El pensamiento de Don Bosco sobre el desarrollo y la desigualdad se encuentra a la vanguardia de su tiempo.
Don Bosco no llegó a conocer la encíclica Rerum novarum (1891) de León XIII, que inaugura la Doctrina Social de la Iglesia (DSI). Este documento recoge y actualiza la tradición social de la fe de la Iglesia y el pensamiento social cristiano, situándolo en el marco de la llamada cuestión social: es decir, de las desigualdades e injusticias que padecen los obreros, los pobres y explotados por el liberalismo económico y el injusto sistema de capitalismo industrial de esa época.
Don Bosco se encuentra con esta miseria y pobreza, e intenta responder con las posibilidades y capacidades que tenía. En este sentido, no podemos pedirle a respuestas tal como las concebimos actualmente. Lo que sí es seguro es que, con los medios con que contaba, Don Bosco fue un precursor de la Doctrina Social, mediante una acción y formación social cualificada e integral.
Hacia las causas de la pobreza
La vida, formación y acción espiritual, pastoral y social de Don Bosco estuvo retroalimentada por un conjunto de santos y testigos de la fe que tuvieron una especial sensibilidad social y compromiso con los pobres: por ejemplo, san Vicente de Paúl y san Leonardo Murialdo.
Don Bosco no se conformó con una acción social de tipo asistencial, sino que promovió proyectos de desarrollo a través de su reconocida e impresionante labor educativa
Al igual que Vicente de Paúl, Don Bosco no se conformó solamente con una acción social de tipo asistencial o benéfica, “con dar el pez” —alimentos, ropa—, que haría caer en el asistencialismo y paternalismo, sino que promovió proyectos de desarrollo —“dar la caña de pescar”—, a través de su reconocida e impresionante labor educativa. Además, unido a su sistema de educación preventiva, intentó promover lo que se ha llamado la acción “socio estructural”, pública y política, para que hubiera peces para todos y se pudieran vender a buen precio, para completar así, en clave sociopolítica, el dicho popular del pez y la caña de pescar. Es decir, intentó que la sociedad no se convirtiera en una fábrica de pobreza, donde se generara miseria, marginación y excluidos en serie. Don Bosco trató de llegar a las raíces, a las causas de la pobreza, de forma particular la que sufrían los muchachos de aquella época. De esta forma, defendió y promovió los derechos sociales y laborales de los jóvenes, para que tuvieran un empleo y condiciones laborales humanas y justas.
En Don Bosco, así como en el Evangelio y la Doctrina Social, la caridad no se puede separar de la búsqueda de la justicia social. Al igual que en san Vicente de Paúl, muchas veces no se ha resaltado esta constitutiva dimensión pública, social y política de Don Bosco, que es la dimensión en la que se sitúa y promueve la Doctrina Social de la Iglesia. Estos precursores, siguiendo a Jesús, ejercieron la dimensión profética y política de la caridad que promueve la justicia, el bien común y el desarrollo social. En este sentido, este poco conocido profetismo social de Don Bosco es muy claro. Él tuvo la intención de erradicar la injusticia social y la desigualdad entre ricos y pobres, que es lo que causa el empobrecimiento y la exclusión; y, como consecuencia, la violencia y el odio, tal como muestran hoy las ciencias sociales.
Sin justicia no hay paz
En uno de sus sueños, Don Bosco se refiere a “la obligación de dar limosna”, lamentando que “a los ricos no hay nadie que se atreva a decirles la verdad”: la verdad del Evangelio y de la Doctrina Social sobre la caridad, la justicia y los bienes. La salvación liberadora se realiza en el amor y la justicia con los pobres, que supone una justa distribución de los bienes y recursos. Es decir, que desde los pobres se realiza la salvación en el amor fraterno que comparte y promueve el destino universal de los bienes. Es el sentido de la solidaridad y de la justicia los que piden que se distribuya todo lo que sobra, lo superfluo, hasta quedarse con lo estrictamente necesario para vivir. O lo que es lo mismo, vivir hasta dejar de ser rico para que no haya pobres. Don Bosco, con este mensaje —con su misma vida pobre, solidaria y liberadora, desde los pobres y los jóvenes abandonados—, entendió muy bien que la riqueza deshumaniza, va en contra de la salvación liberadora en el amor y la justicia con los pobres.
Desde su misma vida pobre, solidaria y liberadora, Don Bosco entendió muy bien que la riqueza deshumaniza
Don Bosco comprendió y mostró que cuando no hay solidaridad y justicia social se producen la violencia, el odio y las revueltas. Como enseña la Doctrina Social de la Iglesia, no hay paz sin justicia social y desarrollo integral, sin solidaridad y promoción del bien común. Como sucede hoy, el caldo de cultivo de las guerras, de la violencia y el odio es la injusticia y la opresión que impiden unas condiciones humanas y sociales para la vida. Junto a Leonardo Murialdo, promovió una pastoral o praxis obrera, con el asociacionismo y publicaciones que fomentaban la solidaridad y justicia en el mundo del trabajo, viendo allí la cuestión clave de lo social como señaló Juan Pablo II en su encíclica Laborem exercens.
Con su vida, enseñanza y praxis, Don Bosco es un precursor de la Doctrina Social de la Iglesia, la anticipa en una educación o pedagogía social integral, que cuida todas las dimensiones humanas, morales y espirituales. Todo ello está en las entrañas de la vida y obra de Don Bosco, así como de su sistema educativo preventivo, que impulsa el amor fraterno desde y con los pobres y los jóvenes, buscando el ser “buenos cristianos y honrados ciudadanos” para el servicio, responsabilidad y compromiso por una sociedad más justa y fraterna.
Por Agustín Ortega Cabrera; Boletín Salesiano de España
Mayo 2016