Saber vivir con esperanza

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En este año tan difícil que estamos viviendo, tiene pleno sentido mirar con esperanza la vida y la luz que aporta y ofrece el Señor.

Ilustración: Freepik

Saludos, queridos amigos y amigas del Boletín Salesiano. Cuando falta poco para la Navidad, deseo comenzar este mensaje compartiendoles un diálogo entre una nieta y su abuela:

— “¿Abuela, si fueras mi hada madrina, qué regalo me harías?” —preguntó la niña a su abuela. 

— “Si fuera tu hada madrina, no te daría vestidos ni carruajes —sonrió la anciana a la pequeña—, sino que te regalaría un conocimiento: saber vivir con esperanza… 

Para que sepas desde joven que el tiempo pasa y no se recupera y por eso debes pasarlo donde se te permita tener una vida plena y llena de sentido con quienes ames y con quienes más te necesiten. 

Para que tomes la decisión de bailar con el viento del cambio y las mareas, pero con los pies bien anclados en la tierra de tu intención, de tus sueños, de tu deseo de ser muy humana y muy divina al mismo tiempo.

Para que no renuncies nunca a que tu corazón sea grande, capaz de recibir en él todo lo que tiene tu vida y la vida de cuantos lleguen a ti.

Eso te regalaría, pero tú ya tienes tu hada madrina: la vida y el amor de Dios”

Amigos y amigas, en este año que estamos viviendo y que tan difícil está resultando, tiene pleno sentido mirar con esperanza la vida y la luz que aporta y ofrece el Señor.

Es cierto que la pobreza de muchos se ha agudizado, pero también lo ha hecho la generosidad de tantos otros. Ha habido despedidas dolorosas de seres queridos, pero también silencios y miradas que han abrazado. Por eso tiene pleno sentido, como en el caso de la abuela a su nieta, desearnos esa vida que se construye día a día, a veces con lágrimas y cansancios, pero también con sonrisas, con sueños y con esperanza.

La fiesta de Navidad vuelve cargada de luz y de esperanza. El nacimiento de Belén aparece ante nuestros ojos y nuestra memoria con toda su esencia humana. Nos coloca frente a los eternos valores que trajo este niño encarnado, para una humanidad hambrienta y a veces enferma, privada de un horizonte alcanzable o una brújula para la vida. Una humanidad que en la pandemia se experimenta más frágil, llena de poder vacío, pero necesitada de esperanza, una esperanza que nace desde lo más profundo del ser humano, a fin de ser imagen y semejanza del Dios que es Amor.  

Por eso el Nacimiento se nos vuelve a proponer como una forma de actuar capaz de hacerse cargo nuevamente de cada hermano. La pandemia nos obliga a alentar nuevas relaciones, sin recluirnos, mientras el niño nos invita a dar nuestra existencia o parte de la misma al prójimo. La fiesta de Navidad nos ayuda a vivir también la precariedad, los límites y la enfermedad, y nos abre cada mañana a la fe y a la esperanza. 

En el saludo de Navidad que he escrito para enviar en algunas tarjetas postales elegí un brevísimo texto precioso y profundo de la encíclica del papa Benedicto XVI, En esperanza fuimos salvados. Se los comparto en este saludo porque nos habla justamente de la vida como camino y meta, como un viaje en el mar de la historia, a veces entre tormentas que pueden tener el nombre de “COVID” o de otras pandemias. Un viaje donde las verdaderas estrellas que nos guían son personas que irradian luz y esperanza, hasta llegar a quien es la Luz por antonomasia, Jesús, el Hijo de Dios y de María, que puso su tienda entre nosotros en aquella noche de Navidad:

“La vida humana es un camino. 
¿Hacia qué meta? 
¿Cómo encontramos el rumbo? 
La vida es como un viaje por el mar de la historia,
a menudo oscuro y borrascoso, 
un viaje en el que escudriñamos 
los astros que nos indican la ruta. 

Las verdaderas estrellas de nuestra vida 
son las personas que han sabido vivir rectamente. 
Ellas son luces de esperanza. 

Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, 
el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. 
Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, 
personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, 
ofreciendo así orientación para nuestra travesía. 

Y ¿quién mejor que María podría ser para nosotros estrella de esperanza? 
Ella que con su ‘sì’ abrió la puerta de nuestro mundo a Dios mismo; 
Ella que se convirtió en el Arca viviente de la Alianza, 
en la que Dios se hizo carne, 
se hizo uno de nosotros, 
plantó su tienda entre nosotros”.

Amigos y amigos, les deseo una muy Feliz Navidad, a las familias, a quienes se sienten solos y abandonados, a quienes se saben movidos por la esperanza.

Don Ángel Fernández Artime

BOLETIN SALESIANO – DICIEMBRE 2020

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