¿Cuál es la situación de los inmigrantes en esta cuarentena? Juan Carlos Romanín, salesiano, es parte del equipo de la Iglesia argentina dedicado a la asistencia a los que vienen de afuera.
Clases gratuitas de español en convenio con la UBA, uno de los programas de la Comisión.
Por Santiago Valdemoros // redaccion@boletinsalesiano.com.ar
Solos en un lugar donde no entienden el idioma. Sin ropa para enfrentar el primer invierno de sus vidas. Lejos de su familia y con la posibilidad de volver vedada. Sin la documentación necesaria para acceder a la asistencia estatal. Así encontró la cuarentena a miles de inmigrantes en la Argentina.
Y así lo cuenta el salesiano Juan Carlos Romanín, obispo, que trabaja en la Comisión Episcopal de Pastoral de Migrantes e Itinerantes, un equipo de la Iglesia argentina dedicado desde hace décadas a la asistencia a quienes vienen de afuera y necesitan una mano.
En la oficina de la Comisión del centro de Buenos Aires —temporalmente cerrada— se ocupan desde entregar alimentos, ropa y frazadas hasta brindar asesoramiento legal, acompañamiento y tutorías educativas para la convalidación de títulos profesionales y enseñanza gratuita del español. “También hay una bolsa de trabajo, atención psicológica. Y como tenemos cercanía con los Consulados, desde las distintas Provincias nos envían todo tipo de problemáticas legales”, relata.
Estas iniciativas se repiten en las distintas dependencias de las diócesis en todo el país; un servicio profundamente agradecido por quienes dejaron su tierra para buscar una vida mejor.
Juan Carlos forma parte de la comunidad salesiana de Don Bosco —en el municipio de Quilmes, Buenos Aires—, donde también trabaja con la población migrante de Villa Itatí, uno de los barrios de emergencia más grandes del área metropolitana, y en el equipo diocesano de Migraciones.
¿Cuál es la situación de los migrantes en este contexto de cuarentena?
Muchos, sobre todo los que hace menos de dos años que están radicados en el país, viven de las changas, o con un trabajo informal. Los venezolanos, por ejemplo, no tienen ropa de invierno. Tampoco tienen acceso al ingreso familiar de emergencia. Ni hablar los que están pagando alquiler. Y muchos se aprovechan de ellos: les cobran en dólares o les retienen la documentación.
Hoy son los más vulnerables, sobre todo aquellos que no entienden nuestro idioma. Los haitianos, los senegaleses, a los que llaman “manteros”, no tienen más ese laburo. A veces ni siquiera se saben expresar en español. Y se los acompaña para que hagan su documentación y radicación, sobre todo a los que no conocen el idioma. Es gente muy joven que está a la deriva. Y buscan una vida mejor de la que estaban viviendo, ya sea porque los persiguen políticamente, o porque tienen hambre, o porque no tienen trabajo, o porque sus países están en guerra. Con algunos de estos grupos hay mucha xenofobia.
Hoy la tarea más urgente de quienes trabajamos con migrantes es alojar, dar de comer y asistir. Pero hay situaciones difíciles de resolver, no todo es tan simple como decir “voy y saco el DNI”. Cada país tiene su legislación, con algunos países se va rápido y otros te hacen la vida imposible. Argentina en eso fue siempre muy abierta y generosa, pero cuando llegás al último detalle siempre falta una fotocopia.
¿Qué relación tiene la atención al migrante con la misión salesiana?
La mayoría de nuestros destinatarios, sobre todo de los barrios populares, son migrantes o hijos de inmigrantes. Don Bosco comenzó la misión salesiana en Argentina con los italianos. El Rector Mayor, en el Aguinaldo de este año, habla explícitamente de las migraciones: dice que, como salesianos, “lo llevamos en el ADN, somos hijos e hijas de un emigrante, que acogió emigrantes y que envió a sus hijos misioneros a atender a los migrantes”. Y porque somos hijos de un migrante, trabajamos por ellos y optamos por un mundo donde todos estén incluidos.
“Los salesianos ‘lo llevamos en el ADN’: somos hijos de un migrante, trabajamos por los migrantes y optamos por un mundo donde todos estén incluidos”.
Yo trabajé en el Oratorio, en los Exploradores, en la Parroquia. Y nunca presté atención a esta dimensión “migrante”. Pero ahora que la conozco, me doy cuenta que a mi servicio le agrego algo más. Celebro con ellos sus fiestas, me uno a sus costumbres y necesidades, para que los chicos no pierdan su propia identidad histórica y personal cuando son extranjeros.
No sólo debemos preocuparnos de tramitarles un documento o que hagan una buena radicación: tratemos de respetar su cultura. Hay que estar atentos a esas realidades, porque les hace bien a ellos conservarlas y tenerlas presentes. Es su historia, es su identidad. E intentemos que no la pierdan: la cultura de un migrante es una riqueza que nos traen y, a su vez, nosotros somos una riqueza para ellos.
¿Por qué la Iglesia le da tanta importancia al servicio a los migrantes?
La movilidad humana es una de las principales características del planeta en este momento. Todos tenemos raíces migrantes. ¿Quién puede decir “yo soy criollo ‘puro’”? Sólo los descendientes de pueblos originarios. Así como tus padres o tus abuelos un día fueron a buscar algo mejor, hoy les tocó a otros. Los migrantes no son un problema, no son un peligro, no son números, son personas, son rostros, son historias, a los cuales tenemos que amar, respetar, recibir, integrar.
“Todos tenemos raíces migrantes. ¿Quién puede decir ‘yo soy criollo puro’? Así como tus padres o tus abuelos un día fueron a buscar algo mejor, hoy les tocó a otros”.
Y promover. El migrante tiene necesidad de trabajo, como lo tenés vos o yo. Tienen necesidad de techo o de comida, como todos. Nosotros, en Villa Itatí, estamos dando 320 viandas diarias en el comedor y no preguntamos de qué país sos o de dónde venís. Hay una necesidad y hay que resolverla. ¡Es más, hay que tratarlos con más cariño!
Porque Jesús mismo fue un refugiado. Recién nacido, le dicen a José: “Andate porque Herodes quiere matar a tu hijo”. Se tuvo que ir porque fue amenazado de muerte a Egipto, a otra cultura, con otro idioma. Ese es el refugiado: compulsivamente tiene que dejar todo y se tiene que ir. Por eso, Jesús mismo en las Bienaventuranzas nos enseñó: “era extranjero y me alojaste en tu casa”.
La oficina de la Comisión Episcopal de Pastoral del Migrante y el Itinerante (CEMI) funciona en la calle Laprida 930 (Ciudad de Buenos Aires) y atiende al público de lunes a viernes de 9 a 17 horas. Por la cuarentena no está abierta, pero se puede encontrar más información en www.cemi.org.ar.
Trata de personas: “el Papa lo llama un crimen de lesa humanidad”
“Un tema que no hay que dejar pasar es la trata, el tráfico y la explotación de personas. Muchos se aprovechan de la irregularidad de los migrantes porque no tienen todos los papeles ‘en regla’, o están sin trabajo y tienen hambre y no tienen dónde vivir, se las usa y se los usa. Es un segmento de la población completamente vulnerable y sin voz. Y a nivel mundial es un desastre. El Papa ya hace varios años lo llama un crimen vergonzoso e intolerable, un crimen de lesa humanidad, una grave violación de los derechos humanos. Y el más vulnerable es el extranjero, sobre todo el que está solo y no conoce el idioma”.