surgieron en 1811 con los festejos de la primera conmemoración de la Revolución de Mayo y durante décadas se desplegaron en espacios públicos de manera espontánea. Las plazas se colmaban de gente, a veces durante días para recordar y festejar como nuestro pueblo sabe hacerlo: con música, comida, juegos y baile.

Las efemérides tuvieron y tienen un lugar importante en la cotidianidad escolar y es relevante repensar su finalidad para distinguir en principio el enseñar del conmemorar.

Hacia 1880 las celebraciones comenzaron a perder ese carácter popular y alegre para formalizarse y volverse cada vez más solemnes, rígidas y protocolares. Comienzan a ser pensadas como un dispositivo eficaz para la construcción de una ciudadanía homogénea, ya que por esos años llegaron miles de inmigrantes con sus propias tradiciones, y para un país que se consideraba nación esta multiplicidad era inaceptable y debía ser reemplazada.

Se configura así un calendario escolar de conmemoraciones propagando determinadas imágenes de nuestro pasado alrededor de personajes heroicos. El propósito era claro: fortalecer la idea de pertenencia y orgullo, desvanecer la diversidad cultural y afianzar la identidad nacional.

Interrogar el pasado desde el presente

Actualmente la inercia de la rutina y la reiteración de significados estáticos han dado lugar a la necesaria discusión por los sentidos de las efemérides y actos escolares.

En tiempos de reconocimiento de las diversidades, existen acuerdos, que se expresan en todos los documentos curriculares, acerca de que la escuela renueve los sentidos de las efemérides escolares para abandonar mandatos caducos y genere instancias para interrogar el pasado desde el presente.

En primer lugar es necesario repensar los actos como territorios cambiantes de resignificación del pasado que convocan a una mirada sobre la historia y son una oportunidad para entrar en ella. Las efemérides tuvieron y tienen un lugar importante en la cotidianidad escolar y es relevante repensar su finalidad para distinguir en principio el enseñar del conmemorar. Porque ambas prácticas implican diferentes tiempos y estrategias, espacios y posibilidades.

El acto escolar es un espacio que compromete a toda la institución y es una invitación casi única al encuentro con la comunidad donde recrear el pasado, pensar la vida en común y compartir una herencia viva. Ese es el puente que debemos construir en la escuela, dando lugar a relatos donde el conflicto está presente y donde hay nombres propios y también desconocidos que fueron invisibilizados durante mucho tiempo para que el acto escolar recupere significatividad y nuevos sentidos.

Los actos escolares son una oportunidad única para el encuentro con la comunidad.

Los actos escolares presentan un gran desafío en estos tiempos, pero también son una gran oportunidad de conectarse con la comunidad, abordar preguntas y problemas complejos y actuales que son cercanos a las sensibilidades de nuestras familias y jóvenes y seguir construyendo lo común. Además son una ocasión privilegiada, principalmente con los jóvenes, para pensar cómo se dirimieron conflictos que aún hoy siguen vigentes, construir memoria y discutir o imaginar el futuro.

Como escuela y comunidad estamos frente a la posibilidad de revisar nuestras prácticas rutinarias, abandonar acciones repetitivas sin sentido y dedicarnos a crear algo diferente con la experiencia de lo transitado hasta aquí y asumiendo que todo acto escolar es también un acto político, cargado de múltiples significados.

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – MAYO 2024

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