¡Feliz Navidad para todos ustedes, amigos del Boletín Salesiano!
Cuando les escribo he regresado, hace pocas horas, de mi vista al Nepal y a la provincia salesiana de Shilong, en el bellísimo nordeste de la India. Allí me he encontrado con mis hermanos salesianos y laicos, con miembros de la Familia Salesiana, con las Hijas de María Auxiliadora y con las Misioneras de María Auxilio de los Cristianos. Nuestras hermanas en Agartala, India, prestan su servicio en un centro para niños, niñas, adolescentes y jóvenes “con habilidades diferentes”.
Cautivaron totalmente mi atención cuando en la Eucaristía de aquel día estaban en los primeros bancos de la Iglesia unos cuarenta y cinco de chicos y chicas sordomudos, y cantaban todas las canciones con los términos propios de su lengua de señas, siguiendo a la hermana que frente a ellos les iba diciendo la letra de las canciones con señas.
Me conmovía ver cómo cantaban con sus signos, su atención y concentración, sus expresiones de felicidad. Y oré con fe. Oré con ellos y por ellos.
A la mañana siguiente pudimos visitarlos en su casa, el centro de rehabilitación “Monseñor Ferrando”. Allí asisten a ciento cincuenta chicos y chicas de la región de Tripura. De entre todos ellos, unos sesenta y dos viven en la casa con las hermanas.
En la visita nos ofrecieron la tradicional danza hojagiri. Fue impresionante verles a todos bailar y danzar al ritmo de una música que ellos no “oyen” como nosotros, pero sí escuchan muy bien con su sensibilidad. Otra joven gimnasta nos sorprendió con su alto nivel. Y lo más hermoso: su sensibilidad, su alegría, su sonrisa, sus expresiones de agradecimiento en lengua de señas, su oración por nosotros.
Y pensaba en esos pequeños milagros que se producen. Estos chicos se capacitan. Están felices. Se preparan para la vida. Varios de sus compañeros que les precedieron han terminado sus estudios en la universidad.
En todo momento sentía en aquella casa la presencia del Señor, la fraternidad de las hermanas que se vuelve donación y servicio. La alegría de esos niños, niñas y adolescentes agradecidos al Señor y a lo que están recibiendo en la vida. Y yo contemplaba, observaba y agradecía en lo profundo de mi corazón.
Y es que una vez más he podido constatar, como antes en Nepal, o en Siliguri, que Dios sigue escribiendo hermosas historias de vida en las que Él nace en tantos corazones.
Aprendí algunas señas en esas horas. Lo suficiente para saludarlos, para decirles que me había gustado, para darles las gracias. Sentía que debíamos agradecer al Señor por el gran don de Don Bosco y de su Familia Salesiana, porque en ella todos sumamos, aunque sea un poquito.
Con esta página quiero hacer visible ante ustedes, queridos amigos y amigas, esos pequeños, aunque grandes, “milagros” educativos y de Salvación.
Por eso, en esta Navidad proclamo de nuevo que el Señor se hace presente entre todos nosotros —seamos conscientes o no—, y se hace Vida ante todo entre los más humildes y sencillos, como los niños y niñas de Agartala.
Con señas, prometí a estos niños y niñas que rezaría por ellos y pediría a otras personas hacerlo. Y lo agradecían: su mirada lo decía todo y su sonrisa llegaba muy adentro.
Es Navidad, amigos. Es tiempo de Salvación, hoy y siempre, pero que evocamos y hacemos vida de modo especial en este momento. Junto a los niños y niñas de Agartala deseémonos una Feliz Navidad, feliz nacimiento del niño Dios, Amor para todos nosotros.
Con afecto, ¡Feliz Navidad!
Don Ángel Fernández Artime, sdb