Hermanos, ¿y enemigos?

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Las relaciones entre hermanos pueden llevar a fuertes rivalidades. ¿Cómo abordar estos conflictos?

Toda familia que tenga dos o más hijos vive una situación que, en muchos momentos, los deja perplejos, sorprendidos y, en no pocas ocasiones, totalmente desconcertados. Se trata de la rivalidad entre los hermanos. Situaciones que llevan al agotamiento y en determinados casos a la consulta con especialistas para poder entender y saber qué hacer.

Oportunidad para crecer

Sacarse la lengua, gritarse, pegarse, romper los juguetes del otro, acusarse mutuamente: todo un catálogo de estrategias guerrilleras que hacen perder los nervios a más de un padre o madre. Sin embargo, hay que hacerse a la idea de que tener hermanos conlleva, casi necesariamente, algún tipo de rivalidad, y que en la mayoría de las ocasiones es “normal” e incluso puede ser saludable para el desarrollo de los niños. Las relaciones entre hermanos se presentan como una oportunidad para que ellos aprendan a resolver problemas en un entorno de amor incondicional.

La rivalidad fraterna puede definirse como una competencia debido a la inseguridad, que puede provenir muy frecuentemente de sentirse menos valioso que otro igual a él. Lo que hay que preguntarse es: ¿por qué mi hijo puede llegar a sentirse menos valioso que su hermano o hermana? ¿Por qué se produce rivalidad? A continuación presentamos algunas pistar para poder abordar estas situaciones.

Causas múltiples

Algunos de los motivos de la rivalidad entre hermanos pueden ser los siguientes:

  • Como reto a los padres: la violencia entre hermanos está relacionada con la presencia de los adultos; en muchas ocasiones se comportan de otra manera si están solos. Las peleas y roces entre hermanos pueden ser una forma de captar la atención de los padres.
  • Sentimiento de inseguridad: muchas veces no es necesario que exista una situación real de injusticia en la casa. La propia inseguridad del niño puede llevarlo a formarse ideas equivocadas sobre quiénes son los preferidos de papá y mamá.
  • La envidia: que puede ser consecuencia de un complejo de inferioridad. Puede darse cuando el hermano mayor es muy brillante y el otro lo percibe como un techo inalcanzable. O cuando ve a otro, aunque sea menor, como un rival que todo lo hace mejor que él. Según varios autores, la raíz de todos los sentimientos de inferioridad son las comparaciones, las que oyen de otros o las que ellos mismos hacen por dentro.
  • Por deterioro del vínculo entre los padres: el vínculo entre los hermanos se descompensa como consecuencia directa del fracaso en el vínculo parental-conyugal. El deterioro de la relación de pareja entre los padres provoca una descompensación en la atención a los hijos.

Las relaciones entre hermanos se presentan como una oportunidad para que aprendan a resolver problemas en un entorno de amor incondicional.

Para prevenir los conflictos

  • El clima de familia es muy importante. El amor y la confianza dan lugar a un mejor entendimiento entre todos y es el mejor antídoto contra los celos.
  • Fomentar las responsabilidades diarias. Es necesario propiciar actividades en las que colaboren todos, promover juegos donde tomen parte todos —como los juegos de mesa o en la plaza—, realizar excursiones y viajes.
  • Favorecer las tertulias y sobremesas. Enseñarles a pedir las cosas por favor, a dar gracias, y a pedir perdón.
  • Generar una autoridad en la familia que proteja, oriente, estimule y también imponga límites claros y adecuados.

 Para resolver los conflictos

  • Mantener la calma. Procurar no intervenir en los conflictos, y de hacerlo que sea sólo en caso de que la pelea se complique, o uno de ellos sea dominado por el otro de modo abusivo.
  • Ser justos. Cuando haya que intervenir, no buscar culpables: todos lo son en mayor o menor grado.
  • Estar alerta ante las actitudes de “tiranía” continuadas o las conductas abusivas.
  • No dramatizar demasiado. Evitar las comparaciones: éstas atentan contra la autoestima. Evitar también cualquier tipo de favoritismos entre los hijos. Procurar dedicar similar cantidad de tiempo a cada uno de ellos.

A la hora de intervenir

Si a pesar de todo usted considera que debe intervenir en alguna pelea, tenga en cuenta que:

  • Lo mejor es reprender a los dos, no a uno solo. No pregunte quién empezó, pues la respuesta siempre será la misma: “fue él” o “fue ella quien lo hizo”.
  • No espere que el hijo mayor actúe de una manera más madura que el niño más pequeño. No le sugiera al mayor que es él quien debe ceder.
  • En algunas situaciones puede ser útil que usted actúe como mediador o árbitro, ayudando a cada uno a presentar sus argumentos y expresar sus puntos de vista. Así aprenderán a escucharse. Pero intente no darle la razón a ninguno.
  • Cuando los hermanos desarrollen un patrón de hostilidad y agresividad exacerbada, el niño debe ser protegido de cualquier forma de abuso físico o psicológico por parte del otro.

Con tiempo y esfuerzo lograremos entender la causa de la rivalidad entre los hijos y manejar las situaciones de un modo exitoso. Si por el contrario consideramos que la situación nos supera, siempre cabe la posibilidad de recurrir a la ayuda externa profesional que permita ganar en comprensión acerca de la situación y mejorar la dinámica familiar y las relaciones interpersonales. ¡Ánimo!

Por Antonio Ríos Sarrió

Boletín Salesiano de Argentina, julio 2015

 

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