Tiempos para comprender

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La Virgen en los sueños de Don Bosco.

Por Roberto Monarca
redaccion@boletinsalesiano.com.ar

“A su tiempo todo lo comprenderás”, es la frase que Don Bosco pone en labios de María, como cierre del sueño de los 9 años, en el que vislumbra su misión y su futuro. En ese sueño, Juanito le plantea que le hable claro porque no entiende. María le pone la mano sobre la cabeza en señal de acompañamiento y de entender su angustia. “A su tiempo todo lo comprenderás”. ¿Cuáles fueron algunos de esos tiempos? ¿Cómo se dieron esas presencias que lo ayudaron a comprender? ¿Cómo se siguió dando ese sueño de los 9 años?

“Yo estaré contigo”

Una primera repetición del sueño la tiene Juan Bosco a los 16 años, en 1831. Para continuar con sus estudios se muda a Chieri, donde debe trabajar para pagar su comida, alojamiento y materiales de estudio. En algún
momento se lo ve angustiado, pero al cabo de unos días, se lo nota más sereno y alegre. Lucía Turco, mamá de uno de sus compañeros, le pregunta a qué se debe el cambio. Él le responde que había tenido un sueño dónde había visto llegar a una gran Señora que guiaba un rebaño, y llamándole por su nombre le dijo: ‘Mira, Juanito: todo este rebaño te lo entrego a tus cuidados’. ‘¿Y cómo me las arreglaré?’. La Señora le respondió: ‘No tengas miedo, yo estaré contigo’”.

«No tengas miedo, yo estaré contigo» le dice la Virgen a Juan.

María sigue presente, lo llama por su nombre, significado de la personalización de la tarea. Juan duda, no sabe cómo hacer, expresión también de las dudas existenciales que estaba atravesando al haberse tenido que ir de la seguridad de su casa. Y la promesa de María: “Yo estaré contigo”.

“Yo no soy capaz”

Estamos en 1834. Juan, con 19 años, está terminando sus estudios secundarios, y debe decidir cómo continuar. Un primer camino es ingresar en la orden de los franciscanos, para dedicarse al estudio y la oración. Pero tiene un nuevo sueño. “Se me apareció un majestuoso personaje, que guiaba a un grupo de jóvenes y me dijo que comience a enseñarles. ‘Yo no soy capaz’, le respondí. Pero este personaje me reclamó fuertemente que comience a realizar lo que se me pedía… y accedí a ello”.

Ante los titubeos de Juan de buscar otros caminos diferentes a los presentados en el sueño, el personaje le insiste fuertemente que siga lo que le había indicado. Es también otra forma de animación y de presencia: recordar e insistir en continuar en el sendero soñado, ante los temores cuando no se ve con claridad cómo seguir. Y Juan desiste de ir con los franciscanos e ingresa en la sede de Chieri del Seminario Diocesano de Turín.

“Entendete con ella”

Estamos ya en 1836. Juan tiene 21 años. Está en la mitad de sus estudios sacerdotales, y cuando le preguntan qué hará luego, responde: “No voy a ser párroco. Quisiera reunir a los muchachos pobres, para ayudarlos e instruirlos”.

Les cuenta que hace poco tuvo un sueño similar al de cuando era niño. Unos chicos estaban jugando e insultándose en el campo, les pidió se que calmaran, pero al no hacerlo los golpeó para que callaran. Y ellos le respondieron con golpes. Se quiso escapar, pero apareció un personaje majestuoso que le pidió volver a los chicos para persuadirlos a que cambien. Juan se resistía, creía que le iba a ir peor. Pero el personaje le presentó a una Señora y le dijo: “Ésta es mi madre. Entendete con ella”. La Señora lo miró con bondad y le dijo «Si querés ganarte a estos chicos, no hay que enfrentarlos con golpes, sino con dulzura y persuasión.

Juan quiere huir, pero entre el personaje y la Señora, le animan a que, sin desconocer los golpes recibidos, continúe no sólo con la tarea, sino con la forma de realizarla, y que debe “entenderse con ella”.

“De aquí saldrá mi gloria”

1844. Juan, con 29 años, ya es sacerdote, trabaja con la Marquesa Barolo y continúa con los chicos en el Oratorio, pero en forma ambulante. Al no tener lugar fijo, no todo es seguro. Y eso lo tenía preocupado.

Una noche soñó que estaba en medio de una multitud de animales. Iba a huir, pero apareció una Señora, vestida como pastora, y le indicó que se ponga frente a ese rebaño y siguiera andando. Recorrieron varios lugares, hicieron tres estaciones y, en cada parada, los animales –cuyo número aumentaba– se iban convirtiendo en corderos. En la tercera parada, podían convivir sin dañarse mutuamente.

Juan, agotado, quiso sentarse a descansar. Pero la pastora le indicó que siguiera andando. Así llegaron a otro lugar, y se encontraron con una Iglesia, patio, galerías. Algunos de los animales se habían convertido en pastores, y se quedaban a ayudar. En el frente de la Iglesia, había grabada una frase ‘Ésta es mi casa. De aquí saldrá mi gloria’. Le preguntó a la Pastora qué significaba. “Todo lo comprenderás cuando con los ojos materiales veas realizado lo que ahora contemplas con los ojos del entendimiento”.

Juan sabe en su corazón lo que quiere realizar, pero la incertidumbre de lugar, medios y personas hace que dude, y quiera huir. Aquí, la Señora-Pastora, además de seguir presente, los acompaña y anima a seguir andando. Los
animales mejoran y se van convirtiendo en pastores. Al año siguiente, 1845, con 30 años, tendrá dos sueños muy similares.

En 1846 deja la seguridad de su trabajo junto con la Marquesa Barolo para dedicarse enteramente a los Oratorios. Luego de unos meses de extrema incertidumbre, se establece en Valdocco, alquilando –sin tener un ingreso fijo
que le dé seguridad para ello– un salón semienterrado de la casa del señor Pinardi, casa que está situada en la zona que la Virgen le había indicado en el sueño de dos años atrás dónde encontrar una iglesia y locales para alojar a los chicos, y llevar adelante el sueño. Ya sus ojos materiales van comprendiendo un poquito más claro.

    BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – MAYO 2024

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