Esto no puede esperar

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La pandemia ha generado un aumento en los estados de ansiedad, especialmente entre adolescentes y jóvenes. Conocer lo que nos pasa para poder acompañar.

Por Paz Angheben
pachuangh@gmail.com

Agustín se levanta todas las mañanas pensando cuándo va a volver a ver a sus abuelos. Esta noche otra vez no durmió bien, pero igual se prepara para la clase virtual. No prende la pantalla porque no quiere verse, pero presta atención. Cuando la profesora le hace una pregunta se pone nervioso y siente que eso llama la atención de sus compañeros; finalmente decide retirarse de la clase repentinamente. Necesita salir a caminar, percibe que le falta el aire.

Su papá, que lo conoce, le propone salir un rato. Agustín tiene ganas, pero al mismo tiempo piensa: “¿Salir ahora? ¿Para qué exponernos? ¿Y si papá se contagia o si me contagio yo? Mejor me quedo… o no”. Finalmente acepta. En el camino se pierde en sus pensamientos: “¿Cuándo voy a volver a ver a mis amigos? ¿Volveré a la escuela algún día? Tendría que ponerme las pilas… tengo tantas tareas pendientes, ¿y si vuelvo a desaprobar? ¿Y si no puedo con todo?” El papá nota que algo no está bien, le pregunta a Agustín, quien afirma que se siente bien, pero que prefiere volver a su casa. El padre insiste pero Agustín, como tantas otras veces, se irrita…

La pandemia de COVID-19 provocó grandes transformaciones: muchas ya son parte de nuestra vida cotidiana, como algunos cambios en hábitos o rutinas. Por el contrario, otras son cambios más profundos, que se comienzan a percibir con claridad con el paso del tiempo, como aquellos vinculados a los estados de ánimo y la salud mental, tanto de adultos como de jóvenes y adolescentes.

Una situación difícil en un momento clave

Los primeros estudios realizados en tiempos de aislamiento muestran un considerable aumento de los casos de trastornos de ansiedad, depresión, baja autoestima y desánimo; particularmente en adolescentes y jóvenes. La soledad, la inactividad física, la interrupción de actividades habituales, la incertidumbre sobre el futuro, los conflictos domésticos y los episodios de violencia contribuyen a una alteración considerable en el estado de ánimo. Y en el caso de los y las adolescentes, esta situación se agrava más, dado que están atravesando una etapa donde la personalidad y las habilidades para enfrentarse al contexto se encuentran en proceso de construcción.

Una encuesta de Unicef realizada en América Latina y el Caribe en septiembre de 2020 muestra que un 25% de los adolescentes y jóvenes de 13 a 29 años sufrió episodios de ansiedad en los últimos tres meses y un 15% compartió haber vivido episodios de depresión. Al mismo tiempo, según la Organización Mundial de la Salud, la pandemia ha alterado o interrumpido los servicios esenciales de salud mental en el 93% de los países, mientras su demanda se encuentra en franco crecimiento.

De momento a obstáculo

No poder focalizar la atención y concentración. Hacer varias actividades al mismo tiempo sin poder disfrutar ninguna. Preocupación o tristeza excesiva. Abandonar actividades que antes se disfrutaban. Estar más irritables o sentirse “sobrepasados”. Todos atravesamos situaciones de ansiedad de vez en cuando. Se trata de un estado emocional ante determinadas circunstancias que aparecen frente a nosotros como amenazantes o peligrosas. Es una función básica de supervivencia, una alarma que se activa y nos permite dar respuesta a estas situaciones y salir airosos de ellas.

Todos atravesamos situaciones de ansiedad de vez en cuando, el problema es cuando se torna un problema infranqueable.

Tener que rendir un examen, presentarse a una entrevista laboral, cumplir plazos de entrega ajustados o hablar con la persona que nos gusta son situaciones que suelen despertar sentimientos de ansiedad. Es común que este estado se presente acompañado de algunos síntomas corporales como sudor, dolor de panza o de cabeza, garganta seca y temblor, entre otros.

El problema se presenta cuando la ansiedad toma la forma de un obstáculo insoslayable y se convierte en una inhibición imposible de franquear. Allí aparecen sentimientos de temor extremo y preocupaciones que perduran. Por ejemplo, hay personas a las que les resulta imposible hablar en público porque las domina la ansiedad, produciendo inhibición y un detenimiento que conlleva a la angustia y al autorreproche posterior.

