Acompañar a los jóvenes al estilo de María

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Ir, encontrarse, anunciar, cuidar y partir: cinco claves de la pastoral juvenil que podemos aprender de la visita de María a su prima Isabel. 

En la Biblia varias veces se habla de los jóvenes y de cómo el Señor sale a su encuentro. Usando algunos de estos textos, en la Exhortación apostólica Christus vivit el Papa explica cómo la Iglesia debería actuar en relación a las jóvenes generaciones.

En este mes mariano quisiéramos reflexionar sobre un pasaje del Evangelio cuyos protagonistas son dos niños, Jesús y Juan, y dos mujeres, sus madres. ¿Qué puede decir este hecho a quienes trabajan en pastoral con jóvenes? Sintéticamente, que el encuentro con los jóvenes se renueva en la Iglesia, como entre María e Isabel, en cinco etapas: ir, encontrar, anunciar, cuidar y partir.

Ir hacia los jóvenes

El viaje a María la lleva lejos de su casa. Siguiendo el ejemplo de nuestra Señora de la prontitud –dice el Papa en Evangelii gaudium– la Iglesia parte sin demora para encontrar al otro. Como parte de ella, también la pastoral juvenil sale al encuentro de los jóvenes, con creatividad y flexibilidad.

La frase una “Iglesia en salida” puede tener connotaciones diferentes. Ante todo, salir significa ir hacia las periferias. es decir acercarse al ámbito rural, al mundo del trabajo, a las barriadas, a las comunidades de inmigrantes. Y también salir significa ir hacia los nuevos ámbitos socioculturales: las redes sociales, el mundo de la música y del arte juvenil. Pero salir significa además dirigirse a quienes son indiferentes, están tristes o aislados, o que han perdido la orientación. 

Salir, en fin, es ir hacia los márgenes de la Iglesia, es decir, hacia aquellos jóvenes que forman parte de la comunidad pero que, con respecto a muchos dinamismos y decisiones, son como extraños, no conocidos o reconocidos, o tienen un rol meramente pasivo.

Para entablar un diálogo

El saludo de María se encuentra al centro del relato de la visitación. María va hacia Isabel y una vez que se encuentra con ella, toma la iniciativa e inicia un diálogo, para después hacer silencio y dejar espacio a la escucha.

Podríamos decir que una Iglesia que quiere realizar su misión con los jóvenes no solo sale al encuentro de ellos, sino que cuando los encuentra, se hace coloquio. No es verborrágica, pero tampoco muda, ella dialoga con los jóvenes para ayudarlos a reconocer lo que están viviendo, interpretar esos sucesos a la luz de la Palabra que les anuncia y elegir el camino del discipulado misionero.

Es urgente recuperar en pastoral la importancia del anuncio del Señor

Compartiendo la alegría del anuncio

La caridad de María no se limita a hacer algo por Isabel, sino que le ofrece a Jesús. Éste es el objetivo más genuino de todo camino pastoral: dar a los demás el Evangelio. Comunicar y dar a Jesús llena de alegría el corazón de quien anuncia y de quien recibe.

Una pastoral en salida y que sabe dialogar con empatía, -de acuerdo a lo que señala Francisco- son condiciones indispensables para que el anuncio del Evangelio llegue verdaderamente al corazón de modo incisivo y fecundo. Por ello es urgente recuperar en pastoral la importancia del anuncio del Señor, sintiendo “en el corazón el mismo impulso irresistible que movía a san Pablo cuando decía: ‘¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!’”-ChV 176-.

En un ambiente intergeneracional

Isabel es una anciana y María una muchacha desconocida. Sin embargo, inspiradas por Dios, las palabras de su Isabel encienden en María un cántico de alabanza . Son las palabras de una mujer “de edad avanzada” las que avivan el canto de una mujer joven. Si María alaba el amor que Dios “extiende de generación en generación”, esto se debe, más allá de su propia experiencia, a su capacidad de acoger esa sabiduría de la vida que “se comunica de generación en generación” -ChV 190-.

De esto se deduce la necesidad de rehacer en pastoral la alianza entre los jóvenes, los adultos y los ancianos, pensando el modo de restablecer una relación positiva entre las edades, sin descartar la experiencia de los mayores, ni mortificar la condición de los jóvenes. A la Iglesia nunca le servirá una pastoral juvenil ensimismada o aislada.

Estar, acompañar, cuidar, no significa “privatizar” al otro.

Sabiendo partir y dejando andar 

María encuentra a Isabel y permanece con ella unos tres meses para ofrecerle la cercanía afectuosa y la ayuda concreta. Pero terminado su servicio, ella regresa a su casa.

En pastoral, este momento enseña un modo particular de estar cerca de los jóvenes: el modo de quien se hace cercano, cuida del otro, se gasta por el otro, pero es consciente de que el dinamismo de la vida lleva no a permanecer, sino a partir.

Estar, acompañar, cuidar, no significa “privatizar” al otro. Saber dejar espacios, saber cuándo partir, y saber también dejar ir, tiene el valor de evitar dependencias. Y también nos puede ayudar a recordar que lo importante es ser útiles pero no necesarios, insustituibles, pero no indispensables.

Por Gustavo Cavagnari, sdb

BOLETÍN SALESIANO ABRIL 2020

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