“Se un constructor del futuro y no un heredero del pasado”

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Te propongo hacer un ejercicio: que pienses rápidamente qué fue lo más importante que sucedió en este verano. Después buscá a cualquier animador que haya acompañado un oratorio de verano, o a alguien de los grupos misioneros, y hacé la misma pregunta. Seguramente la experiencia de un compromiso concreto va a influir en la respuesta que demos y escuchemos.

La información que procesamos tiene al menos dos orígenes: las propias experiencias, o las que otras personas están interesadas en que sean significativas para nosotros. Así nos va sucediendo que los temas que hablamos muchas veces en nuestras casas, en nuestras mesas e incluso en nuestras celebraciones, no son realmente los que necesitamos hablar, sino la repetición de lo quieren que pensemos. Como se dice hoy en día, “nos manejan la agenda”.

Por ejemplo, y retomando lo que escribí en los meses de octubre y noviembre en el Boletín, las muertes de Melina Romero y de Luciano Arruga siguen sin ser un motivo de nuestra indignación como sociedad. Tampoco tantas muertes que desnudan la impunidad y la obscenidad del trato que la Justicia da a los más pobres.

Te propongo un ejercicio más: que entres a la página web de La garganta poderosa —www.lapoderosa.org.ar— y te preguntes por qué la muerte de Kevin Molina sigue impune; que leas la nota en la agencia de noticias de Pelota de trapo sobre Cinthia Ayala Villalba —www.pelotadetrapo.org.ar— y te preguntes por qué esta nota no ocupó durante semanas los titulares de los grandes medios, y finalmente que te preguntes por qué la muerte de Ismael Sosa no ocupa los horarios centrales de la televisión. En nuestra sociedad hay vidas que valen, y otras que parecen no valer nada.

Para quienes intentamos vivir el Evangelio desde el carisma de Don Bosco, hacernos estas preguntas y ponernos al servicio de los jóvenes más pobres y abandonados es una manera de celebrar el Bicentenario, siendo críticos de quienes “no dejan que la justicia alcance a los pobres y violan el derecho de los necesitados” (Is 10,2).

 

Por Pablo Rozen

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