¿Dónde está la educación?

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Lo que la cuarentena muestra y lo se vendrá en la situación escolar

“Tengo clase por Zoom, mamá, no hagás ruido”. “Tengo parciales pero no puedo bajar los pdf para estudiar”. “Pongo mi nombre y apellido, apago la cámara y el micrófono, y sigo durmiendo”. 

Frases como éstas comenzaron a poblar nuestros hogares y espacios escolares desde la declaración del aislamiento. Términos a los que no estábamos habituados y presencias educativas inéditas en la historia de la educación por su masividad, no por su novedad nos arrasaron, nos obligaron a “abrir la cabeza” para entender qué era lo que se estaba desarrollando en el campo educativo.

Presencias educativas inéditas en la historia de la educación por su masividad, no por su novedad, nos obligaron a “abrir la cabeza” para entender qué es lo que está pasando.

Pero las cosas no quedaron sólo en palabras. Las instituciones educativas de todos los niveles del sistema irrumpieron en las casas. De un día para el otro las familias se vieron “invadidas” por las voces de docentes a quienes, muchas veces, sólo conocían por nombre. Los docentes más afortunados conocieron a sus alumnos a través de una pantalla; otros todavía no conocen sus rostros. Toda la población fue informada de la continuidad pedagógica, pero ni siquiera los directivos y docentes podían imaginar hacia dónde los iba a llevar esta situación.

¿Ha llegado, sin buscarlo, el desafío de sentirnos habilitados para construir nuevas normas y reconstruir la autoridad pedagógica para poder volver a enseñar y habitar la escuela?

Lo que se quiso esconder debajo de la alfombra

El sistema escolar, tal cual lo conocemos, se inventó en el siglo XVII, se masificó en el siglo XIX y ya en el siglo XX tomó las características con las que lo reconocemos en la actualidad. Y este formato se ha vuelto tan potente que nos cuesta mucho pensar que la educación es posible más allá de la escuela. Pero no debemos olvidar que el conocimiento, la transmisión del saber y el vínculo pedagógico no necesaria ni unívocamente pueden darse sólo a través de la escuela.

El problema surge cuando en este confinamiento las escuelas, tal vez en un salto desesperado al vacío, intentan sostener lo insostenible. Y esto se debe a que en los hogares no hay posibilidad de transpolar la estructura escolar. No hay posibilidad ni tampoco necesidad. 

La estructura escolar estalla con la pandemia y se hace añicos esa intención de querer incidir sobre el sujeto alumno a través de dispositivos que, desde un confinamiento, ya no son posibles: ¿Cuál es la sanción de un alumno que no hace la tarea? ¿Cómo se entusiasma por el aprendizaje cuando la virtualidad rompe con el anterior “cara a cara”? ¿Cómo se puede seguir con un esquema homogéneo, de “todo el contenido para todos”, cuando no hay conectividad en simultáneo en la mayoría de las casas en las que viven los pibes y pibas?

El conocimiento, la transmisión del saber y el vínculo pedagógico no necesaria ni unívocamente pueden darse sólo a través de la escuela.

Lo que hoy encontramos es un esquema de aprendizaje que las escuelas intentan forzar en el confinamiento y quieren que las familias asuman. Pero no se le puede pedir a éstas que realicen la misma tarea que se proponía en la escuela, porque no lo son. Son familias, sea cual sea su configuración, y tienen otros organizadores y formas para intervenir. Entre los cuales no figura “si no traés la tarea te pongo un uno”.

A su vez, estas familias están abrumadas. Descubren que muchas veces los alumnos están expuestos a una catarata de actividades en donde no se los desafía y no se los ayuda a complejizar. Una escuela así, que no interpela a niños y adolescentes, no los forma en capacidades y competencias que los ayuden a responder frente a los desafíos de la vida.

Será un desafío elaborar procesos de acompañamiento que empoderen a los chicos y sus familias para que sean capaces de aprender juntos siempre y no solamente en esta difícil circunstancia.

