Dos siglos… ¿igual?

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“Vaya y mire alrededor…” 

Ese fue el consejo de Don Cafasso a un curita de veintiséis años recién ordenado que no sabía cómo orientar su vocación de entrega y servicio.

Así, este joven fue hasta la cárcel de menores y miró… siguió observando mientras iba por las calles y pasaba por los edificios en construcción lleno de jóvenes albañiles trepados en los andamios. O cuando entraba en las fábricas y veía a chicos extenuados por un trabajo inhumano. O cuando deambulaba por los “no-lugares” de Turín.

Allí vio chicos sin casa, vagabundos, explotados; mano de obra barata, pibes a los que les robaban su infancia. Sin familias, por ser huérfanos o inmigrantes. Sin posibilidades de promoción, de educación, de crecimiento integral… casi reducidos a ser animales de carga, engranajes de una revolución industrial que devoraba todo para alimentar la máquina de un progreso para muy pocos.

Por eso también los vio lejos de Dios, incapaces de conocer y abrazar desde  su situación a un Dios bondadoso, cercano: padre-madre compasivo.

Mirando, comenzó a contemplar

Poco a poco la mirada de Don Bosco se fue transformando en contemplación, mientras se caminaba todo Turín. Se le hacía impostergable pensar algo, impulsar un espacio de vida, un lugar donde todos los jóvenes que descubría se sintieran valiosos, aceptados, promovidos, evangelizados…

Como el mismo Jesús que, mirando la multitud abandonada como ovejas sin pastor, experimenta en su corazón una gran compasión y no espera ni un momento para intervenir.

Contemplando, comenzó a crear

De esa mirada, de ese corazón, de esa fe en un Dios que lo invitaba a “hacerse cargo” nace la intuición genial del Oratorio:

  • Un espacio de vida donde el afecto, el cariño manifestado personalmente y el clima de familia van generando inclusión.
  • Un lugar de encuentro, juegos, música y fiesta, donde se hace eco a lo que los jóvenes ya traen y se ofrecen muchas posibilidades para que ellos desarrollen la riqueza que tienen bien adentro y que, muchas veces, desconocen.
  • Un ambiente preventivo que llega antes, que evita que los chicos se sigan deteriorando.
  • Una apuesta al valor irrenunciable de la educación como sostén de todo crecimiento, como posibilidad de hacer crecer la riqueza que potencialmente todos guardan dentro.
  • Una Iglesia de puertas abiertas que sale a buscar, que recibe a los que nadie quiere, que se hace cargo, que tiene propuestas de santidad juvenil que integran cotidianamente al buen cristiano con el honesto ciudadano.
  • Una comunidad de vida, una familia donde no falta la madre, un lugar significativo donde reconocerse y sentirse amados.

Doscientos años después

Hoy, al inicio del Bicentenario del nacimiento de ese contemplativo y creativo que fue Don Bosco, estamos invitados a hacerlo nacer de nuevo entre nosotros, en el corazón de cada miembro de la Familia Salesiana, en cada una de nuestras presencias, y más allá.

Queremos ser ese Don Bosco que camina, que recorre nuestros lugares, que mira contemplando y se compadece ingeniándose para buscar creativamente nuevas respuestas a nuevos desafíos.

Si se nos dijera: “Vayan y miren alrededor” ¿Qué es lo que veríamos hoy? ¿Qué realidades del mundo juvenil nos desafiarían más?

Ensayamos algunas respuestas provisorias… ustedes sabrán completar la lista:

  • Hoy muchos jóvenes sufren en carne propia la falta de sentido, de horizontes. Las posibilidades se agotan, el sistema excluye y crea sobrantes. Somos conscientes de que este estado de cosas no da para más. Son los jóvenes quienes más sufren el desempleo, la violencia, la manipulación… sólo se los tiene en cuenta para consumir.
  • Muchos han perdido lo esencial: ese espacio vital de encuentro, crecimiento, confrontación y acompañamiento que es la familia. Hay muchos “huérfanos de padres vivos”, que no son escuchados, atendidos, valorados… que experimentan el más profundo de los abandonos.
  • Cada vez se los idealiza más —como la generación dorada hacia la que se orienta toda publicidad y propuesta de consumo— pero, por otro lado, no se los tiene realmente en cuenta, no se les da protagonismo, se relativiza lo que ellos puedan proponer.
  • Una cultura narcisista, centrada en uno mismo, que genera depresión y diversos tipos de dependencias… termina considerándolos objeto. Así nos estamos perdiendo la ocasión de ver el tesoro escondido que nos espera en la cultura juvenil.

