América: entre el sueño y la realidad

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El 14 de diciembre se cumple un nuevo aniversario de la llegada de los salesianos a América: tierra de sueños, desafíos y oportunidades para la misión.

En el centro de la imagen Juan Cagliero y Pablo Álbera, en ocasión de la visita de este último a las obras de América al cumplirse 25 años de la llegada de los salesianos a este continente. 

Por Iván Ariel Fresia* //
afresia@donbosco.org.ar

El 14 de diciembre de 1875 los salesianos, liderados por Cagliero, llegaron a Argentina, en el marco de la primera expedición misionera a América. Además de trabajar en la Iglesia Matter Misericordiae en la ciudad de Buenos Aires, también se instalaron en San Nicolás de los Arroyos, Buenos Aires, para acompañar a los migrantes italianos. Inmediatamente después abrieron nuevas obras en los barrios porteños de Almagro y La Boca. 

La expansión fue veloz y no se limitó a nuestro país. En 1876 llegó a Uruguay la segunda expedición misionera. Tres años más tarde, en 1879, abrió sus puertas la obra de Carmen de Patagones y antes de que transcurrieran diez años, en 1886, monseñor Fagnano ingresaba a Tierra del Fuego.

La misión salesiana se abrió camino en este nuevo destino por el ímpetu de grandes misioneros, el trabajo denodado de figuras singulares y la aceptación de la Congregación en la sociedad.

Previamente, en 1883, los salesianos arribaron a Brasil, cuatro años más tarde a Chile y en 1888 los misioneros llegaron a Ecuador. Más tarde arribaron a Perú, Colombia, Venezuela, Centroamérica y Estados Unidos. A la muerte de Don Bosco, en 1888, los salesianos consagrados eran 772 y para 1903 la cifra ascendía a 2913. Institucionalmente, en el mismo lapso de tiempo se pasó de contar con seis inspectorías a tener treinta. La expansión de la Congregación era notable en el escaso tiempo transcurrido.

La misión salesiana se abrió camino en este nuevo destino por el ímpetu de grandes misioneros, el trabajo denodado de figuras singulares, la aceptación de la Congregación en la sociedad, entre los políticos y las culturas locales. 

Don Albera, visitador de América

Al cumplirse los primeros 25 años de la llegada de los salesianos a América se percibe la necesidad de realizar una visita canónica por parte del Rector Mayor o de una persona designada por él. Ante la imposibilidad de realizar semejante tarea, Don Rua —en aquel momento Rector Mayor— le encomienda a Don Pablo Albera el cumplimiento de esta importante misión entre 1900 y 1903.

Conocer la situación del personal, estar en contacto con la realidad de cada una de las casas y constatar el desarrollo de la Congregación fue el objetivo de la visita canónica. Además de recorrer las comunidades salesianas, Don Albera también visitó las casas de las Hijas de María Auxiliadora. Su viaje incluyó encuentros, reuniones, celebraciones y conversaciones con religiosos y religiosas y con autoridades locales, eclesiásticas y civiles.

Después de cada visita, el mismo Albera, o el secretario Gusmano, confeccionaban informes detallados que fueron remitidos al Rector Mayor por mediación de Don Barberis, que reemplazó a Albera como Director Espiritual de la Congregación. La documentación elaborada muestra un panorama de la Congregación que da cuenta de la realidad de las nacientes inspectorías y la inmensa misión salesiana en América.

Nuevos territorios, nuevos desafíos

Son diversas las realidades que aparecen en los informes: escasez de personal; dificultades de la formación intelectual y moral del personal; la idoneidad de los salesianos enviados a las misiones; aspectos de la vida doméstica; manejos de la economía; las prácticas de piedad y la realización de los ejercicios espirituales. Además allí se consignan algunas dificultades referidas a las relaciones entre Salesianos de Don Bosco e Hijas de María Auxiliadora, el nombramientos de cargos, el funcionamiento de los capítulos locales, las conferencias y el cuidado de los archivos de la casa.

El rápido desarrollo de la Congregación en América, la expansión geográfica en diversos países y el crecimiento del personal puso en evidencia la necesidad de que intervenga el Recor Mayor y su Consejo para resolver y encauzar los problemas emergentes. Más allá de aspectos puntuales, en América estaba en juego fundamentalmente la identidad de la Congregación.

