Para Don Bosco, es una sociedad que tenga en su corazón los valores del Evangelio. Y la educación de los jóvenes es el camino para lograrlo.
Por Luis Timossi, sdb / BOLETIN SALESIANO. ABRIL 2020
¿Es posible una sociedad cristiana? El proyecto del Reino formulado por Isaías 11: “La vaca y la osa serán amigas, sus crías descansarán juntas, y el león y el buey comerán pasto juntos. El niño de pecho jugará junto a la cueva de la cobra, y el niño destetado extenderá su mano sobre la guarida de la víbora”… ¿es sólo un sueño irrealizable, o una profecía?
La “utopía”, término creado por Santo Tomás Moro en el siglo XVI, es un sistema ideal en el que se concibe una sociedad perfecta y justa, donde todo discurre sin conflictos y en armonía; un proyecto, deseo o plan ideal, atrayente y beneficioso para la comunidad, que es muy improbable que suceda o que en el momento de su formulación es irrealizable.
La utopía tiene una función particular: atraer o “empujar” desde el futuro.
Don Bosco, utópico
Cuando estudiaba salesianidad en Ecuador con el querido padre Fernando Peraza, recuerdo muy bien una afirmación suya: “Don Bosco creía en la utopía de formar una sociedad cristiana, dentro de la cual la educación de los jóvenes no es sino el camino más adecuado para llegar a la realización de ese ideal”.
Don Bosco hace la opción por formar agentes de transformación del sistema social y político: los jóvenes.
Eligiendo trabajar por la juventud —especialmente la más pobre y abandonada— justamente definida por él mismo como “la porción más delicada y valiosa de la sociedad”, Don Bosco hace la opción por formar agentes de transformación del sistema social y político, con el fin de construir, con los jóvenes y por medio de ellos, una sociedad que tenga como corazón los valores del Evangelio.
El “honrado ciudadano”
Esta “parte” del binomio del Aguinaldo nos sumerge de lleno en la comprensión del pensamiento humano-espiritual de Don Bosco. Él fue formado —especialmente por Don Cafasso— en el humanismo cristiano de San Francisco de Sales. En esta cosmovisión, el cristiano no es visto como separado, apartado del mundo, sino como uno igual a los demás, insertado en la sociedad.
En el modo “donboscano” de concebir la vida creyente, el cristiano es un ciudadano tanto del cielo como de la tierra, y en cuanto tal asume en serio y activamente la doble y unitaria vocación. Don Bosco compartía en esto la misma convicción de San Agustín: la ciudad terrena tiene sus raíces en el cielo.
La educación del corazón
Don Bosco cree que la verdadera religión es roca sólida de apoyo, principio de motivación y fuente del alma cívica. Por eso educa a los jóvenes a partir del corazón: haciéndoles tomar conciencia y desarrollando en ellos el don de la caridad teologal recibida en el bautismo, que es la misma presencia de Dios en cada uno.
Para Don Bosco, el cristiano es un ciudadano tanto del cielo como de la tierra.
Es un enfoque de la vida que le confiere un dinamismo unificador y de sentido. El amor de Dios inscrito en el corazón, se transforma en el alma de la caridad ciudadana y es el fundamento del respeto, la honestidad, la justicia, el cumplimiento del deber, la posibilidad del diálogo político. La caridad evangélica es la única capaz de sanar el tejido social y suturar la brecha generada por la violencia, pues impulsa a amar hasta a los mismos enemigos.
Don Bosco patriota
La consecuencia de esta fórmula, vivir como “honrados ciudadanos y buenos cristianos”, conduce a concebir siempre al verdadero cristiano como celoso y óptimo ciudadano que antepone a sus propios intereses los intereses de la patria y de sus compatriotas.
En los actos de su canonización, Don Bosco fue reconocido como “el santo más italiano, y el más italiano de los santos”, declaración que, más allá del contexto en el que fue pronunciada, pone en evidencia su compromiso histórico por la construcción de la identidad de su patria, frente y con gobiernos, en su mayoría laicistas y anticatólicos.
El Aguinaldo tiene, entonces, un aspecto que desafía nuestra misión salesiana, más que nunca en los tiempos que vivimos en nuestros países de América: ser capaces de educar a generaciones de jóvenes cualificados para realizar la utopía de la sociedad impregnada de valores cristianos que Don Bosco soñó.
BOLETIN SALESIANO. ABRIL 2020