Un voto de esperanza

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Elegir el futuro con optimismo.

Por Ricardo Díaz
redaccion@boletinsalesiano.com.ar

En los próximos meses, los argentinos estamos convocados a elegir nuevamente a las autoridades del país, desde el presidente de la república hasta concejales municipales. Pero en algunos, se percibe cierto cansancio por esta “rutina”, que puede comprenderse a la luz de la frustración de las promesas de la democracia. Recordemos el sueño propuesto por el primer presidente de la actual continuidad institucional, Raúl Alfonsín: “Con la democracia no sólo se vota; se come, se educa, se cura…”.

Sin embargo, la actual frustración democrática no puede hacernos perder de vista la trascendencia e importancia del simple y sencillo ritual del sufragio. En efecto, este año se cumplen 40 años del restablecimiento de la vigencia del orden constitucional, tras la última dictadura militar. Descuidar el voto es una falta cívica que no podemos permitirnos, no sólo por las consecuencias relevantes que se desprenden del mismo, sino también por el cuidado del tejido democrático que nos permite expresarnos a través de las elecciones populares.

La conciencia de las dificultades actuales no debe hacernos caer en el desánimo, sino en un empeño por renovar el entusiasmo.

Es que el voto probablemente sea la expresión más sobresaliente de la conciencia democrática de una sociedad. Es un momento muy visible de una vivencia honda, de poner en práctica la tolerancia, de participar activamente en la gran cantidad de instituciones intermedias presentes en nuestra comunidad, de la búsqueda por una mayor inclusión económica de los más rezagados, de optar por un estilo de vida más fraterno y atento a las necesidades de todos.

¿Nos mueve la esperanza?

Ante los problemas acuciantes como la pobreza, la inflación, los salarios debilitados, el endeudamiento o los fuertes antagonismos partidarios, entre otros, parece difícil plantear un horizonte de esperanza. Comúnmente se escucha en diversos medios audiovisuales hablar mal de la esperanza, reduciéndola a una ensoñación optimista que nos quita compromiso con la realidad y los esfuerzos para transformarla. Pero, como creyentes, no podemos dejar de denunciar estas miradas desacertadas y trabajar por un futuro diferente.

La conciencia de las dificultades actuales no debe hacernos caer en el desánimo, sino en un empeño por renovar el entusiasmo. Obviamente, esta renovación de las fuerzas no puede ser fruto de un mero voluntarismo
sino de una apreciación genuina, sincera, y convencida de las potencialidades de bien presentes en la realidad y ya operantes. Seguimos siendo un gran país, generoso en recursos naturales, abierto y hospitalario con “todos los hombres del mundo que quieran habitar en el suelo argentino”, sabemos convivir ejemplarmente entre miembros de diversas religiones, tenemos una tradición de educación, ciencia, cultura, arte y deporte, reconocida y apreciada en muchos países del mundo.

Honrar la memoria

Tenemos reales reservas morales de las que sostenernos ante las actuales dificultades. En otros momentos similares, la salida no se dio encerrándonos en nuestro desánimo, sino impulsándonos hacia un horizonte de más generosidad, amor y mayor compromiso con la libertad, la justicia y la paz.

Sin ir más lejos, nuestro nacimiento como nación no fue fácil. Requirió el compromiso y la gesta de abnegados héroes, como el cruce de los Andes de San Martín, el despliegue de Belgrano, el pensamiento de Moreno, la resistencia de Güemes, la iniciativa de Brown. El compromiso silencioso y generoso del pueblo postergado, pobre y oprimido tras siglos de colonialismo.

Por otra parte, con luces y sombras, a fines del siglo XIX, supimos construir un país territorialmente consolidado, de oportunidades para migrantes, educación, esfuerzo, trabajo e inversión en pos de un futuro mejor. A mediados del siglo XX, y ante las terribles guerras mundiales y las dificultades económicas globales, apareció la iniciativa argentina, buscando una mayor justicia social, el autoabastecimiento energético, la industrialización, la afirmación de nuestra presencia en la Antártida, en el Atlántico Sur, logros diplomáticos en el reclamo por nuestras islas Malvinas y aportes trascendentes en materia jurídica.

La restauración democrática tampoco fue fácil y se hizo historia al juzgar a los responsables de nuestra más feroz dictadura. Quizás con menos brillo, también se hizo historia ante los alzamientos carapintadas, el indulto, el 2×1 a represores o la búsqueda todavía vigente de los hijos de los desaparecidos.

Y en estos últimos años renovamos nuestra sensibilidad hacia las problemáticas nuevas: el medio ambiente, el respeto por los pueblos originarios, las injustas marginaciones de género, y demás.

Los jóvenes tienen derecho a que les transmitamos una visión esperanzada y comprometida con nuestra historia y nuestro presente.

Frente a las actuales dificultades, los jóvenes tienen derecho a que les transmitamos una visión esperanzada y comprometida con nuestra historia y nuestro presente. Más allá del compromiso cívico como votantes, militantes de una fracción partidaria, autoridades electorales, sabemos que el compromiso con la democracia se juega en el día a día. Particularmente, este compromiso oculto y cotidiano con la historia es una oportunidad muy significativa para hacer germinar las semillas de bien ya contenidas en esta bendita tierra compartida.

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – MAYO 2023

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