El dueño de la habitación improductiva

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Antes, no había nada en ese lugar. Una piecita pequeña con el titulo de “se alquila”. Y dentro, una cama, una mesita de luz, una vista pasable y un pequeño armario. Nunca nadie hubiera pagado por habitar ahí, ni siquiera su dueño le daba utilidad. Esa habitación no producía nada. El lugar que la rodeaba también se encontraba vacío. Nadie ni nada. Y si alguien por equivocación pasaba por allí, ni se detenía ni aminoraba la marcha, por lo contrario comenzaba a trotar, correr, picar para salir de allí.

Pasó un día en que alguien llegó. Librado de todo prejuicio consideró que esa habitación era única, era distinta. Tal vez por la hermosa cama con cuatro patas y dosel de fina madera o la mesa de luz con su velador de porcelana y ni hablar del armario de madera con una guarda floral grabada. Pero lo que mas le llamó la atención fue la vista. A través de esa ventana podía observar unos campos hermosos repletos de flores, un cielo sin nubes y un sol que resplandecía a la vez que calentaba. No pretendía alquilarlo, por lo contrario esperaba comprarlo. Por lo que decidió llamar al dueño y le pidió que, encarecidamente, fuera a esa habitación para que pudieran establecer un precio. Al dueño la llamada le pareció de lo mas extraña. ¿Alguien quería su improductiva habitación? Parecía increíble.

Cuando llegó se tomó su momento para entrar, no había nada a su alrededor, el lugar era una podredumbre. Entró y allí se encontraban la cama, la mesa de luz, la vista pasable y el pequeño armario. Y sentado sobre esa cama poca cosa, estaba el disparatado que quería comprarla. Y el mismo disparatado, lo quería convencer de que desde la ventana se veían campos de flores. Hasta que el dueño llego a la conclusión de que no había truco, el tipo estaba loco. Y no iba a encontrar mejor oportunidad de sacárselo de encima, así que le planteó un precio. El interesado redoblo la oferta, alegando que esa habitación valía más. El propietario le aceptó, no porque le creyera sino, porque quería que alguien la habitará. Y el trato se cerró, pero no la relación entre el antiguo y el nuevo dueño. Ya que el loco, trataba cada día de demostrarle que la habitación era única, magnifica.

Todavía recuerdo el día en que Dios me llamó y más aún, cuando me dijo que quería habitar mi corazón. Si, su oferta fue irresistible. Y con el tiempo logró demostrarme que la habitación era única y su vista incomparable. Es por eso que desde su llegada esa habitación dejó de ser improductiva, para producir amor a cada momento.

 

Por Victoria Schaab
19 años. Parroquia Cristo Rey.
Fisherton, Rosario, Santa Fe

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