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Una mirada desde el Evangelio de Jesús y la opción de Don Bosco por los jóvenes sobre algunos hechos de actualidad.


La historia que no se ve

cantini

En el municipio de Resistencia, Chaco, se habla desde hace tiempo de “estrategias de reemplazo” de la tracción a sangre; un proyecto de ordenanza recientemente aprobado dio el primer paso. Una organización que defiende los derechos de los animales evocó su larga lucha y citó “pruebas piloto” que permiten la reconversión de los carros tirados por caballos en la ciudad. Otros, en el debate, llamaron a superar la discusión del maltrato animal, para hacer foco en la complejidad del problema como indicador socioeconómico contundente. La ordenanza, por su parte, apunta a un programa de inclusión de los carreros y sus familias, bajo el concepto de dignificar el trabajo del reciclador urbano.

Muchas de estas familias están hoy por debajo de la línea de la pobreza y otras en la indigencia. Conforman una población adulta que abandonó la escuela y de hijos a un paso de repetir sus historias. Un trabajo familiar en condiciones insalubres a cambio de subsistencia. Un oficio aprendido en la infancia bajo todas las formas de precariedad. Una crónica de perdedores invisibles en el paisaje urbano de la desigualdad.

¿Puede hablarse en estos escenarios extremos de simplificar lo complejo, sin desentenderse de la historia de fondo? Quizás, si el sistema desarrolla una capacidad de gestión ajustada a la complejidad de la realidad en la que debe intervenir. Desafío a primera vista desmedido para los buenos propósitos de una ordenanza. Desde el fondo, suben los gritos de los chicos que sobre los carros regresan a sus mundos en la noche, forzados a vivir sin esperanza. Volcamos hacia ellos la mirada.

María Lucía Cantini, hma

 

“Tengo que hablar…tengo que arriesgar”

moreno

Hacia mediados del año 2015 nacía en la ciudad de Córdoba un colectivo denominado Común Unión. El mismo está compuesto por diversas organizaciones sociales y eclesiales convocadas la creciente violencia policial en nuestras barriadas, la estigmatización de la pobreza y el flagelo del consumo problemático de drogas como fenómenos socio-culturales. Algunos salesianos que allí vivimos participamos activamente de las propuestas.

Recientemente varios acontecimientos nos empujaron a manifestarnos públicamente: entre ellos el plan nacional de lucha contra el narcotráfico, la reaparición mediática de esta cuestión y la constatación de uno de los integrantes del colectivo, el padre Mariano Oberlín —de significativa labor— de que el drama del paco avanza día a día.

Son dos los ejes que atraviesan el trabajo de Común Unión. Uno es la importancia de trabajar juntos para encarar con profundidad la compleja realidad que viven los jóvenes en situación de vulnerabilidad. Somos un colectivo integrado por diversas organizaciones que buscamos dejar de lado las diferencias y priorizar los espacios de coincidencias y acción común. Por otro lado nos convoca la necesidad de reflexionar y expresarnos públicamente sobre la realidad que habitamos a diario, para ayudar a tomar conciencia sobre las múltiples dimensiones alrededor de las cuáles se mueven temas tan discutidos y mediáticos como la seguridad o las drogas.

El 2 de septiembre se presentó un comunicado dónde denunciamos que el flagelo de las drogas “no es generado por los sectores más humildes de nuestro pueblo, sino que es allí donde muestra su cara más cruel”. Además renovamos la confianza en la inclusión como la herramienta más eficaz para avanza en la prevención y acompañamiento de situaciones de adicción.

Ese mismo día se realizó una marcha de antorchas como signo de lucha contra este negocio. Ese mismo gesto se repetirá los primeros viernes de cada mes, buscando visibilizar la complejidad del entramado social que se encuentra por detrás de una problemática tan acuciante. Profecía, denuncia, anuncio y acción para intentar seguir construyendo un mundo mejor.

Mauro Moreno Role, sdb

 

Dos caras de una misma moneda

El pasado 10 de agosto, la policía de Rio Negro encontró cerca de Bariloche el cuerpo de Lucas Muñoz —un joven policía de 29 años— quien permanecía desaparecido desde el 14 de julio. Sus familiares y amigos aseguran que estaba investigando ciertos hechos que vinculaban a agentes policiales con el narcotráfico y la trata. “Me decía que la ciudad no daba para más” dijo Daniela Rodia, novia de Lucas, según publicó el diario Clarín el 11 de agosto.

Si bien desde la desaparición de Muñoz muchos buscaron acallar el tema y sacar de la causa las denuncias que vinculan a la policía con la red de narcotráfico y trata, otras instituciones sociales hicieron que no se silencie y acompañaron a la familia y a los amigos en su búsqueda de justicia. La presión llegó hasta el mismo gobernador de Río Negro, Alberto Weretilneck, quien intervino la Regional Tercera de la Policía y pasó a disponibilidad a varios jefes policiales luego de ser denunciados por irregularidades en la investigación. Esto subraya la relación entre la muerte de Muñoz y la corrupción policial en Bariloche.

“La muerte de Lucas; el asesinato de los chicos en junio del 2010; el caso Garrido; la persecución de los chicos del Alto, incluso de sus murgas; los antecedentes de los homicidios conocidos como la tres de mayo; deben llevar a evitar soluciones mágicas como es el cambio de titulares de comisaría o de jefe de policía, lo que no tiene sentido sin la reforma democrática que exige la institución policial con la mayor participación de los diferentes sectores sociales”, indicó en un comunicado, la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.

Ya en septiembre de 2008 en un artículo del Boletín Salesiano se tomaba nota de las “dos caras de una misma moneda” que se desarrollaban en Bariloche y se mostraba la preocupación de muchos por los asesinatos y suicidios de jóvenes que se venían sucediendo a causa del consumo o el vínculo con el narcotráfico. Según datos publicados por la municipalidad de Bariloche, todos los años más de 130 mil jóvenes de todo el país pasan diez días de alegría y fiesta en torno al viaje de egresados. Los muchachos y las chicas vuelven a ser el centro de negocios perversos. Hoy hablamos de Bariloche pero también podemos estar haciéndolo de Buenos Aires, de Mendoza o de cualquier punto de Argentina: nuestra sociedad abandona la vida de nuestros jóvenes en manos de una corrupción que los asesina, mientras les vende alegría enmascarada. Esa corrupción no tiene límites geográficos, ni sociales, ni de poderes. Gana y para ello mata, nada le importa.

Roberto Monarca

 

Boletín Salesiano, octubre 2016

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