Jugar al aire libre ya es casi una excepción

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A sus 9 años, Manu no sabe andar en bicicleta y tampoco le interesa aprender. Además, “la mayoría no sabe”, dice en referencia a sus amigos y compañeros de grado. “No es que no tenga una, es complicado usarla”, aclara, Mariela Charlo, su mamá, al explicar que viven en un barrio donde hay mucho tránsito, que durante la semana no les queda demasiado tiempo para ir a la plaza y que prefiere que su hijo juegue adentro por una cuestión de seguridad.

Las complicaciones que menciona Mariela resumen en gran medida el motivo por el cual un alto porcentaje de los chicos de la edad de Manu hoy no sólo no anda en bicicleta, sino que tampoco patina, juega a la escondida ni suele practicar otros juegos al aire libre que eran la rutina cotidiana de la infancia hasta hace unos años. Así lo muestra un nuevo estudio de la Universidad Católica Argentina que indaga sobre el creciente sedentarismo de los niños en los centros urbanos del país.

El trabajo, realizado por investigadores del Barómetro de la Deuda Social de la Infancia con apoyo de la Fundación Arcor, señala que un “15% de los niños de entre 5 y 12 años no suele jugar al aire libre y un 30% lo hace menos de 40 minutos diarios en promedio, mientras que lo recomendable es una hora al día”. Y destaca que aquellos que “tienen espacios públicos más satisfactorios y seguros tienden a jugar más tiempo al aire libre en promedio” que los demás.

Con un enfoque puesto en las desigualdades sociales, la investigación advierte que “las ciudades en Argentina presentan en general insuficientes espacios públicos para facilitar el juego activo de las infancias y adolescencias”. Y en este sentido observa que el “30% de los chicos de nuestro país vive en barrios con condiciones deficitarias en el medio ambiente (contaminación, basurales, plagas), un 23% de vive en barrios inseguros y otro 14% no tiene cerca de su casa plazas, parques ni centros recreativos”; situaciones deficitarias que tienden a ser mayores entre los chicos de familias más pobres. ¿Pero es la falta de entornos adecuados la principal razón?

Otras formas de jugar

Cada tarde, cuando vuelve de la escuela de doble turno a la que asiste, “lo único que quiere Gero (8) es jugar al Minecraft” (un juego didáctico de computadora acorde con su edad), cuenta Julieta, su mamá. Aunque ella prefería que jugara con otras cosas como “los rastris, los playmobil” o las decenas de autos y muñecos que abarrotan su habitación, deja que su hijo haga en su tiempo libre aquello que más disfruta ya que “se pasa el día en el colegio y le va bien”.

Como observan distintos estudios realizados por la Sociedad Argentina de Pediatría y Unicef, los chicos de las nuevas generaciones tienen cada vez menos tiempo libre y lo usan cada vez menos para “jugar” en el sentido en que lo entienden sus padres y abuelos. Y que es que, según advierten sociólogos y pedagogos, el concepto de lo que se entiende por jugar ha venido transformándose tanto de la mano de nuevas tecnologías que hoy resulta mucho más abarcativo y diverso de lo que era hace apenas unas décadas atrás.

Hoy, para gran parte de los chicos, jugar es jugar con la computadora o con la Play. “Hay una redefinición de lo que significa jugar y nuevas formas de hacerlo; sobre todo se ve un cambio hacia un juego poco colaborativo y más competitivo”, entiende la doctora en Ciencias Sociales Carolina Duek, investigadora del CONICET y autora del libro “Juegos, Juguetes y nuevas tecnologías”.

En la plaza, mientras acompaña a su hija que salta sobre un inflable envuelta en un arnés, el papá de Sol (8) reconoce bien esa realidad. El hecho de que hoy los chicos jueguen menos al aire libre “no pasa por la inseguridad o porque los padres trabajen más tiempo –dice-; ellos tienen un montón de otros juegos que nosotros no teníamos; la oferta de entretenimientos que tienen ellos ahora es mucho mayor a la que teníamos nosotros a su edad”.

“Los chicos de ahora tienen un montón de cosas para entretenerse sin salir. Nosotros no teníamos ni compu, ni jueguitos, y los dibujitos en la tele estaban sólo en un horario y no había tampoco mucho para elegir”, coincide en señalar Viviana, la mamá de Pilar (7), marcando otro fenómeno que también incidiría en que los chicos de hoy jueguen poco al aire libre: la “pedagogización de la oferta televisiva”. Como muchos canales ofrecen contenidos didácticos, los padres tienden a estar menos en guardia y a permitirles a sus hijos mirar más televisión.

Lo cierto es que, entre una cosa y otra “el 42% de los chicos suele estar frente a pantallas por un tiempo promedio diario superior a dos horas”, según se observa en el estudio de la Universidad Católica, un comportamiento que tiende a ser “mayor en los adolescentes que en los niños, en los varones que en las mujeres, y que se incrementa levemente a medida que aumenta el estrato social”.

«El juego es relación»

Pero si la compu, las consolas de juego y las redes sociales ocupan hoy en gran medida el lugar que antes tenía la plaza o el barrio no es sólo porque su propuesta resulte más atractiva a las nuevas generaciones de chicos sino también porque se ajusta más a la realidad de sus familias. Así lo entiende entre otros la mamá de Pilar, quien asegura que “el factor que más incide (en el hecho de que los chicos no jueguen tanto al aire libre) es la inseguridad”. “A diferencia de lo que vivimos nosotros, que de chicos nos íbamos a jugar a la calle y no volvíamos hasta la hora de la cena –dice Viviana-, hoy jugar afuera implica contar con un adulto dispuesto a mirarlos, y no todo el mundo tienen ese tiempo”.

A falta de ese tiempo, o esa disposición, parece haberse instalado en muchos hogares la idea de que basta con proporcionarles a los chicos juegos y juguetes para que ellos se entretengan jugando cuando en realidad, “el juego es ante todo una relación”, sostiene la doctora Carolina Duek.

“Uno escucha a las madres decir ‘tiene el cuarto lleno de juguetes, pero no juega con nada`. Los adultos creímos que los juegos preseteados reemplazaban a los demás, pero fue una ficción de reemplazo. Porque no es el juguete lo que hace jugar a un niño, sino el vínculo que establece a través del juego con otro, sea un par o un mayor. En realidad, fuimos los adultos los que dejamos de jugar”, asegura la investigadora.

“Cambiaron los soportes, los formatos, los espacios, pero los personajes, las dinámicas y los dilemas siguen siendo los mismos. Porque lo que hace el juego hoy y siempre es construir vínculos”, sostiene la investigadora, para quien en estos tiempos se requiere un mayor compromiso de los padres para sacar a los chicos de las pantallas. “Los adultos deben fijar propuestas diferentes, atractivas, llevarlos a una plaza, a ver espectáculos callejeros, lo importante es accionar y no quedarse en la cómoda queja”, sugiere Duek.

Cuando por una u otra razón los chicos no encuentran esos espacios de juego –advierten desde el Comité de Familia y Salud Mental de la Sociedad Argentina de Pediatría- “no tienen cómo liberar y descargar su energía lúdica, que cumple un rol fundamental en la formación y socialización durante la niñez”.

 

Fuente: www.eldia.com.ar

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