Intocables puede pensarse como una típica película que habla sobre la amistad. Sin embargo, hay algo que la diferencia del resto: lo que viven los personajes no es ficción. Existe un millonario cuadripléjico llamado Phillipe, que se ve forzado a contratar a alguien para que lo asista en su invalidez. Y ese alguien no iba a ser el clásico enfermero que su familia esperaba. El contratado es Driss, un ex convicto que tiene una historia de drogas y marginalidad que no lo hacen un candidato apropiado. Sin embargo, para Phillipe es esa aparente traba lo que lo decide a contratarlo. La relación entre estos dos hombres que proceden de historias y entornos diferentes nos permite reflexionar sobre todas las posibilidades que se habilitan cuando, más allá de lo esperable, un corazón halla en otro el puente y la consiguiente dicha de ser quien cada uno realmente es.
El millonario era siempre visto por los demás como un discapacitado, alguien que más allá de sus deseos era un enfermo que necesitaba del cuidado de otros. Y la gran sorpresa se la lleva con Driss, que en uno de los diálogos y sin la falsa piedad que el resto le tiene, le dice este chiste: “Oiga, Phillipe, ¿sabe lo bueno de trabajar con un cuadripléjico? Que uno siempre lo vuelve a encontrar en el lugar que lo dejó”. Y esto es, principalmente, lo que Driss le aporta a quien “cuida”. No ve en Phillipe a alguien que no puede. Por el contrario, encuentra a una persona que espera a gritos no estar más en el mismo lugar en el que fue dejado. Y para eso va hacer algo muy interesante: lo va a llevar a su territorio. El mundo de Driss está fuera de la frontera de lo seguro. El pseudo enfermero es parte de una Francia multicultural donde la mirada prejuiciosa hacia la inmigración no permite las mismas oportunidades para todos. Es en ese territorio precario donde el millonario puede sentirse libre, y vivir experiencias que lo conectan con esos deseos que ya había sepultado.
Y Phillipe se convierte también en el gran puente de Driss. En el vínculo que han creado, logra que quien lo cuida se rinda sutilmente a sus cuidados. Driss necesita un referente, alguien que pueda ir moldeando eso que él solo no ha podido: “Tu eres mucho más de lo que los demás dicen de ti. Bueno, por lo menos para mí —dice Phillipe— Al menos para mí, que eres mi amigo”. Con estas palabras, Phillipe le restituye la dignidad a su amigo.
Todos miran mal a este negro inmigrante, todos menos Phillipe. Todos ven en Phillipe a un inválido, todos menos Driss.
Es ahí, en ese juego de miradas, donde la película se vuelve una excusa para hablar de la amistad. La mirada que ellos tuvieron fue la de un corazón abierto que sirvió como escudo para confrontar realidades. Sólo desde allí pudieron saltar las barreras que invitaban a cercenar el encuentro. Ya no eran el paralítico y el ex convicto. No. Por la ternura y el cariño que se desprenden de esas miradas, ellos fueron superando sus propios límites y curando sus heridas. Es en este encuentro en donde cada uno se descubrió a sí mismo. Ya no como distintos, sino como hermanos.
Por Zamira Montaldi y Federico Alustiza • zmontaldi@yahoo.com.ar
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Para reflexionar: • ¿Has tenido experiencias de amistad que te han hecho crecer? • En los espacios que recorrés y animás: ¿Con qué ojos miras a los otros? |
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