Vivir la fe como felicidad

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«Una herencia preciosa que ha dejado Don Bosco a toda su Familia Salesiana es la de ser hombres y mujeres que buscan cada día el don de la simpatía para el encuentro con los muchachos y muchachas».

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Amigos lectores del Boletín Salesiano,

Hoy deseo compartirles una fuerte convicción que tengo: Don Bosco tenía la gran capacidad de hacer que sus muchachos experimentaran la vida como fiesta y la fe como felicidad. Él era capaz de hacer sentir a todos sus muchachos, y a cada uno en particular, que eran queridos, que eran estupendos y que tenía grandes planes para cada uno de ellos, porque eran los planes de Dios.

Este es uno de los grandes dones de Don Bosco. Tantas veces intentando acercarme hasta donde me fuese posible a su corazón he pensado en esto: ha tenido la capacidad de hacer de la vida ordinaria, cotidiana, pesada, con hambre y sed no pocas veces, un motivo para vivir en fiesta. Y así era Don Bosco, ayudando a sus muchachos a sentirse muy felices al amar a Dios y ser amados por Él. 

Cuando hace muchos años vi la película La vida es bella, me conmovió profundamente el amor de ese padre y también la genialidad que tenía de hacer vivir a su hijito el horror del campo de concentración como una aventura, como un juego a veces, como un motivo para sorprenderse. 

Alguien podrá decir que ese padre lo único que hacía en la película era engañar a su hijo. No. No es así. Esta padre tuvo la genialidad, por amor, de hacer que su niño viviera la realidad —la única que existía— de tal modo que el horror de cada día no lo destrozara, permitiendo que la sonrisa y la luz del rostro no desaparecieran nunca.

Don Bosco tenía la gran capacidad de hacer que sus muchachos experimentaran la vida como fiesta y la fe como felicidad.

Don Bosco fue un maestro en esto. Fue un genio en saber encontrar felicidad y motivos de esperanza en las pequeñas cosas, en las atenciones que se dedican a todos, en los gestos sencillos que pareciera que se perdían en lo ordinario de cada día pero que tienen un grandísimo valor.

Y esta es una herencia preciosa que ha dejado Don Bosco a toda su Familia Salesiana: la de ser hombres y mujeres que buscan cada día el don de la simpatía para el encuentro con los muchachos y muchachas, con un sentido muy concreto y real del encuentro con cada persona —también con el más tímido, con el que se siente con menos cualidades y dones—. Mujeres y hombres capaces de dar siempre el primer paso cuando se trata de llegar a los jóvenes. Esta es la amorevolezza salesiana: un verdadero afecto como educadores en el que hay al mismo tiempo calor humano y delicadeza espiritual.

Por esto y mucho más, cada muchacho del Oratorio de Don Bosco se sentía el más querido por él, como si fuese único. Estamos viviendo un año difícil a causa del COVID-19 y sus consecuencias pero, mientras confiamos en que lo podremos superar, hagamos de cada espacio educativo, de cada casa salesiana, de cada encuentro personal, un motivo para sentir que la vida es bella y merece la pena que sea vivida como lo que es, don de Dios. 

Los saludo con afecto y los encomiendo especialmente a cada uno a la maternal presencia de María Auxiliadora. 

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Don Ángel Fernández Artime

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