“Dios es el centro, no mi confesión, mis ideas o mis proyectos”

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Del 12 al 14 de abril se realizó en Buenos Aires el primer Congreso Mundial de Diálogo Intercultural e Interreligioso. El papel de la religión en la educación en el siglo XXI.

Dentro del panel sobre “Religión, Educación y Tecnología”, monseñor Eduardo Martín, arzobispo de Rosario, aseguró que “la causa más grave de la crisis de la educación en el mundo en general es la falta de apertura a la trascendencia”. Concretamente, la escuela no puede dar respuesta a algunas preguntas que nacen de la razón pero que son fuertemente religiosas más allá de una creencia en particular: ¿Por qué vale la pena vivir? ¿Para qué estamos en el mundo? ¿De dónde venimos y a dónde vamos? ¿Por qué tenemos que sufrir y por qué tenemos que morir? En este planteo coincidió el doctor Sumer Noufouri, presidente del instituto Islam para la Paz, quien reconoció que, desde su experiencia educativa personal, en la escuela pública había adquirido una enorme cantidad de conocimientos de distintas disciplinas, pero que nunca conoció lo que piensa o siente esa mayoría de la población mundial que cree en algo: “Pareciera que en nombre de la educación laica tenemos que hacer a un lado este tema. Pero al conocer en qué cree el otro, me quitan el primer obstáculo que tengo para el diálogo, que es la ignorancia”.

Por su parte, José Luis Gerlero, director de la obra salesiana León XIII de Buenos Aires, destacó a  la enfermedad y la muerte como dos realidades cotidianas que llevan casi por obligación a preguntarse por el sentido de la vida: “Una educación laica que aborde de manera seria y profunda la realidad humana inevitablemente tiene llegar a la pregunta por lo trascendente”.

La importancia del diálogo

Los expositores coincidieron en la necesidad de educar en el diálogo, en la convivencia pacífica y en la valoración del que piensa diferente. Monseñor Martín expresó que “tenemos que trabajar y educar mejor a nuestros fieles para que sean capaces de una mayor apertura al encuentro, a valorar lo diferente, ya que el otro siempre tiene una riqueza para mí, que me complementa y me ayuda a ampliar el horizonte”. Idéntico fue el planteo de Noufouri, quien remarcó la importancia de de trabajar con los que piensan parecido y también con los que piensan diferente. Además, aclaró sobre la necesidad de hablar de convivencia y no de tolerancia: “Uno tolera lo que no puede eliminar. Mejor, convivamos”.

Asimismo, Gerlero destacó que “el diálogo interreligioso no busca convencer al otro, busca crecer junto con el otro, porque me interesa conocerlo”. En este sentido, remarcó que “quien posee una identidad clara no le teme al diálogo, porque no tiene nada que defender”. Por eso, es importante entender a la experiencia religiosa no como una cosmovisión del mundo, sino justamente como una experiencia que plenifica al hombre: “Cuando hacemos de la experiencia religiosa una plenitud de vida, eso se comparte. El diálogo interreligioso nos invita a ‘compartir plenitudes’ y no a ‘competir totalidades’”. Esto vuelve a colocar a Dios en el centro: “Él es el centro y no yo, ni mi confesión, ni mis ideas, ni mis caprichos, ni mis proyectos. Si Dios es verdaderamente el centro, es imposible no dialogar”, afirmó Gerlero al cierre del panel. Es aquí justamente cuando la mirada vuelve nuevamente sobre la educación, que tiene la enorme capacidad de poder formar a chicos y jóvenes con una mirada trascendente de la existencia que sea una senda hacia la paz.

Por Ezequiel Herrero • redaccion@boletinsalesiano.com.ar

Mayo 2016

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