Tensiones y conflictos entre personas, estilos individuales y maneras de vida comunitaria reñidas con las Constituciones son abordadas directamente en los informes con nombre y detalles. Con espíritu de fe, comprensión humana y cuidado de la identidad carismática, Albera propone cambios del personal implicado, cierre de las actividades en cuestión, clausura de la casa, cambio del director, regularización de las situaciones detectadas, entre otras medidas.

A la muerte de Don Bosco, en 1888, los salesianos consagrados eran 772 y para 1903 la cifra ascendía a 2913. En el mismo lapso de tiempo la Congregación pasó de seis inspectorías -solamente dos en América- a treinta -doce de ellas en nuestro continente-.

La experiencia misionera itinerante, la presencia en territorios de frontera, desiertos, selvas y montañas ponían a los misioneros en condiciones que dificultaron la vida religiosa comunitaria y el cumplimiento de ciertas normas según los cánones de la época. En América requerían una normativa exacta porque “lejos del superior, hacen como creen” para la regulación de la vida ordinaria de las comunidades y la disciplina religiosa, la administración interna y provisión de los medios económicos, las relaciones entre los religiosos, la vida fraterna y la organización comunitaria, el cumplimiento de las prácticas de oración y el compromiso del ministerio.

Desde la primera hora de la implantación del carisma, ante la expansión de la Congregación, aparecieron problemas nuevos que implicaron la organización jurídica, la previsión de estructuras de organización y gobierno, la constitución canónica de las inspectorías y de los noviciados, la estructuración de la formación inicial y el tirocinio práctico para los salesianos jóvenes, la admisión a las órdenes y la disciplina religiosa ante los desafíos de la inculturación.Entre sueños y esperanzas, entre limitaciones personales y el arrojo misionero de figuras significativas, el carisma salesiano se abrió camino en América. De aquella visión a principios del siglo XX a la situación actual, pasaron muchos años, los contextos cambiaron, aunque quizá la belleza del carisma salesiano y los problemas de la misión permanezcan con formatos diferentes.

*El autor es socio del Istituto Storico Salesiano – Buenos Aires

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – DICIEMBRE 2021

América: entre el sueño y la realidad

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El 14 de diciembre se cumple un nuevo aniversario de la llegada de los salesianos a América: tierra de sueños, desafíos y oportunidades para la misión.

En el centro de la imagen Juan Cagliero y Pablo Álbera, en ocasión de la visita de este último a las obras de América al cumplirse 25 años de la llegada de los salesianos a este continente. 

Por Iván Ariel Fresia* //
afresia@donbosco.org.ar

El 14 de diciembre de 1875 los salesianos, liderados por Cagliero, llegaron a Argentina, en el marco de la primera expedición misionera a América. Además de trabajar en la Iglesia Matter Misericordiae en la ciudad de Buenos Aires, también se instalaron en San Nicolás de los Arroyos, Buenos Aires, para acompañar a los migrantes italianos. Inmediatamente después abrieron nuevas obras en los barrios porteños de Almagro y La Boca. 

La expansión fue veloz y no se limitó a nuestro país. En 1876 llegó a Uruguay la segunda expedición misionera. Tres años más tarde, en 1879, abrió sus puertas la obra de Carmen de Patagones y antes de que transcurrieran diez años, en 1886, monseñor Fagnano ingresaba a Tierra del Fuego.

La misión salesiana se abrió camino en este nuevo destino por el ímpetu de grandes misioneros, el trabajo denodado de figuras singulares y la aceptación de la Congregación en la sociedad.

Previamente, en 1883, los salesianos arribaron a Brasil, cuatro años más tarde a Chile y en 1888 los misioneros llegaron a Ecuador. Más tarde arribaron a Perú, Colombia, Venezuela, Centroamérica y Estados Unidos. A la muerte de Don Bosco, en 1888, los salesianos consagrados eran 772 y para 1903 la cifra ascendía a 2913. Institucionalmente, en el mismo lapso de tiempo se pasó de contar con seis inspectorías a tener treinta. La expansión de la Congregación era notable en el escaso tiempo transcurrido.

La misión salesiana se abrió camino en este nuevo destino por el ímpetu de grandes misioneros, el trabajo denodado de figuras singulares, la aceptación de la Congregación en la sociedad, entre los políticos y las culturas locales. 

