Ese corazón tan capaz de grandes cosas

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Es mucho el bien que se hace, y los jóvenes saben apreciarlo y valorarlo. El Rector Mayor comparte tres testimonios que nos presentan un Evangelio vivo y sin edulcorantes.

El Rector Mayor comparte con un grupo de jóvenes en su última visita a Argentina. Precisamente desde nuestro país, y escrito por una joven, le llegó a Don Ángel un texto que eligió compartir en este editorial.

Mis fieles amigos y amigas del Boletín Salesiano, instrumento de comunicación de familia y amistad tan valorado por el mismo Don Bosco. Les saludo con toda cordialidad.

Llego a ustedes en esta ocasión para compartirles dos situaciones, una en la que solamente fui testigo y otra en la que me tocó ser receptor de un mensaje. Ambos me han hecho sentir que el corazón humano es capaz de grandes y hermosas cosas.

Me encontraba en la noche del 29 de enero de 2021 en Valdocco, en el interior de la Basílica de María Auxiliadora participando de la oración y Vigilia de los días precedentes a la fiesta de nuestro santo.

En un mundo como el nuestro, que sin duda es muy complejo, y con tantos poderes fácticos y oscuros, también hemos de dar a conocer el bien que se hace. 

Allí estaban también cuatro jóvenes que habían participado en el encuentro “La economía de Francisco”, organizado por la Santa Sede. Dos de ellos dieron un testimonio de vida que iba mucho más allá de la gestión económica. 

El primero nos compartió que hace dos años perdió a su padre y su madre viuda quiso darle un sentido grande a su vida en memoria de su amado esposo. Para ello decidió acoger en su casa, junto con sus hijos, a dos inmigrantes menores de edad que se encuentran en Italia sin ningún vínculo afectivo o familiar. Este joven emprendedor nos compartió cómo ellos, los hijos, quedaron profundamente impresionados por la decisión y valentía de su madre en el vivir el Evangelio como ella creía que tenía que ser hoy, con rostro y nombres propios.

El segundo testimonio fue el de una joven que además de ser emprendedora en economía, ha decidido ser tutora de un joven senegalés menor de edad para ayudarlo en estos años a abrirse camino, crecer, educarse y prepararse para la vida.

Me quedé fuertemente impresionado, porque esto es “Evangelio vivo y sin edulcorantes”. Significa que también hoy se puede vivir así. Y sin duda que tantísimos de ustedes lo viven así, cada uno a su modo, en lo sencillo, en lo concreto.

Y en esto de narrar lo concreto, quiero ofrecerles otro testimonio que confirma lo que llevo muy grabado a fuego en el corazón: en un mundo como el nuestro, que sin duda es muy complejo, y con tantos poderes fácticos y oscuros, también hemos de dar a conocer el bien que se hace. Don Bosco lo hacía a diario.

Hace unos días recibí uno de esos pocos mensajes que llegan en los cuales no se reprochaba nada, o no se hablaba mal de ninguna persona —pues saben que son frecuentes las quejas por doquier—. Por el contrario, es el testimonio de una joven que ha vivido por años en un ambiente salesiano y le ha marcado para bien la vida. Leí su mensaje y me “esponjó” el corazón. Tenía que compartirlo con ustedes.

Dice así esta joven:

“Querido Padre Ángel: desde que encontré el modo de poder escribir tuve muchos deseos de poder contarte algunas cosas. Acá, donde vivo, los salesianos son tremendos: amparan ante el desconsuelo, cobijan soledades, siempre encuentran tiempo para la escucha, nos exhortan a creer, a confiar, a esperar contra toda esperanza. Alivian el alma en las horas más amargas y celebran las alegrías como si fueran propias. 

Créeme padre, no te miento. Toda mi vida estuvo “alumbrada” por el carisma. En una ciudad pequeña —donde se abrió la primera casa salesiana de América—, y desde hace unos años en Rosario, Argentina, una ciudad grande y bella. Ahí, en la casa San José, trabajo en la escuela y participo en las actividades parroquiales. Sé lo que te digo. Nuestro padre director se conoce a cada alumno por su nombre. Ha sabido acompañar el dolor de cada uno. Muchos de nuestros chicos están atravesados por historias dolorosas y duras: alumno con leucemia, padres que fallecen, violencia familiar y tantas desgracias. Él se las sabe, y los abraza con el corazón y la palabra. Otro salesiano hace vibrar la Iglesia en cada Eucaristía. Otro padre, aunque viejito, se mezcla entre los muchachos contando historias de otros tiempos. En la otra casa salesiana, con el salesiano buscamos incansablemente el mejor método para enseñar a los chiquitos de primer grado a iniciarse en la lectoescritura. Son tantos y tantos nombres…

El sábado viajé 1.500 kilómetros en el día para ver a un salesiano que está en la casa de salud Zatti para recordarle cuanto se lo quiere y retribuir un poquito todo lo que trabajó por nosotros. Sólo para compartir el almuerzo con él. Y emocionado, entendió que todo había valido la pena. Hay tanta vida puesta al servicio de otros. “Salesiano” es sinónimo de vivir para los demás. Así los conocemos acá. Así son. Así viven. “Estamos en el mundo para los demás”, nos dice siempre el padre director, parafraseando a Don Bosco. Y sí, será por eso que en los patios de nuestros colegios hay algo en el aire, en la atmósfera de lo invisible que tiene que ver con la alegría, con la esperanza, con la santidad.

Feliz fiesta de Don Bosco querido Rector Mayor. Rezo por vos y en vos por cada salesiano que nos hace sentir que Don Bosco vive, que siempre estuvo y sigue estando. Feliz fiesta de Don Bosco y bendiciones para todos”.

Hasta aquí este precioso testimonio. No digo su nombre para no sonrojarla, y aunque quizá pudiera haber personas que al leerme piensen que estoy haciendo “publicidad”, ustedes saben que no pretendo nada de esto. Por qué silenciar lo que también suena bien, tiene frescura y es la verdad de algunas personas que viven de todo corazón lo que nos han escrito.

Qué alegría me da sentir que hay muchas casas que tienen “sabor a Valdocco”.

Sencillamente les digo: el Valdocco con Don Bosco tenía mucho de lo que esta joven nos cuenta. Qué alegría me da sentir que hay muchas casas que tienen “sabor a Valdocco”.

Les deseo todo bien. Que sus corazones estén también “esponjados” y abiertos a la esperanza.

BOLETIN SALESIANO – MARZO 2021

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