La navidad de Herodes

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¿Qué hago con el «distinto», con el que piensa diferente a mi?

“Los sabios entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. Y, avisados en sueños que no volvieran donde Herodes, se retiraron a su país por otro camino”.

“Después que ellos se retiraron, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: ‘Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle’. Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto(…).

Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos…”. 

Mateo 2, 13-16

El día de los “santos inocentes” tiene su origen en la tradición que surge de este relato del Evangelio de Mateo. Pongamos la mirada durante un instante en la figura de Herodes y en cómo él preparó la Navidad.

Un pasado tenebroso 

En tiempos de Jesús, el Imperio romano tenía por costumbre imponer en el gobierno de las regiones que ocupaba a algún nativo que ejerciese el poder por ellos, exigiendo a esa persona sumisión y lealtad absoluta a los romanos.

Herodes “el Grande” fue el más cruel de los gobernantes impuestos por Roma en la región de Palestina. Su obsesión por mantenerse en el poder lo llevó a asesinar a su cuñado Aristóbulo, a su esposa Mariamna y a su suegra Alejandra. Ni sus hijos se salvaron: ejecutó a dos de ellos, y tan sólo cinco días antes de morir mandó a matar a otro, Antipatro.

Durante su gobierno, además, hizo colocar en la entrada del Templo de Jerusalén un águila de oro, símbolo del poder del Imperio romano. Así, todos los que entrasen debían pasar por debajo de ella, en una clara señal de sumisión y humillación.

Si bien Jesús no llegó a conocerlo, los relatos sobre la crueldad de Herodes seguramente habrán sido parte de su infancia

Si bien Jesús no llegó a conocerlo, los relatos sobre la crueldad de Herodes seguramente habrán sido parte de su infancia. En este sentido, Mateo en su Evangelio nos relata el encuentro de los sabios con el gobernante y el pedido que les hace: que le indiquen dónde está el niño para poder adorarlo. Afortunadamente, los reyes de Oriente resolvieron en sueños la encrucijada que Herodes había puesto en ellos y fueron por otros caminos para evitar que eliminase al niño.

El otro, amenaza u oportunidad 

La actitud de Herodes no es sólo una conducta individual, sino también una construcción social. El distinto se convierte en enemigo y por eso debe ser eliminado. Poco importa si es parte de mi familia o no. Y hay un colectivo social que tolera y facilita que sea así. Herodes no puede eliminar a su familia, a los jóvenes y a sus maestros solamente porque ejerce el poder y tiene a las legiones romanas para garantizarlo. Puede hacerlo porque hay un consenso: “lo que no es igual a mí debe ser eliminado”.

Otra actitud es la de los sabios: lo diferente trae una novedad que debo considerar como oportuna para crecer. No hay “grietas” que impidan ir al encuentro del que es diferente. El otro aparece aquí como oportunidad.

Arrancar por el diálogo 

Los sabios dialogan desde el inicio del relato: preguntan lo que no saben, comparten lo que creen, buscan interlocutores para llegar a su destino.No son ingenuos y no acusan a Herodes de asesino, sino que sabiendo lo que él quiere, buscan otras alternativas para cuidar la vida que nace.

No deberíamos asumir la normalidad de quienes ven niños amenazados y los convierten en una amenaza.

Herodes no dialoga porque vive al otro como una amenaza para la que no debe haber lugar. Sólo es capaz de dialogar quien se sabe con la posibilidad de aprender de lo nuevo que llega,aunque eso no sea lo que uno espera,o incluso ponga en duda mis certezas. El diálogo no es un método, sino la actitud que nos permite reafirmar la identidad y ponerla al servicio de los demás.

La ternura como opción de vida 

Lo opuesto a la ternura es la “dureza del corazón”. Herodes sólo ve enemigos que conspiran a su alrededor para quitarle lo que le corresponde legítimamente. No hay esposa,ni hijos,ni pueblo,ni sabios. Sólo hay enemigos, solo hay distintos que impiden su existencia.

La ternura hace que los sabios recorran caminos insospechados en búsqueda del niño rey que quieren adorar. Incluso los hace dialogar con Herodes y alterar el rumbo previsto cuando saben que lo que han descubierto puede poner en riesgo a los demás.

Es la ternura la que nos permite ver al distinto como parte de mi propia vida y saber que si el otro no vive, yo tampoco vivo, porque el otro es parte de mí.

¿Y nosotros?

Tenemos que preguntarnos cómo queremos vivir esta Navidad, pero también qué sociedad estamos ayudando a construir.

Podemos, consciente o inconscientemente, colaborar con los planteos de los “Herodes” de turno, que suelen etiquetar y ver a los distintos como enemigos. O podemos iniciar el recorrido de los sabios,dejándonos asombrar por el surgimiento de lo distinto, de un otro, por su novedad.

Podemos ejercitar la ternura o cerrar nuestro corazón. Incluso podemos hablar de grietas y merecimientos.Lo único que no deberíamos hacer es asumir la normalidad de quienes ven niños amenazados y los convierten en una amenaza.

Por Pablo Rozen

BOLETÍN SALESIANO – NOVIEMBRE 2018

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