El escenario nos muestra que la escuela ya estaba en jaque; la posibilidad que deja esta coyuntura es que puede pensarse a sí misma, replantearse nuevamente su horizonte, vislumbrar con mayor sagacidad a los sujetos que la transitan. 

Finalmente puede, a pesar de que el barco hoy está navegando en enormes turbulencias, mostrar qué es lo que tiene de valioso que es mucho y efectivo para ofrecer a la sociedad. Tal vez la pregunta que quede flotando en este tiempo, junto a otras, será: ¿tiene sentido la escuela? Lo que se responda, sin duda, tendrá gran relación con lo que vayamos realizando hoy. Nunca es tarde, y siempre es valioso una auto reflexión por el sentido. Sin dudas, este es un momento propicio.

Develando el sistema

La irrupción forzada de las “nuevas tecnologías de la información y la comunicación” (NTIC) en los procesos de aprendizaje deja en evidencia varias realidades cuya valoración correcta sólo podrá hacerse con el tiempo y que solamente desarrollaremos brevemente.

Virtudes y falencias de la formación docente

Hace muchos años que el debate sobre la formación docente está presente en la mesa de la educación. La situación que estamos viviendo pone de manifiesto dos aspectos que podrían parecer contradictorios: el gran número de docentes en ejercicio que no han recibido formación académica sobre el uso de las NTIC en el proceso de aprendizaje; y la ductilidad de esta misma mayoría docente que ha roto barreras y prejuicios lanzándose a aprender cosas nuevas para que los estudiantes no pierdan sus oportunidades educativas.

Esta ductilidad no puede ser un tranquilizador de conciencia que nos lleve a dejar libradas a la buena voluntad de los docentes la formación y actualización en su área profesional.

Necesidad de fortalecimiento de los equipos directivos

Afrontar una situación de urgencia como la que se declaró el 20 de marzo puso a prueba la capacidad de gestión de los equipos directivos. Así se hizo evidente que había equipos no habituados a gestionar la innovación, más orientados a una política de gestión conservadora, en la cual entraban, como complemento necesario para “quedar bien con las modas”, las NTIC. 

La crisis dejó en evidencia la poca formación de algunos equipos directivos en líneas actuales de pensamiento pedagógico y didáctico. A su vez se manifestaron claramente las falencias en el seguimiento y acompañamiento constante de la persona del docente y su quehacer cotidiano.

Necesidad de acompañamiento a las familias

Muchas veces en las instituciones educativas el acompañamiento a la mayoría de las familias se da a través de reuniones de padres o comunicaciones escritas. En el mejor o peor de los casos, los padres se encuentran cara a cara con los directivos o con los docentes cuando, ante los problemas de los hijos, son citados a un encuentro personal. 

La situación de distanciamiento con la escuela es, por lo tanto, una constante que no puede ser atribuida a este tiempo de aislamiento social. Pero sí saca a la luz el tipo de acompañamiento que brindamos a los padres. 

Las familias no siempre saben cómo acompañar a los chicos en su aprendizaje, y no sólo porque algunos no tienen los conocimientos teóricos para hacerlo, sino porque desde la escuela quizás les hemos “enseñado” los aspectos administrativos y legales del proceso de enseñanza al interno de la institución, pero no les hemos enseñado qué es aprender, cómo se aprende, qué significa acompañar el aprendizaje. Será una cuenta pendiente que tendremos que ir saldando cuanto antes.

¿Tiene sentido la escuela? Lo que se responda tendrá gran relación con lo que vayamos realizando hoy. Los nostálgicos querrán volver al modelo tradicional, sin darse cuenta que ya no existe más. 

