Llegar a tiempo

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Desde hace años tengo la sensación de que, como sociedad, llegamos tarde para cuidar la vida. Cuando en la madrugada del domingo 11 leí lo que publicaron distintos medios a partir de la información surgida de la agencia oficial de noticias sobre el recital en Olavarría, me angustié por la cantidad de gente que estaba en ese recital y lo que había sucedido. Horas después fui comprendiendo que esa noticia era al menos errónea.

Y pensé que como sociedad llegamos tarde. Las leyes que ordenan el tránsito y su control llegaron tarde para los chicos y las chicas del colegio Ecos, que volvían de misionar en el norte argentino. Las leyes sobre los locales donde se disfrutan recitales llegaron tarde para los chicos y las chicas de Cromañón. La renovación del ferrocarril llegó tarde para las víctimas de la tragedia en la estación de Once. Los controles en las fiestas electrónicas llegaron tarde para los chicos y las chicas de Costa Salguero… y podría seguir enumerando más sitauaciones en diferentes geografías del país.

Pasada la angustia, me quedé soñando con “llegadas a tiempo”. ¿Qué puedo hacer yo o mi grupo de referencia para ayudar a que estas tragedias no vuelvan a ocurrir? A cuidar la vida, previniendo, anticipándonos. También como Iglesia ¿por qué no podemos pensar en organizarnos para asistir a quienes participan a un evento que sabemos que va a ser masivo? Sería una manera sencilla y útil de prevenir y salir al encuentro de la sociedad toda, que nos interpela constantemente y nos invita siempre a hacer algo. ¿Te imaginás que podamos ir al encuentro en todos los ámbitos de la sociedad?

Pablo Rozen

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