Fu Nguyen, salesiano de Vietnam a la Argentina
Él nunca había salido de su país natal: Vietnam. Hasta que llegó la carta que lo aceptaba como salesiano misionero. Debía ir a Roma, Italia, a tomar un curso y conocer su destino de misión. Con mucho miedo se encomendó a la Virgen. Se tomó un avión por primera vez en su vida. Y frente al cuadro de la Auxiliadora en Turín, abrió el sobre que le indicó su destino: la Patagonia argentina.
Fu Nguyen tiene 36 años. Es salesiano y llegó a la Argentina en 2012. Y luego de vivir, estudiar y compartir cuatro años en nuestro país, en diciembre será ordenado sacerdote en el santuario de San Justo, Buenos Aires.
¿Cómo es el lugar donde naciste?
Es un pequeño pueblo del sur de Vietnam, donde la mayoría de las personas se dedican a trabajar el campo. Mi papá es agricultor y mi mamá falleció cuando yo estaba en tercer año de la secundaria. Fue una experiencia muy dura para mí: en ese momento mis sueños, las cosas que pensaba hacer, se desvanecieron. Estaba muy enojado con Dios porque me había sacado algo muy importante.
Por otra parte, Vietnam es un país que por mucho tiempo sufrió la guerra, y donde casi ningún servicio público es gratuito. Así que mientras iba a la escuela por la mañana, por la tarde trabajaba en el campo de mi familia. Cuando terminé la secundaria me fui a estudiar a otra ciudad la carrera de Turismo. Y ahí, cuando estaba en segundo año de la universidad, conocí a los salesianos. Tendría unos 18 o 19 años.
Según relata Fu, en Vietnam se encuentra restringida la posibilidad de hacer reuniones públicas. De igual manera, las instituciones religiosas no pueden tener escuelas. En ese contexto, los salesianos tienen cerca de treinta residencias para universitarios. Allí conoció a Don Bosco: “Era una casa muy sencilla, donde por muy poca plata reciben a los estudiantes que vienen del campo y quieren estudiar. Teníamos que repartirnos las tareas: cocinar, hacer las compras, lavar la ropa, planchar. Y los domingos íbamos a la obra salesiana que quedaba cerca a jugar al fútbol, a aprender sobre Don Bosco, a celebrar la misa, a tocar algún instrumento.
Ahí lo primero que me llamó la atención fue la cercanía de los salesianos: todos jugaban al futbol con nosotros. Después fui descubriendo otras cosas, sobre todo el trabajo en favor de otros jóvenes. Recuerdo particularmente un día que nos invitaron a hacer un oratorio en la calle…”.
“Me llamó la atención la cercanía de los salesianos: ¡todos jugaban al futbol con nosotros!”.
¿Cómo decidiste ofrecerte como misionero?
En el posnoviciado, cuando estaba estudiando Filosofía, todos los meses llegaba un afiche desde Italia con fotos de todo el mundo. Me llamó mucho la atención una de África. Lo hablé con el director de la casa y me sugirió que lo rece, y que lo vaya pensando. Cuando estaba en el último año de esa formación, el director me dijo que escriba una carta pidiendo ser misionero. Y lo hice, con mucho miedo. Después de un tiempo me respondieron, me aceptaron como misionero y me invitaron a viajar a Roma. Hasta ese momento, yo no había salido nunca de Vietnam.
¿Cómo fue llegar a la Argentina?
Fue difícil, me costó mucho, sobre todo porque no entendía nada. El primer año me tocó estar en la escuela agrotécnica de Del Valle, Buenos Aires, y solamente me comunicaba por gestos. Estuve tres o cuatro meses así. Hasta tenía muchas ganas de volver a Vietnam. Y de a poco, con los chicos y los profesores, fui aprendiendo algunas palabras. Eso me animaba mucho.
Al año siguiente me trasladaron y fui a Caleta Olivia, Santa Cruz. Ahí la principal dificultad era el clima. Pero como misionero, aprendí la confianza siempre hay que ponerla en Dios. Nunca abandoné la oración personal y la misa. Esas experiencias me enseñaron a hacer las cosas con mucha fe. Acá mi fe se volvió más profunda, porque era lo único de lo que me podía agarrar en los momentos de crisis, cuando me sentía solo o extrañaba. Y finalmente, después de dos años en Caleta, vine a San Justo para estudiar Teología.
¿Cuáles son las diferencias entre ser salesiano en Vietnam y ser salesiano en Argentina?
En Vietnam el gobierno es comunista y no deja a los religiosos trabajar en las escuelas. Entonces los salesianos fueron a trabajar a las parroquias. Acá en Argentina, la mayoría trabaja en las escuelas. Y además, en Vietnam, en los grupos y oratorios no todos son católicos: hay budistas, comunistas, ateos. Es un oratorio “multicolor”, con distintas creencias. Pero los chicos conocen y quieren mucho a Don Bosco.
“En los grupos y oratorios de Vietnam no todos son católicos: hay budistas, comunistas, ateos”.
¿Qué señales de Dios encontrás en todo este camino?
Yo vine acá para acompañar y compartir la vida con otros. Y para eso tengo que tener un corazón sencillo y servicial. Para mí sólo importa cómo ganar el corazón de la gente. Vengo para trabajar siendo siempre el mismo. No hay un “Fu” de Vietnam, otro de Buenos Aires y otro de Caleta Olivia. Yo soy la misma persona. Siempre me tengo que mostrar igual, y así mostrar a Jesús al estilo de Don Bosco.
Por Ezequiel Herrero
BOLETIN SALESIANO – NOVIEMBRE 2018