“Eso lo vimos en la escuela”

Como en tantas otras ocasiones, la escuela no es un lugar ajeno a esta problemática. Por el contrario, es un lugar habitual donde los niños, niñas y adolescentes pueden presentar síntomas de ansiedad. Allí algunas de las manifestaciones que pueden percibirse son: dificultad para comunicar y expresar las preocupaciones, mostrarse nervioso e impaciente en clase, reiterada preocupación por el rendimiento, excesiva timidez que dificulta participar en clase y socializar con los compañeros, irritarse fácilmente cuando algo no sale como espera o problemas para realizar y completar sus deberes. Todos estos signos pueden presentarse en menor o mayor grado, dependiendo cómo es cada chico y cada chica.

Como educadores, lo primero que podemos hacer es crear en la clase un clima de saludable comunicación, afrontando los conflictos en cuanto surjan, haciendo partícipes a nuestros estudiantes del proceso de toma de decisiones y escuchando con atención sus opiniones. Ayudar a que construyan rutinas y hábitos de estudio donde se consideren tanto los tiempos de estudio como así también los momentos recreativos y de dispersión. Es importante que estas estrategias sean utilizadas de forma generalizada para todo el aula, evitando así hacer sentir diferente a algunos estudiantes.

Saber lo que nos pasa

Pese a enfrentar grandes dificultades, muchos adolescentes y jóvenes han encontrado diferentes formas de hacer frente a los nuevos desafíos y manejar sus emociones: usar la lectura y la escritura como modos de distracción; dibujar o ver series; hacer actividad física; brindar ayuda en centros comunitarios o barriales; establecer hábitos e intentar cumplirlos todos los días; mantenerse en contacto con sus seres queridos vía redes sociales, son algunas de esas estrategias. 

Es destacable además, en este contexto donde la virtualidad es parte de nuestro cotidiano, que el patio salesiano se traslade a las redes sociales. Grupos juveniles utilizan las plataformas digitales para compartir juegos, dinámicas y mantenerse en contacto. De esta manera, las redes sociales se han convertido en espacios reales de socialización y han permitido a algunos jóvenes transitar saludablemente la pandemia.

No poder focalizar la atención, hacer varias actividades al mismo tiempo sin poder disfrutar ninguna o la preocupación excesiva pueden ser síntomas de ansiedad.

Pero no todos tienen las mismas posibilidades para mantener su bienestar físico y emocional. Por esta razón, es muy importante que todos los adultos puedan estar atentos y prontos a detectar tempranamente las situaciones de conflicto emocional en los y las jóvenes y acompañarlos. ¿Cómo? Propiciando momentos para escucharlos, evitando generar más preocupaciones o angustias. Y sobre todo, es importante evitar la trivialización del problema y las descalificaciones para que la persona no se sienta juzgada, ridiculizada o rechazada.

Cuando la situación lo requiera, con el acompañamiento de un profesional de salud mental y el tratamiento adecuado, las personas que sufren de trastornos emocionales pueden interpelar esos patrones de pensamiento ansioso, comprender la causa de su aparición y aprender estrategias para aliviar la aparición e intensidad de sus síntomas de ansiedad y así mejorar su calidad de vida.

Toda la sociedad está atravesando un momento especialmente difícil, y los chicos, adolescentes y jóvenes no son ajenos a eso. Mientras esta situación de estrés se prolonga —¡seguro más de lo que imaginábamos!— poder acompañarnos y ponerle nombre a lo que nos pasa se vuelve más importante que nunca.


Facing it, un ejemplo de ansiedad

En un bar muy concurrido, mientras espera encontrarse con sus padres, Shaun intenta tomar coraje para acercarse a la gente a conversar. Su rostro rápidamente muestra el montón de emociones y sensaciones que lo invaden: comienza a sudar, le tiemblan las manos y mira para todos lados viendo los rostros de los otros que a simple vista parecen ser personas muy felices. 

Shaun lucha valientemente por ocultar estas emociones y unirse a la gente, pero fracasa en sus intentos. Como todo en el bar va de mal en peor, se encuentra confrontado por los recuerdos dolorosos de su niñez y adolescencia que lo hicieron ser quien es. Sus sentimientos, recuerdos y deseos lo abruman y al final de la noche está listo para explotar.

Esta breve historia ocurre en el corto animado Facing it (“Enfrentándolo”) de Sam Gainsborough. Los rostros, creados usando plastilina, se moldean tomando las diversas formas que adquieren las emociones, buscando representar los sentimientos que sus personajes van experimentando: caras que gotean, giran y ondulan, se vuelven piedra o se derriten; enmascaran a los cuerpos que son de personas humanas, contrastando con los sentimientos que se muestran en las caras animadas. Este conjunto de emociones y sensaciones corporales que el personaje experimenta se conoce como ansiedad.

