Todo está en juego

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Una charla de chicos y chicas de distintos grupos y lugares sobre un tema en particular.

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Chicos y chicas del nivel secundario de la obra salesiana Santa Isabel de San Isidro, Buenos Aires, compartieron unos mates para hablar sobre los videojuegos. Sus reflexiones dieron origen a la nota que aquí se presenta.

La “play”, el celu, la tablet o la compu: los dispositivos para jugar son varios y los videojuegos también. El FIFA, el Fortnite, o el Grand Theft Auto, entre muchos más, son pasión de chicos, jóvenes y adultos; y a veces motivo de preocupación de familias y educadores. Pero sin dudas los videojuegos forman parte de la rutina cotidiana.

En esta ocasión, un grupo de estudiantes del nivel secundario de la casa salesiana Santa Isabel de la localidad de San Isidro, Buenos Aires, se reunieron con uno de sus profesores para conversar sobre los videojuegos. Las respuestas a esa charla dieron origen al artículo que se presenta a continuación.

¿Qué lugar ocupan los videojuegos en la vida cotidiana?

Las voces son unánimes y tanto chicos como chicas coinciden en señalar que es una de las actividades a la que más tiempo en la semana le dedican. Sin embargo, Andy se apura para aclarar que antes de ponerse a jugar prefiere completar lo que tenga que hacer para el colegio. Manu, por su parte, “confiesa” que muchas veces no puede resistirse a la tentación de jugar, aunque sepa que tiene otras obligaciones por cumplir.

Agus dice que en su caso no es una actividad habitual, al contrario: “No soy de jugar todos los días, juego al FIFA, pero de vez en cuando”. Manu completa que, en su caso, incluso juega en el colegio, sobre todo cuando se aburre. Y explica que cuando juego, sobre todo a la play, el tiempo se me pasa volando, vos sentís que estás jugando diez minutos y en realidad ya pasó una hora”. Mateo, opina lo mismo: para él, el tiempo también parece esfumarse cuando se sienta a jugar, pero en su caso es una actividad limitada a los fines de semana.

Santiago retoma la palabra y completa que, al igual que Manu, él sobre todo juega en el colegio: “En el celular yo juego al Clash Royale todo el día, desde que llego al colegio a las 7:40 hasta que me voy. Afuera casi no juego”. Y cuando explica esto aclara que es “para matar el aburrimiento”.

“A través de los juegos en línea te vinculás con otros compañeros que no conocías tanto”

¿Los juegos en línea hacen que juguemos más tiempo?

Lara es determinante con su respuesta: “Son lo peor, tenés que estar prestando atención todo el tiempo”. Y completa: “A veces hasta te distraés y no te das cuenta, querías mirar la hora en el celu, abrís el juego y te quedás ahí”. Pero no todo es negativo. Varios de los chicos y chicas presentes coinciden en señalar que a través de los juegos en línea fueron vinculándose con otros compañeros que no conocían tanto. Mateo, por ejemplo, señala que a partir de algunos juegos como el Pokemon Go comenzó a entablar un vínculo con compañeros de primer y segundo año: “Nos juntamos más allá del juego, no es solo una cosa y después no nos vemos más”.

¿Qué tipos de juegos les gustan? ¿Por qué les gusta jugar?

Andy comparte que en el último tiempo está jugando más a “los de simulación, juegos en los que simulas ser algo o alguien. Por ejemplo, ahora estoy jugando a uno donde tenés que ser un creador de videojuegos, simular hacer películas y escribir libros”. Santi prefiere los juegos de deportes, y entre ellos el FIFA es su preferido: “En todos los demás soy malo, porque juego, pierdo y me enojo”.

Lara utiliza el mismo criterio para la selección de sus videojuegos: “Yo prefiero el GTA, porque es el único en el que soy más o menos buena”. Sin embargo, en este caso la motivación que comparte es otra. En el GTA —juego donde el protagonista encarna a un ladrón que puede cumplir diferentes misiones o simplemente recorrer la ciudad—, “haces lo que nunca vas a poder hacer en tu vida. Atrae la libertad que podés tener de hacer cosas diferentes todo el tiempo”.

“Mi papá tiene en la biblioteca todo un catálogo, entonces puedo elegir qué juego quiero jugar”.

¿Qué opinan en su casa de los videojuegos?

Machi es claro en su respuesta: A mí me tratan de vago”. Mientras tanto, Mateo comparte que desde que salió la noticia de que un chico había ganado novecientos mil dólares en un torneo de videojuegos, en su casa le dicen: “¡A ver si practicás y ganás…!”. Más allá de la broma, Mateo comenta que en su familia todos juegan: “Yo empecé a los cuatro años a jugar. Mi papá tiene en la biblioteca todo un catálogo, entonces puedo elegir qué juego quiero jugar”.

En el caso de Manu, la realidad es diferente: Mientras yo cumpla con mis obligaciones mi mamá no me dice nada… por eso cuando llego a casa me siento y directamente voy a jugar a los videojuegos”. Y detalla una rutina que a ninguno sorprende: llega a su casa y en la misma consola con la que juega, elige alguna de sus canciones preferidas para escuchar y cantar al tiempo que revisa el celu y se adentra en el mundo virtual de los videojuegos. Todo al mismo tiempo, todo con el mismo nivel de atención.

Lo que ocurre en los juegos, ¿cambia la forma en que somos en la vida real?

“Yo creo que no”, afirma Andy, y Agus coincide con esa respuesta. Lara: Te tiene que pasar algo en la cabeza” para hacer lo mismo en la vida real que en un juego. Y lo ejemplifica explicando que son millones los chicos que juegan, y solamente en algún caso muy aislado ocurre que alguien copie la conducta de un videojuego.

Manu parece no estar tan de acuerdo con esa afirmación y explica que para él los videojuegos te muestras acciones o actitudes que a nadie se le ocurriría hacer por su cuenta, “por ejemplo, robar un auto o pegarle en la cabeza a alguien”. Pero Lara no tarda en responderle: puede ser que te abra la posibilidad de ver otras cosas que capaz antes no veías, pero no pasa solo con los videojuegos, sino también con los libros, las películas, con muchas cosas”. Para ella “tiene que haber un problema más de fondo para que alguien llegue a matar a otro porque lo vio en un juego o en una película”.

Por Matías Imaz • mnimaz@donbosco.org.ar

BOLETÍN SALESIANO – SEPTIEMBRE 2019

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