Saber y hacer

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Experiencias de servicio y campamentos de trabajo. Poner lo que se aprende al servicio de los demás

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“¿Para qué me sirve esto que estoy aprendiendo? ¿Cuándo voy a usar está fórmula? ¿Por qué no hablamos de algo más actual y no de lo que pasó hace doscientos años?”. Algunas de estas preguntas y otras similares se repiten todos los años en muchas instituciones. Incluso en los distintos niveles, la inquietud por el sentido de lo que se aprende puede resultar recurrente en una sala de docentes o en una reunión de padres. Una posible respuesta pasa por acercar lo que se aprende en la escuela a una realidad cada vez más demandante, buscando colaborar en la solución de las necesidades de la comunidad.

Desde los contenidos

Desde hace algunos años, en distintas instituciones educativas maestros, profesores y directivos vienen desarrollando experiencias de servicio o campamentos de trabajo. Como señala con sencillez el licenciado Gerardo Bridi, miembro de CLAySS —Centro Latinoamericano de Aprendizaje y Servicio Solidario—, “este tipo de propuestas consisten en poner lo que se aprende al servicio de los demás, para dar respuesta junto con una comunidad a una necesidad puntual y concreta. No se trata de trabajar ‘para’ una comunidad sino ‘con’ ella. Tampoco se trata de una propuesta asistencialista, que puede ser muy válida, pero que no resuelve el problema de fondo”.

Cualquier propuesta de este tipo debe contar con tres características fundamentales: en primer lugar, una articulación sostenida y fundamentada con los contenidos curriculares; en segundo término, los estudiantes deben constituirse como protagonistas activos en la propuesta; y finalmente, tanto docentes como alumnos deben tener muy presente que el trabajo que se desarrollará será ‘con’ una comunidad y no ‘para’ ella.

“No se trata de trabajar para una comunidad, sino con ella”

De acuerdo a lo que se señala desde CLAYSS, una cuarta consigna al planificar y desarrollar este tipo de actividades es tener en claro que la escuela no puede ni debe resolver todos los problemas de una comunidad. Este aspecto resulta fundamental para entender la necesidad de trabajar con otros. “El modelo de escuela que trabaja y se reconoce en clave de solidaridad es la escuela que se sabe parte de una red, trabajando articuladamente con otras instituciones. Ni aislada ni en el centro”, explica Bridi.

Desde el Evangelio

El padre Daniel García, salesiano referente de Pastoral juvenil para América, manifiesta que “las experiencias de servicio no son mera filantropía o asistencialismo, sino prácticas de caridad concreta”. Se trata de un amor desinteresado que surge por el simple deseo de darse a los demás sin pretender nada a cambio.

Las experiencias de servicio son oportunidades concretas de misión y encuentro con Dios.

La diferencia entre la solidaridad y la caridad cristiana —explica García— es que en esta última veo a Jesús, lo hago por humanidad pero también porque veo en el otro el rostro de Dios. Es actuar en coherencia con lo que expresa el Evangelio de Mateo: ‘Tuve hambre y ustedes me dieron de comer; tuve sed y me dieron de beber; estaba de paso y me alojaron; desnudo y me vistieron; enfermo y me visitaron; preso y me vinieron a visitar’”.

Desde el carisma salesiano

Entendidas desde esta perspectiva, las experiencias de servicio y campamentos de trabajo no son solamente instancias de aprendizaje sino también oportunidades concretas de misión. Al respecto, afirma con contundencia el padre Daniel García, “debemos recordar que la misión no es una opción dentro de nuestro carisma, sino que es al que lo constituye”.

Para los jóvenes —y para todos— resulta mucho más creíble el testimonio de fe de los adultos cuando lo expresan con sus acciones. Así se logrará que los jóvenes crean, y al hacerlo será posible invitarlos para que ellos mismos puedan comunicar esperanza a los otros. En síntesis, los adultos tenemos que hacer visible nuestra fe invitándolos a vivirla. Las experiencias de servicio o campamentos de trabajo puede resultar un buen punto de partida.

Del error también se aprende

Juan Espinosa es director general del colegio San José Obrero de la ciudad de Neuquén, donde este tipo de experiencias se viene desarrollando desde hace más de una década. En el marco del encuentro de referentes de experiencias de servicio y campamentos de trabajo de la inspectoría Argentina Sur, realizado a mediados de mayo en Stefenelli, Río Negro, compartió este testimonio:

“El proyecto surgió hace ya varios años, allá por 1995, cuando un grupo de jóvenes nos desafió con una pregunta: ‘¿Cómo saben ustedes que somos honrados ciudadanos?’.

Ese año comenzamos a trabajar en Colipilli —un pequeño paraje ubicado a casi cuatrocientos kilómetros de la capital provincial—. Le preguntamos al salesiano que visitaba esa comunidad y nos dijo que podíamos hacer algún proyecto que tenga que ver con el aprovechamiento del agua.

Después de muchas idas y vueltas, esa primera experiencia resultó muy difícil, sobre todo porque se pensó la solución al problema sólo desde el colegio, sin tener en cuenta a la comunidad con la que se iba a trabajar. Hubiera sido un fracaso si no fuera porque nos ayudó a entender que para que la experiencia de servicio fuera significativa debía vincular a nuestros jóvenes con los de la zona rural. Y así se ha venido haciendo desde aquellos años.

Hoy el diseño curricular de la escuela se ha modificado en función de los proyectos de aprendizaje en servicio. Incluso muchos de los que participaron inicialmente como alumnos hoy son docentes de la casa. Estos proyectos nos han acercado a otros actores sociales. Incluso los hemos expuesto en Chile y en Alemania. Y actualmente estamos vinculados con la carrera de licenciatura en Educación de la Universidad Nacional del Comahue”.

 

Por Ezequiel Herrero

BOLETIN SALESIANO – JULIO 2018

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