Entrevista al misionero filipino José Armando Cortés, “Ding”.
Por: Valentina Costantino
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A casi 150 años de la primera expedición misionera a la Patagonia, el sueño de Don Bosco continúa creciendo y alcanzando corazones de todas partes del mundo. Y Argentina, tal como lo hizo por primera vez el 11 de noviembre de 1875, abre sus puertas y recibe a todo salesiano dispuesto a compartir su alegría, cultura y experiencia con los demás.
Y si de alegría hablamos, nos referimos a José Armando Cortés, mejor conocido como “Ding”. Él es misionero salesiano originario de Mandaluyong, Filipinas, y llegó a la Argentina a principios del 2022. Su misión lo llevó a la Casa Salesiana San Juan Evangelista, en el barrio porteño de La Boca. Allí, pasa sus días acompañando a los chicos y chicas del colegio y del oratorio, brindando su ayuda en la capilla San José Obrero y atendiendo todos los domingos el comedor para quienes más lo necesitan.
Nuevo hogar, nuevas caras, nuevo idioma, pero siempre con una gran sonrisa.
¿Cómo era tu vida en Filipinas?
Crecí en Mandaluyong, una ciudad de Gran Manila, la capital de Filipinas. En mi país usamos muchos apodos, por eso me dicen “Ding”. También tengo un hermano, a quien llaman “Dong”, por “Ding Dong”.
Durante mi niñez participaba todos los sábados del oratorio. Me preguntaron si quería ser monaguillo y acepté. Así fue como conocí por primera vez a los salesianos.
¿Por qué decidiste hacerte salesiano y por qué salesiano misionero?
Los salesianos compartían muchas actividades con los jóvenes, hablábamos y rezábamos juntos. Sentí que quería ser como ellos. Fue ahí donde empecé mi discernimiento, con el padre director John Cabrido, quien se encuentra actualmente como misionero en Papúa Nueva Guinea. Luego, en 1989, entré como seminarista.
Durante mi tiempo en el seminario en Filipinas, un inspector buscaba voluntarios misioneros en China. Nos contó experiencias de misioneros y enseguida me postulé. Pero la experiencia empezó cuando yo era delegado de misión en la Inspectoría en Filipinas.
Tiempo después, realizamos la ordenación episcopal de un salesiano en Papúa Nueva Guinea. Durante la ceremonia no pude evitar llorar, porque sentí la presencia de Dios junto a la gente de allí. No entendía el idioma, pero sentí la presencia de Dios. Por eso empecé otra vez mi discernimiento como misionero.
¿Qué pensaste y sentiste cuándo te enteras de que tu destino como misionero era Argentina?
Había dos opciones para mi destino. Una opción era África, porque yo hablo inglés, y luego, estaba Argentina. La decisión dependía del Rector Mayor. Cuando me anunciaron que me tocaba ir a la Argentina estuve muy feliz, porque es un lugar muy significativo para los salesianos, es el primer lugar de misión de Don Bosco.
Primero fue un “Culture shock”, porque el clima es diferente, Filipinas es un país tropical. Acá tienen cuatro estaciones. También estaba el idioma. Yo no hablo mucho castellano. Me acerqué a los jóvenes durante el recreo, y sacaba fotos de sus actividades. De esa manera, tuve la oportunidad de hablar con ellos, con gestos, con lenguaje de señas, y así fuimos formando amistad, poquito a poquito.
Cuando me anunciaron que me tocaba ir a la Argentina estuve muy feliz, porque es un lugar muy significativo para los salesianos, es el primer lugar de misión de Don Bosco.
En Argentina, cuando los chicos te conocen son más amorosos, cariñosos, y te abrazan mucho. Allá se da la mano como señal de respeto para los sacerdotes o maestros. Son diferentes culturas, pero el corazón de los jóvenes es similar en todas partes del mundo. Cuando hay amor, confianza y sinceridad, el corazón de los jóvenes está abierto para los salesianos.
¿Cambió tu imagen de Dios a partir de tu decisión de ser misionero?
Filipinas es más tradicional en la experiencia y en la expresión de la fe. Por eso, fue un cambio cuando llegué a Argentina. La imagen de Dios acá es como “Dios es amigo”, “Dios es compañero”. Es más cercano. Y esta es una imagen que me gustaría transmitir con otros. Porque en mi país, “Dios está en el cielo”. Pero… Dios no está tan lejos, Dios es amigo. Dios está junto a nosotros durante toda nuestra vida.
Una de las características distintivas del carisma salesiano es la alegría, ¿cómo se sostiene esa alegría estando tan lejos de tu casa?
En Filipinas soy chistoso y bromista. Este año que aprendí más castellano, intenté comunicarme más. Expresé mis pensamientos y sentimientos, especialmente con los chicos. Por eso tengo alegría en mi corazón. El trabajo en conjunto con los chicos y los laicos, sostienen la alegría en mi corazón. Yo doy mi alegría a la gente, y la alegría de la gente sostiene la alegría en mi corazón.
¿Cómo aconsejarías a alguien que está pensando en realizar la misma experiencia?
Es importante aprender el idioma para comunicarse con la gente. Pero… cuando no hablamos mucho, nos comunicamos con amor. Nosotros somos llamados como signos y portadores del amor de Dios para los jóvenes. No hay que tener miedo porque la vocación salesiana es vocación de amor. Si hay amor en tu corazón, es fácil. Además, el trabajo es similar, es el trabajo de Don Bosco para las jóvenes.
Cuando hay amor, confianza y sinceridad, el corazón de los jóvenes está abierto para los salesianos.
Estoy muy agradecido con el padre inspector por la asignación en La Boca, porque es un lugar con gente sencilla, la gente está abierta a la amistad. Es similar a mi hogar en Filipinas. Es más sencillo. Le tomé gran cariño a La Boca y a toda su gente.
BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – AGOSTO 2023