En la obra salesiana de General Pico, La Pampa, un grupo de mujeres le hacen frente a la violencia de género juntas, a través del encuentro y la escucha.
Por Equipo Psicosocial Naim
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Desde hace tiempo, en nuestro país se han visualizado situaciones de violencia de género que atraviesan muchísimas mujeres y a partir de ello se han tomado acciones concretas. Pero la pandemia y el aislamiento han generado un recrudecimiento de esa violencia.
Esta realidad se vio reflejada en el equipo psicosocial Naim, que trabaja en el centro juvenil salesiano “Campito Centenario”, ubicado en el barrio Malvinas de General Pico, La Pampa. Las vivencias de las mujeres con las que trabajamos están atravesadas por la vulneración de derechos y la violencia de género, que tiene gran incidencia en el padecimiento cotidiano, la desafiliación institucional y laboral, y que en general coarta posibilidades de construir proyectos de vida saludable con autonomía.
Si bien existen algunas políticas públicas, en su mayoría no logran traducirse en transformaciones concretas en la vida de las mujeres. Por estas razones, durante 2021 buscamos concretar el sueño de contar con un espacio para mujeres, construyendo un lugar de encuentro que comenzó en marzo. Apuntamos a lo comunitario con la convicción de que crear y recrear redes de colaboración y amistad entre mujeres es una clave para multiplicar territorialmente las herramientas de contención, protección y potenciación colectiva. Nos parece fundamental, ante la violencia y la crueldad, estar juntas y reafirmar la amorosidad y la ternura como forma de ser y estar con otras, que invita a reinventar posibilidades sobre cómo vivir nuestras vidas.
Sin embargo, necesitábamos una “excusa” que convoque. Así surge la idea de juntarnos a cocinar, intercambiar recetas, aprender unas de otras. La cocina aparece como un espacio donde crear nuevas posibilidades: lugar de cuidados de los niños y niñas, de las familias, donde día a día se batallan el hambre y la desidia. A medida que se cocinan los alimentos, también se cocinan lazos entre mujeres.
En el encuentro, nuestras manos fueron amasando nuevos vínculos comunitarios y reforzando los anteriores. Ese lugar hoy es para muchas una posibilidad de pensarnos como personas con deseos, sueños y disfrute.
Dice una de las vecinas, contándole a otra de qué se trata el espacio: “Acá venimos y cocinamos. Bueno, en realidad, cocinamos pero la pasamos bien. Charlamos, tenemos un rato para nosotras, yo vengo para salir un rato de mi casa…”. Agrega otra: “Todas ponemos un poco, lo que tengamos, y si no tenés, no importa, vení igual”.
Entre ollas y recetas, entre risas y charlas, vamos apostando a un largo camino donde la reconstrucción de los vínculos comunitarios tenga un horizonte de mayor justicia y amorosidad. Empezamos por algo: no estar solas, sino juntas.
BOLETIN SALESIANO – JULIO 2021