Por: Juan José Chiappetti
Hace un mes millones en nuestro país no dejaban de sorprenderse frente a la noticia: el nuevo Papa era argentino. Algunos lo conocían de cerca, por tratarlo directamente, otros por haberlo escuchado en alguna misa; para muchos, era sólo una figura pública, cardenal primado de Argentina, que aparecía cada tanto en los medios. Un poco más o un poco menos, en general había una cierta idea de quién era el cardenal Jorge Bergoglio. Por ello, el hecho de verlo salir al balcón de la basílica de San Pedro de Roma y escuchar su primer saludo a la multitud, “Buona sera” –“Buenas tardes” diríamos por acá – emocionó a muchos, a algunos hasta las lágrimas.
Con el correr de las horas y de los días, las palabras, los discursos, pero en especial los gestos fueron dejando de ser simplemente “conocidos” para transformarse en “cercanos”, “familiares”, “de los nuestros”. Y cuando hablamos “de los nuestros” no hablamos de una facción singular y fanática, sino de aquellos con quienes se comparte un mismo lenguaje, o con los que podemos llegar a defender los mismos valores. Ya no era tanto el ser argentino lo que llamaba la atención, sino que las acciones iban coincidiendo con muchos, con el común de hombres y mujeres que no transitan el mundo con grandes pompas y ornamentos.
“¿Por qué venís a rezar por el Papa?”, les preguntábamos a los jóvenes que de a miles se acercaron a la Catedral Metropolitana el lunes 18 a la noche esperando que a la mañana comenzara la transmisión de la celebración de inicio del servicio de unidad de Francisco, en Roma. “Para hacerle el aguante, porque creo que va a cambiar la Iglesia”, “Porque la Iglesia necesita de este Papa, ¿no lo viste? ¿Quién otro siendo Papa va a ir a pagar el hotel?”, “Porque es re humilde, así va a cambiar a la Iglesia”, “Porque no es agrandado y eso va a ayudar a que los jóvenes volvamos a la Iglesia”, “No sé por qué, pero me gusta, me llega”, “Porque me está haciendo volver a creer”, “Porque pidió que recemos por él”. La síntesis de las respuestas alude a gestos, no a palabras. No a discursos, que muchos podemos dar pero pocos podemos practicar, sino a pequeñas actitudes que no están hechas desde lo alto sino aquellas que, por pequeñas y al alcance de todos, nos desafían.
Más allá de una “emoción extra” por su ser argentino, que algunos momentáneamente pudieron sentir, fueron muchos los adolescentes y jóvenes que se mostraron movilizados ante los primeros gestos del papa Francisco. El encuentro en distintos puntos del país no fue fruto de un fogoneo mediático ni, en el caso de la ciudad de Buenos Aires, del asueto dispuesto; los chicos y las chicas que se congregaron lo hicieron libremente, no los movía ninguna medida gubernamental o confrontación opositora, sino que fue fruto del querer expresar un sentir general entre ellos: “Estamos con vos”, “Rezamos por vos”.
¿Qué significa esto? ¿Por qué alguien se sienta a rezar por otro? Significa que desde la fe se está en comunión con quien le pide oración, con sus acciones que muestran el auténtico rostro de Dios, que en el fondo es Quien nos une. Muchos de nuestros anhelos, nuestro sentir la Iglesia, están en sintonía con los gestos que fueron apareciendo en la figura de Francisco, y esto que estamos viendo es algo nuevo y nos devuelve la esperanza. Es reconocer que anhelamos ver algo distinto, porque no nos es indiferente la Iglesia. Y estos gestos nos la muestran más ligada a Jesús. Y sentimos que la volvemos a notar cercana, no alejada. Y Jesús, con su «Buena Nueva», con ese Reino como programa de vida, nos interesa, y mucho…
Don Bosco en su carta de 1884 a los salesianos, ante su preocupación porque los educadores se habían ido del patio y ya no estaban con los chicos, les recomendó firmemente: “No basta amarlos, es preciso que se den cuenta que son amados”. Los jóvenes y los no tan jóvenes están deseosos de gestos sencillos y familiares que los ayuden a creer, a no distanciar la fe de la práctica. A comprender que lo que se anuncia es posible de ser vivido en la Iglesia. En la frase de Don Bosco encontramos la síntesis de este primer mes de papado de Francisco. Los jóvenes y los no tan jóvenes lo observan, lo aplauden pero sobre todo, como él pidió, rezan por él porque, desde estos gestos de cercanía, se reconocen compañeros en el camino de la fe.
BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – ABRIL 2013