BOLETIN SALESIANO – JUNIO 2021

Esto no puede esperar

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La pandemia ha generado un aumento en los estados de ansiedad, especialmente entre adolescentes y jóvenes. Conocer lo que nos pasa para poder acompañar.

Por Paz Angheben
pachuangh@gmail.com

Agustín se levanta todas las mañanas pensando cuándo va a volver a ver a sus abuelos. Esta noche otra vez no durmió bien, pero igual se prepara para la clase virtual. No prende la pantalla porque no quiere verse, pero presta atención. Cuando la profesora le hace una pregunta se pone nervioso y siente que eso llama la atención de sus compañeros; finalmente decide retirarse de la clase repentinamente. Necesita salir a caminar, percibe que le falta el aire.

Su papá, que lo conoce, le propone salir un rato. Agustín tiene ganas, pero al mismo tiempo piensa: “¿Salir ahora? ¿Para qué exponernos? ¿Y si papá se contagia o si me contagio yo? Mejor me quedo… o no”. Finalmente acepta. En el camino se pierde en sus pensamientos: “¿Cuándo voy a volver a ver a mis amigos? ¿Volveré a la escuela algún día? Tendría que ponerme las pilas… tengo tantas tareas pendientes, ¿y si vuelvo a desaprobar? ¿Y si no puedo con todo?” El papá nota que algo no está bien, le pregunta a Agustín, quien afirma que se siente bien, pero que prefiere volver a su casa. El padre insiste pero Agustín, como tantas otras veces, se irrita…

La pandemia de COVID-19 provocó grandes transformaciones: muchas ya son parte de nuestra vida cotidiana, como algunos cambios en hábitos o rutinas. Por el contrario, otras son cambios más profundos, que se comienzan a percibir con claridad con el paso del tiempo, como aquellos vinculados a los estados de ánimo y la salud mental, tanto de adultos como de jóvenes y adolescentes.

Una situación difícil en un momento clave

Los primeros estudios realizados en tiempos de aislamiento muestran un considerable aumento de los casos de trastornos de ansiedad, depresión, baja autoestima y desánimo; particularmente en adolescentes y jóvenes. La soledad, la inactividad física, la interrupción de actividades habituales, la incertidumbre sobre el futuro, los conflictos domésticos y los episodios de violencia contribuyen a una alteración considerable en el estado de ánimo. Y en el caso de los y las adolescentes, esta situación se agrava más, dado que están atravesando una etapa donde la personalidad y las habilidades para enfrentarse al contexto se encuentran en proceso de construcción.

Una encuesta de Unicef realizada en América Latina y el Caribe en septiembre de 2020 muestra que un 25% de los adolescentes y jóvenes de 13 a 29 años sufrió episodios de ansiedad en los últimos tres meses y un 15% compartió haber vivido episodios de depresión. Al mismo tiempo, según la Organización Mundial de la Salud, la pandemia ha alterado o interrumpido los servicios esenciales de salud mental en el 93% de los países, mientras su demanda se encuentra en franco crecimiento.

De momento a obstáculo

No poder focalizar la atención y concentración. Hacer varias actividades al mismo tiempo sin poder disfrutar ninguna. Preocupación o tristeza excesiva. Abandonar actividades que antes se disfrutaban. Estar más irritables o sentirse “sobrepasados”. Todos atravesamos situaciones de ansiedad de vez en cuando. Se trata de un estado emocional ante determinadas circunstancias que aparecen frente a nosotros como amenazantes o peligrosas. Es una función básica de supervivencia, una alarma que se activa y nos permite dar respuesta a estas situaciones y salir airosos de ellas.

Todos atravesamos situaciones de ansiedad de vez en cuando, el problema es cuando se torna un problema infranqueable.

Tener que rendir un examen, presentarse a una entrevista laboral, cumplir plazos de entrega ajustados o hablar con la persona que nos gusta son situaciones que suelen despertar sentimientos de ansiedad. Es común que este estado se presente acompañado de algunos síntomas corporales como sudor, dolor de panza o de cabeza, garganta seca y temblor, entre otros.

El problema se presenta cuando la ansiedad toma la forma de un obstáculo insoslayable y se convierte en una inhibición imposible de franquear. Allí aparecen sentimientos de temor extremo y preocupaciones que perduran. Por ejemplo, hay personas a las que les resulta imposible hablar en público porque las domina la ansiedad, produciendo inhibición y un detenimiento que conlleva a la angustia y al autorreproche posterior.