Don Albera, visitador de América

Al cumplirse los primeros 25 años de la llegada de los salesianos a América se percibe la necesidad de realizar una visita canónica por parte del Rector Mayor o de una persona designada por él. Ante la imposibilidad de realizar semejante tarea, Don Rua —en aquel momento Rector Mayor— le encomienda a Don Pablo Albera el cumplimiento de esta importante misión entre 1900 y 1903.

Conocer la situación del personal, estar en contacto con la realidad de cada una de las casas y constatar el desarrollo de la Congregación fue el objetivo de la visita canónica. Además de recorrer las comunidades salesianas, Don Albera también visitó las casas de las Hijas de María Auxiliadora. Su viaje incluyó encuentros, reuniones, celebraciones y conversaciones con religiosos y religiosas y con autoridades locales, eclesiásticas y civiles.

Después de cada visita, el mismo Albera, o el secretario Gusmano, confeccionaban informes detallados que fueron remitidos al Rector Mayor por mediación de Don Barberis, que reemplazó a Albera como Director Espiritual de la Congregación. La documentación elaborada muestra un panorama de la Congregación que da cuenta de la realidad de las nacientes inspectorías y la inmensa misión salesiana en América.

Nuevos territorios, nuevos desafíos

Son diversas las realidades que aparecen en los informes: escasez de personal; dificultades de la formación intelectual y moral del personal; la idoneidad de los salesianos enviados a las misiones; aspectos de la vida doméstica; manejos de la economía; las prácticas de piedad y la realización de los ejercicios espirituales. Además allí se consignan algunas dificultades referidas a las relaciones entre Salesianos de Don Bosco e Hijas de María Auxiliadora, el nombramientos de cargos, el funcionamiento de los capítulos locales, las conferencias y el cuidado de los archivos de la casa.

El rápido desarrollo de la Congregación en América, la expansión geográfica en diversos países y el crecimiento del personal puso en evidencia la necesidad de que intervenga el Recor Mayor y su Consejo para resolver y encauzar los problemas emergentes. Más allá de aspectos puntuales, en América estaba en juego fundamentalmente la identidad de la Congregación.

Tensiones y conflictos entre personas, estilos individuales y maneras de vida comunitaria reñidas con las Constituciones son abordadas directamente en los informes con nombre y detalles. Con espíritu de fe, comprensión humana y cuidado de la identidad carismática, Albera propone cambios del personal implicado, cierre de las actividades en cuestión, clausura de la casa, cambio del director, regularización de las situaciones detectadas, entre otras medidas.

A la muerte de Don Bosco, en 1888, los salesianos consagrados eran 772 y para 1903 la cifra ascendía a 2913. En el mismo lapso de tiempo la Congregación pasó de seis inspectorías -solamente dos en América- a treinta -doce de ellas en nuestro continente-.

La experiencia misionera itinerante, la presencia en territorios de frontera, desiertos, selvas y montañas ponían a los misioneros en condiciones que dificultaron la vida religiosa comunitaria y el cumplimiento de ciertas normas según los cánones de la época. En América requerían una normativa exacta porque “lejos del superior, hacen como creen” para la regulación de la vida ordinaria de las comunidades y la disciplina religiosa, la administración interna y provisión de los medios económicos, las relaciones entre los religiosos, la vida fraterna y la organización comunitaria, el cumplimiento de las prácticas de oración y el compromiso del ministerio.

Desde la primera hora de la implantación del carisma, ante la expansión de la Congregación, aparecieron problemas nuevos que implicaron la organización jurídica, la previsión de estructuras de organización y gobierno, la constitución canónica de las inspectorías y de los noviciados, la estructuración de la formación inicial y el tirocinio práctico para los salesianos jóvenes, la admisión a las órdenes y la disciplina religiosa ante los desafíos de la inculturación.Entre sueños y esperanzas, entre limitaciones personales y el arrojo misionero de figuras significativas, el carisma salesiano se abrió camino en América. De aquella visión a principios del siglo XX a la situación actual, pasaron muchos años, los contextos cambiaron, aunque quizá la belleza del carisma salesiano y los problemas de la misión permanezcan con formatos diferentes.

*El autor es socio del Istituto Storico Salesiano – Buenos Aires

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – DICIEMBRE 2021

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