En la zona norte de la provincia de Chubut vivimos una crisis crónica de falta de agua potable.Así y todo, estos meses tuvimos agua en abundancia, tanto que el sur la ciudad de Comodoro Rivadavia quedo devastado por la lluvia y el barro. Al norte, el río Chubut sufrió un alto grado de turbiedad que afectó por más de diez díasel funcionamiento de las plantas potabilizadoras.
Una crisis causada por las inclemencias de la naturaleza, pero que nos permite hacernos algunas preguntas: ¿Dónde están los recursos que aporta la comunidad en impuestos para garantizar el servicio de primera necesidad? ¿Quiénes piensan proyectos a largo plazo para una mayor calidad de vida? Frente a la dificultad o el problema,¿quiénes velan y cuidan a los más débiles?
Si miramos algunas de nuestras actitudes y conductas frente a la falta del agua, podemos constatar que muchas veces aflora el “sálvese quien pueda”. Hemos contemplado en nuestras ciudadeslargas filasde gente con baldes, bidones, tambores y también camionetas con tanques de gran porte; mientrastanto los abuelos apenas puedenacarrear un balde o un par de botellas en su bolsa de los mandados. No faltaron quienes vieron la oportunidad de un negocio y la vendían, o quienes en horas de la noche vaciaron el tanque de sus vecinos.No sólo faltó el agua, sino también un Estado que vele por todos, que regule y cuide este valioso elemento.
Pareciera que no sabemos ser buenos custodios de estos bienes comunes. Dejamos en manos de algunos, que no siempre tienen la responsabilidad suficiente, el cuidar lo que nos pertenece a todos. Así nos advertían los obispos en la conferencia de Aparecida:“Las aguas están siendo tratadas como si fueran una mercancía negociable por las empresas y un bien disputado por las grandes potencias”.
Valorando los dones del Creador y redescubriendo la sabiduría de los pueblos originarios, asumamosuna participación responsable en la defensa de los bienes comunes.
Pedro Narambuena, sdb
Boletín Salesiano, junio 2017