La odisea de encontrar mi lugar

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Ya no estoy aquí
Director: Fernando Frías de la Parra
México, 2019
Disponible en Netflix
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Por Andrés Wolff • redaccion@boletinsalesiano.com.ar

Para algunos, este film mexicano preseleccionado para participar del Oscar a “Mejor Película Internacional” de la edición 2021 trata sobre el narcotráfico o el problema de las migraciones. Pero un visionado pedagógico descubre como tema central la importancia de la identidad en cada ser humano, sobre todo en la adolescencia. 

Ya no estoy aquí sigue a Ulises, un adolescente que vive en un barrio humilde de Monterrey, ciudad fronteriza con Estados Unidos, quien debe emigrar a Nueva York luego de enfrentarse a una banda que lo amenazó de muerte. Además, el protagonista forma parte de Kolombia, una contracultura surgida en México que tiene como eje principal la pasión por la cumbia colombiana rebajada o “ralentizada” y una estética y costumbres muy peculiares.

Frente a la violencia, las drogas y el barrio humilde que a veces parece un callejón sin salida, los Terkos — la pandilla a la que pertenecen Ulises y sus amigos— responden con cumbia como elemento de unión y resistencia.

La “odisea” de este nuevo “Ulises” no es el viaje de un héroe sino la de un joven de 17 años al que la sociedad tiene poco para ofrecerle y más bien olvida y aplasta. Su viaje entre los suburbios de Monterrey y Queens no está contado de manera lineal, por lo que vamos y venimos en el tiempo con el protagonista.

Hay varios tópicos que se entrecruzan a lo largo de la película: la identidad, la comunidad, la pertenencia y la segregación social. Todas estas cuestiones son abordadas con profundidad, dando como resultado un retrato respetuoso y honesto de la realidad latinoamericana, en la que abundan casos como los que la película trata. Pero quizá una de las claves hermenéuticas de la película sea el nombre del grupo de amigos: los “terkos”. 

Precisamente la película se inicia con la definición del término “terquedad”. Y es la respuesta de Ulises a un contexto que busca desintegrar su identidad, lo que lo hace ser y estar en el mundo. Podrían enumerarse las escenas en que sistemáticamente la resistencia personal se va agotando —como la batería de su MP3— frente a los desprecios, las incomprensiones —no solo estéticas o lingüísticas— y la soledad. La contracara es la joven Lin, extranjera como él, pero que busca encajar, adaptarse a lo que los demás esperan. 

Frías sabe capturar, a base de planos fijos y suaves movimientos de cámara, los sentimientos de desarraigo y nostalgia que acosan al personaje hasta convertirlo en un fantasma al que refiere el título. Se trata de una invitación como educadores a replantear nuestros modos de acompañar y sostener a los adolescentes y jóvenes para que encuentren un lugar donde estar y donde ser ellos mismos con todas sus potencialidades.

BOLETÍN SALESIANO – MARZO 2021

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