«Para cambiar la realidad hay que meterse en el lugar y ser uno más»

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El sacerdote José María Di Paola es un referente de aquellos jóvenes que quieren alejarse de la violencia y convertirse en líderes positivos. A sus 53 años elije la villa como su hogar. Hoy está a cargo de la parroquia San Juan Bosco y trabaja para mejorar la calidad de vida de los habitantes de diferentes villas, como La Cárcova, Independencia, 13 de Julio, Villa Curita y Barrio Nuevo. Preciso en sus declaraciones, con convicciones firmes, una mirada esperanzadora, y al mismo tiempo critica, el padre Pepe analiza la realidad desde una perspectiva siempre enriquecedora.

-En la actualidad todos hablan de inseguridad ¿cómo la definiría?
-La Argentina de hace 50 años atrás era segura. Había una cercanía al trabajo y a la educación. Hoy en día todo esto ha mermado. La inseguridad es un tema amplio. Hay inseguridad con respecto a tener un trabajo, una educación y a acceder a la salud. Va más allá de que venga un chico y te robe. ¿Cómo puede ser que un niño o un adolescente se haya educado donde no es importante el deporte, no es importante el trabajo, no es importante terminar un ciclo lectivo o el respeto por el adulto? Hay cosas que se perdieron en la sociedad y así surge la inseguridad en la que vivimos.

-¿Qué opina cuando los políticos hablan de bajar la edad de imputabilidad?
-Es una medida, al igual que la despenalización de drogas, que supone claudicar. Para tener un país mejor, sin drogas y sin chicos con armas en las manos, los proyectos de ley tienen que involucrar al mundo adulto que es el responsable de que un niño o un joven tenga un arma, paco, cocaína o la sustancia que sea. Yo no bajaría la imputabilidad. Me parece que tenemos que apuntar a sacar a los chicos de 14 años de la violencia. Para eso hacen falta medidas serias y que muchos argentinos dejen de mirar para otro lado. Hay muchos chicos que no estudian ni trabajan. Hay que invertir en ellos. La mejor escuela, la mejor parroquia, el mejor club y la mejor radio tienen que estar en las villas.

-¿El Estado tuvo un mayor acercamiento a las villas?
-Se ha acercado más que en otras épocas, pero está muy lejos todavía. Una cosa es hacer una obra y otra distinta es estar. Todavía existen brechas. Hay gente con buena intención, ya sean funcionarios, profesionales, algunas escuelas o parroquias. Hay interés, pero falta una decisión mancomunada de la sociedad y del Estado de estar presentes. Mi parroquia está dentro de la villa, donde vivo. Para cambiar la realidad hay que meterse en el lugar, quedarse adentro y ser uno más. Tiene que haber instituciones sólidas para que los chicos vayan circulando por ellas, además de estar acompañados de su familia y así puedan ver realidades diferentes. Hay que romper con el gueto.

-¿Qué son los lideres positivos?
-Fue el programa más importante que realicé en la Villa 21. Los líderes positivos son los jóvenes del mismo barrio que tratan de revertir la situación. Así como hay un joven que vende droga, que invita a la violencia, que marca un camino diferente, hay otros que a través del trabajo fuerte de la Iglesia, mancomunada con la escuela y el centro de salud, invitan a otros chicos a participar a las clases de apoyo escolar, a los campamentos y al deporte. Tuvimos líderes negativos que hoy son los positivos más importantes. Matute, mi ahijado de la Villa 21, fue el mejor líder positivo y empezó siendo negativo. El terminó siendo la persona más importante del cambio de la Villa 21. Hoy es un hombre de trabajo, de familia y tiene su casa. Para mí, Matute es un ejemplo extraordinario de que se puede cambiar. En la Cárcova está Dracu, que también es una persona que tuvo un pasado complicado. Hoy lidera el deporte de los chicos de la villa. Es una persona excelente que está en silla de ruedas y trabaja como ninguno. Marca la cancha, pone los arcos y arma el campeonato. Ha cambiado mucho y su adhesión a los valores positivos lo ha transformado. Eso muestra cómo una persona bien convencida puede cambiar una realidad.

-¿Qué diferencias ve entre Capital Federal y el Conurbano en materia de inseguridad?
-El Conurbano está más desprotegido, es muy amplio, viven muchos millones de habitantes y tiene partidos diferentes. Cuando hay un problema tenés que ir a La Plata o a la intendencia. El Gran Buenos Aires tiene muchas deficiencias, pero muchos sueños por delante. Cuando yo era chico, las universidades en el Conurbano no existían. Lo que más destaco es el surgimiento de las universidades fuera de la Capital porque vienen a suplir el elitismo de la Ciudad de Buenos Aires. Lomas de Zamora tiene el 80 por ciento de primera generación de universitarios en una familia. La Universidad de Buenos Aires está en deuda con toda la Argentina porque es una institución totalmente elitista.

-¿Cómo se pueden reducir las estigmatizaciones relacionadas con la villa?
-Un buen gobernante de cualquier municipio tiene que ver qué hay de bueno en la villa y qué hay de bueno en los barrios e ir integrándolos. Tenemos que estar procurando integrar un mundo y otro para que puedan complementarse. En las villas de Capital Federal la mayoría de la gente trabaja en otros barrios como obreros o empleadas domésticas. Se suele escuchar a gente que habla mal de la villa y no se da cuenta que el que le construyó su casa es un hombre de la villa y la mujer que le cuida sus hijos también. De eso tenemos que tomar conciencia porque pasa permanentemente.

-Cuando tuvo que autoexiliarse a Santiago del Estero, ¿se sentió víctima de la inseguridad?
-Sentí que cuando luchás por un ideal hay momentos que podes estar muy bien y son muy gratificantes y hay momentos duros. Para mí, dejar a la gente de la Villa 21 todavía es difícil porque nunca quise irme. Para mí la Villa 21 es mi casa. Me han robado, tuve que afrontar momentos difíciles, amenazas de muerte. A pesar del miedo, estoy convencido de lo que creo.

Fuente: www.lanacion.com.ar

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