“Eso lo vimos en la escuela”

Como en tantas otras ocasiones, la escuela no es un lugar ajeno a esta problemática. Por el contrario, es un lugar habitual donde los niños, niñas y adolescentes pueden presentar síntomas de ansiedad. Allí algunas de las manifestaciones que pueden percibirse son: dificultad para comunicar y expresar las preocupaciones, mostrarse nervioso e impaciente en clase, reiterada preocupación por el rendimiento, excesiva timidez que dificulta participar en clase y socializar con los compañeros, irritarse fácilmente cuando algo no sale como espera o problemas para realizar y completar sus deberes. Todos estos signos pueden presentarse en menor o mayor grado, dependiendo cómo es cada chico y cada chica.

Como educadores, lo primero que podemos hacer es crear en la clase un clima de saludable comunicación, afrontando los conflictos en cuanto surjan, haciendo partícipes a nuestros estudiantes del proceso de toma de decisiones y escuchando con atención sus opiniones. Ayudar a que construyan rutinas y hábitos de estudio donde se consideren tanto los tiempos de estudio como así también los momentos recreativos y de dispersión. Es importante que estas estrategias sean utilizadas de forma generalizada para todo el aula, evitando así hacer sentir diferente a algunos estudiantes.

Saber lo que nos pasa

Pese a enfrentar grandes dificultades, muchos adolescentes y jóvenes han encontrado diferentes formas de hacer frente a los nuevos desafíos y manejar sus emociones: usar la lectura y la escritura como modos de distracción; dibujar o ver series; hacer actividad física; brindar ayuda en centros comunitarios o barriales; establecer hábitos e intentar cumplirlos todos los días; mantenerse en contacto con sus seres queridos vía redes sociales, son algunas de esas estrategias. 

Es destacable además, en este contexto donde la virtualidad es parte de nuestro cotidiano, que el patio salesiano se traslade a las redes sociales. Grupos juveniles utilizan las plataformas digitales para compartir juegos, dinámicas y mantenerse en contacto. De esta manera, las redes sociales se han convertido en espacios reales de socialización y han permitido a algunos jóvenes transitar saludablemente la pandemia.

No poder focalizar la atención, hacer varias actividades al mismo tiempo sin poder disfrutar ninguna o la preocupación excesiva pueden ser síntomas de ansiedad.

Pero no todos tienen las mismas posibilidades para mantener su bienestar físico y emocional. Por esta razón, es muy importante que todos los adultos puedan estar atentos y prontos a detectar tempranamente las situaciones de conflicto emocional en los y las jóvenes y acompañarlos. ¿Cómo? Propiciando momentos para escucharlos, evitando generar más preocupaciones o angustias. Y sobre todo, es importante evitar la trivialización del problema y las descalificaciones para que la persona no se sienta juzgada, ridiculizada o rechazada.

Cuando la situación lo requiera, con el acompañamiento de un profesional de salud mental y el tratamiento adecuado, las personas que sufren de trastornos emocionales pueden interpelar esos patrones de pensamiento ansioso, comprender la causa de su aparición y aprender estrategias para aliviar la aparición e intensidad de sus síntomas de ansiedad y así mejorar su calidad de vida.

Toda la sociedad está atravesando un momento especialmente difícil, y los chicos, adolescentes y jóvenes no son ajenos a eso. Mientras esta situación de estrés se prolonga —¡seguro más de lo que imaginábamos!— poder acompañarnos y ponerle nombre a lo que nos pasa se vuelve más importante que nunca.


Facing it, un ejemplo de ansiedad

En un bar muy concurrido, mientras espera encontrarse con sus padres, Shaun intenta tomar coraje para acercarse a la gente a conversar. Su rostro rápidamente muestra el montón de emociones y sensaciones que lo invaden: comienza a sudar, le tiemblan las manos y mira para todos lados viendo los rostros de los otros que a simple vista parecen ser personas muy felices. 

Shaun lucha valientemente por ocultar estas emociones y unirse a la gente, pero fracasa en sus intentos. Como todo en el bar va de mal en peor, se encuentra confrontado por los recuerdos dolorosos de su niñez y adolescencia que lo hicieron ser quien es. Sus sentimientos, recuerdos y deseos lo abruman y al final de la noche está listo para explotar.

Esta breve historia ocurre en el corto animado Facing it (“Enfrentándolo”) de Sam Gainsborough. Los rostros, creados usando plastilina, se moldean tomando las diversas formas que adquieren las emociones, buscando representar los sentimientos que sus personajes van experimentando: caras que gotean, giran y ondulan, se vuelven piedra o se derriten; enmascaran a los cuerpos que son de personas humanas, contrastando con los sentimientos que se muestran en las caras animadas. Este conjunto de emociones y sensaciones corporales que el personaje experimenta se conoce como ansiedad.

BOLETIN SALESIANO – JUNIO 2021

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