Lo que vendrá 

Nada podrá ser igual luego de esta experiencia. Los nostálgicos querrán volver al modelo tradicional, sin darse cuenta que ya no existe más. Ahora hay que diseñar un nuevo paradigma educativo. Algunas líneas para este nuevo escenario podrían ser las siguientes:

Saber ver “los tesoros que deja la marea”

Melina Furman, especialista en educación 1, propone, en una charla TEDx que tenemos que aprender a ver y valorar “los tesoros que deja la marea”. El mar de esta pandemia dejará también sus tesoros en las playas de la educación. Creemos que uno de los más grandes será la capacidad de aprender que muchos de los docentes y directivos del sistema educativo han demostrado. No se puede renunciar a esos aprendizajes que han ayudado a responder a los alumnos con creatividad no exenta de sacrificio. Se deberá seguir valorando y aplicando esos tesoros encontrados.

Favorecer la formación para la construcción de nuevas competencias docentes

En este proceso creemos que jugará un papel esencial la reflexión sobre la praxis que los docentes sean ayudados a realizar. Muchos docentes han demostrado gran capacidad de renovación y aprendizaje constante. Esto no puede ser dejado de lado sin riesgo de reducir al docente a un mero repetidor de contenido, funcional a una institución reproductora de estructuras vetustas.

Tomar conciencia y resolver los problemas de la desigualdad social 

No estamos en la misma barca; con suerte estamos en el mismo mar, y no todos en la parte más serena. Estamos cada uno en un tipo distinto de embarcación. La situación de proveer a la continuidad pedagógica de la población deja en evidencia la gran desigualdad de recursos materiales e intelectuales no sólo entre los individuos, sino entre las instituciones. Hay escuelas a las cuales garantizar la continuidad pedagógica solo les costó apretar una tecla, mientras otras se están preguntando todavía cómo llegar a quienes no tienen más medios que el papel y el lápiz. 

Esta desigualdad llega también a los docentes. Proveer lo necesario para acompañar la continuidad pedagógica online ha tocado, en muchos casos, la economía familiar de los educadores, que también son padres y madres de familia y deben proveer a sus hijos de los instrumentos necesarios para seguir aprendiendo. Como suele pasar cuando se vive una situación de desigualdad social, los derechos son vulnerados. En este caso puntual, enseñar y aprender son derechos vulnerados por la escasa posibilidad que tienen algunos de ejercerlos.

Nuevos y más eficaces caminos para el acompañamiento de los alumnos y sus familias

Desde una perspectiva salesiana, no podemos dejar de resaltar el elemento del acompañamiento. Todo proceso de acompañamiento debería tender al desarrollo integral de la persona o del grupo social al que se dirige. No se trata de un acompañamiento intimista, sino de un verdadero caminar juntos abriendo cada vez más horizontes intelectuales, afectivos y espirituales. Desde esta perspectiva, será un desafío fundamental para la escuela elaborar caminos y procesos de acompañamiento que empoderen a los chicos y sus familias para que sean capaces de aprender juntos siempre y no solamente en esta difícil circunstancia.

Terminamos con un texto de Pablo Rafael Bonaparte:

— “Yo me pregunto otra cosa: ¿cómo puede hacer uno para pensar diferente?”
— “Supongo que tomando un poco de distancia de las discusiones cotidianas…”
— “¿Vos estás diciendo que si queremos entender nuestros problemas deberíamos portarnos como marcianos en la tierra…?”
— “Como marcianos, sí, ¿por qué no?”

Para el bien de los pibes, sus familias, nuestros docentes y nosotros mismos, animémonos a pensar como “marcianos” el futuro de la escuela.
Por Grupo Caminos y Huellas // redaccion@boletinsalesiano.com.ar

1 Melina Furman es Ph.D. en Science Education de la Universidad de Columbia, Estados Unidos, y Lic. en Ciencias Biológicas de la Universidad de Buenos Aires. Es profesora investigadora de la Escuela de Educación de la Universidad de San Andrés y del CONICET. Investiga sobre la formación del pensamiento científico desde el nivel inicial hasta el universitario, con énfasis en la formación docente y la innovación educativa.
2 https://youtu.be/Tgr0mfEYhUs (8 Abril 2020)

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