Mirémonos bien de frente, no de costado…

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Vecino by Kevin Johansen + The Nada on Grooveshark

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AUTOR
Kevin Johansen + The Nada
DISCO
Bi (2012)
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Vecino

Enfrente tengo un espejo que da un reflejo
distorsionado que no soy yo,
y vernos sin conocernos, 
reconocernos sin entendernos es nuestra misión.
(parece...)

Me gusta pero me asusta,
me miro un toque y es suficiente pa' no matarme
(qué cobarde)
mejor así, no hay disputas 
sigo mi ruta, siga la suya y a trabajar.

Vecino… reflejo de un espejo distorsionado,
el pasto siempre más verde del otro lado
yo soy aquel que no soy yo.

Enfrente están nuestros puertos,
somos los tuertos de dos comarcas sin rey ni ley.
Y en cuanto a la competencia,
la incompetencia nos representa
¿bien no cree usted?
Sólo por estar enfrente,
no dignifica ni significa estar enfrentado.
(qué salado)
La miopía de nuestro ser,
no nos deja ver que desde el cielo estamos al lado.

Vecino…

Vecino lo abrazo con estos ojos ilusionados,
mirémonos bien de frente no de costado.
Yo soy aquel que no soy yo… que no soy yo.

Y si querés un puente, te lo doy
y si querés un puente, dámelo
y si querés un puente, dámelo 
y si querés un puente te lo doy…

Vecino…

Vecino estrello mi ello, deje el suyo de lado.
Sólo por estar enfrente no hay que enfrentarnos.
Yo soy aquel que no soy yo. ¡Vecino!

A partir de la letra de la canción podríamos reflexionar sobre varios aspectos de las relaciones con “el otro”, el que está al lado. Sin embargo, si nos abandonamos a la escucha y descubrimos sus distintos matices musicales, la riqueza y diversidad de los instrumentos utilizados, también podríamos llegar a varias conclusiones…
Desde esa escucha escribo ahora. Arpegios de milonga pampeana, bien del estilo Zitarrosa o Larralde, nos introducen de alguna manera en nuestra raíz folklórica rioplatense. Unos compases más adelante —cuando ya la lírica presentó la imagen de los “vecinos”—, se agregan arreglos de acordeón y violín que nos dejan un sabor a tango, con lo que esa milonga del comienzo se torna ciudadana. Hacia el final, como si fuera un epílogo, la música nos sumerge en los ritmos del candombe, y quizá también, de la murga urbana.
¿Te parecen diversos géneros musicales, no? Pero en el fondo hay algo que los fusiona. No están enfrentados. Conectan ritmos que tuvieron su origen en la población africana del Río de la Plata, con las formas musicales de las primeras ciudades y también con el ritmo más actual de la urbe. Pura riqueza musical, metáfora de esa “vecindad” bien entendida, que es la que me complementa y no la que me enfrenta —“sólo por estar enfrente no dignifica ni significa estar enfrentado”.
Vecinos… son los que viven al lado de mi casa, o en la otra calle, o en la ciudad o pueblo contiguo, o el país con el que limita aquel donde yo vivo… Todos lugares donde podría estar yo mismo. Y donde el otro podría ser uno mismo. ¿No nos hace eso ponernos en el lugar del otro, sentirnos ligados, tener cierta empatía, lograr una armonía?
Armonía es lo que la música logra cuando cada nota se suma a otras en equilibrio. La misma música, como vimos y escuchamos, habla de vecindades que se entrelazan, se fusionan, dando como resultado ni más ni menos… ¡esto que somos!

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Para reflexionar:
¿Qué me pasa cuando me encuentro con aquel que tiene una mirada diversa de la realidad, que tiene ideas diferentes a las mías, que tiene otros sueños?
¿Tiendo a marcar distancia, a enfrentarme? ¿Marco mi territorio? ¿Tiendo a escuchar, tratar de entender al otro?
¿En momentos de dificultad, nos permitimos ser acompañados por otro?

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