Cuando la desigualdad apesta

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¿Qué familia vive a costa de la otra o buscando sacar ventaja a través de engaños y apariencias? ¿Quiénes son los parásitos?

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Parásitos
Corea del Sur, 2019
Dirección: Bong Joon-ho

Con el reciente “plus” de ser la primera producción de habla no inglesa en ganar el Oscar a “mejor película” —la francesa El artista, de 2011, era muda—, el cine coreano nos propone un film completo, sin baches, de extrema precisión en cada uno de sus componentes. Difícilmente alguien que vea este drama que fusiona tonos y géneros pueda salir sin haber sido movilizado por tantos estímulos visuales y narrativos.

El director, Bong Joon-ho, nos invita a superar una ingenua y binaria confrontación de clases sociales donde pueda haber buenos y malos, esforzados y vividores, vagos y laburantes. De hecho, ¿quiénes son los parásitos? ¿Qué familia vive a costa de la otra o buscando sacar ventaja a través de engaños y apariencias? Sin dudas, es la contundente desigualdad social la que provoca actitudes parasitarias e incluso violencias inesperadas.

Hay tres elementos a los que vale la pena prestar atención a lo largo del film donde la crítica social no está contenida solamente en el guión sino especialmente en la puesta de arte, la iluminación y los manejos de los espacios.

– Los niveles: toda la narración está organizada en distintos niveles, conectados por escaleras o rampas. En los “altos” de Seúl, la familia rica ostenta una casa que incluye en sí misma diferencias de pisos —hasta desconocidos por sus dueños—. En los barrios bajos, por debajo de los niveles de la calle, de un modo casi simétrico, habita la otra familia protagonista. Arriba, una vivienda que ostenta lujos; abajo un refugio antiaéreo previsto en época de amenaza norcoreana, donde conviven con —como— insectos fumigables. La tormenta es la que pone en evidencia esa chocante desigualdad. El agua es vista como una “bendición” para los de arriba dando lugar a una fiesta familiar; mientras que resulta un desastre apestoso para los de abajo.   

– Los colores: son muy llamativos los tonos verdosos y oscuros cuando se trata de las escenas en los sótanos; contrastan con los ambientes luminosos y con colores cálidos que identifican la mansión de la otra familia protagonista. 

– Los olores: difíciles de representar en el lenguaje cinematográfico juegan un papel clave. El “olor a pobre” (o a transporte público) pasa las líneas que imponen las distancias sociales, incomodando aún más después de la inundación y despertando el desprecio real. 

Finalmente, un visionado de la cinta por parte de educadores invita a subrayar otros aspectos. Por ejemplo, el de la realidad educativa de Corea del Sur. Se pone en evidencia lo injusto de un sistema donde el acceso al dinero condiciona las oportunidades a una formación de calidad. 

El falso instructor de inglés lleva varios años intentando formar parte del selecto 4% de estudiantes que logra ingresar a una de las tres mejores universidades del país. Ello se logra a través de un examen simultáneo en toda la nación, altamente estandarizado y que dura más de ocho horas. Sólo unos pocos pueden pagar tutores particulares que entrenen a sus hijos para esta verdadera competencia.

El multipremiado director se sincera: “No estoy haciendo un documental ni propaganda. No trato de decirte cómo cambiar el mundo o cómo debes actuar cuando algo está mal. Sólo muestro el terrible y explosivo estado de la realidad. Esto, creo, es la belleza del cine.”

 

Por Andrés Wolff redaccion@boletinsalesiano.com.ar
BOLETIN SALESIANO – ABRIL 2020

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