 

Algunas pistas para salir al encuentro

¿Qué pasa en nuestro corazón salesiano al contemplar esta juventud maltratada? ¿Qué se nos ocurre? ¿Cómo responder? Al inicio del Bicentenario encontramos algunas pistas de fondo que nos tira el papa Francisco que nos ayudan a salir al encuentro de estos desafíos:

  • Ante todo, escuchar: “La Iglesia en salida es una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino”. (EG 46)
  • Alentar una verdadera creatividad, como la de Don Bosco en su tiempo: “La pastoral juvenil ha sufrido el embate de los cambios sociales. Los jóvenes, en las estructuras habituales, no suelen encontrar respuestas a sus inquietudes, necesidades, problemáticas y heridas. A los adultos nos cuesta escucharlos con paciencia, comprender sus inquietudes o sus reclamos, y aprender a hablarles en el lenguaje que ellos comprenden. Por esa misma razón, las propuestas educativas no producen los frutos esperados”. (EG 105)
  • Con un corazón evangelizado: “No se nos pide que seamos inmaculados, pero sí que estemos siempre en crecimiento, que vivamos el deseo profundo de crecer en el camino del Evangelio, y no bajemos los brazos. Pero si no nos detenemos a escuchar la Palabra con apertura sincera, si no dejamos que toque nuestra propia vida (…), entonces sí seremos falsos profetas, estafadores o charlatanes vacíos”. (EG 151)
  • Siendo servidores, nunca patrones, bien metidos en el mundo juvenil: “La mundanidad espiritual alimenta la vanagloria de quienes se conforman con tener algún poder y prefieren ser generales de ejércitos derrotados antes que simples soldados que siguen luchando. Así negamos nuestra historia de Iglesia, que es gloriosa por ser historia de sacrificios, de esperanza, de lucha cotidiana, de vida deshilachada en el servicio… En cambio, nos entretenemos vanidosos hablando sobre ‘lo que habría que hacer’ —el pecado del ‘habriaqueísmo’— como maestros espirituales y sabios pastorales que señalan desde afuera”. (EG 96)
  • Complicándonos por el Reino: “A veces sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor. Pero Jesús quiere que toquemos la miseria humana, que toquemos la carne sufriente de los demás. Espera que renunciemos a buscar esos cobertizos personales o comunitarios que nos permiten mantenernos a distancia del nudo de la tormenta humana, para que aceptemos de verdad entrar en contacto con la existencia concreta de los otros y conozcamos la fuerza de la ternura. Cuando lo hacemos, la vida siempre se nos complica maravillosamente, y vivimos la intensa experiencia de ser pueblo”. (EG 270)

Todo lo demás: las experiencias inclusivas como centros de capacitación, escuelas de formación profesional, oratorios, centros juveniles, hogares para chicos y chicas… Nuestra presencia y acompañamiento de los jóvenes, el trabajo de promoción con los pueblos originarios, fortaleciendo las comunidades autóctonas y la recuperación de su identidad cultural… Las experiencias con jóvenes que sufren diversos tipos de adicciones… Las propuestas de espacios de encuentros, donde ofrecer un clima de familia, de contención y de escucha… En fin, toda propuesta educativa y evangelizadora auténtica tendrá que nacer de este corazón renovado para ser fecunda y entusiasmante.

Para nosotros esta conversión vital, fraterna y pastoral será la mejor manera de celebrar los doscientos años de Don Bosco, para permitir que su carisma siga naciendo entre nosotros, igual que cuando él comenzó a caminar Turín mirando, contemplando y optando.

 

Por Honorio Caucamán, sdb y Manolo Cayo, sdb

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