La devoción a María Auxiliadora
Uno de los legados más importantes que Don Bosco deja a la Familia Salesiana es la devoción por María Auxiliadora. Un sinnúmero de escuelas, capillas, plazas y barrios en todo el mundo llevan su nombre. Millones de niños, jóvenes y adultos se encuentran en torno a la Virgen y reciben el cobijo de su manto. Aunque la devoción ya existía previamente, fue Don Bosco quien le dio popularidad mundial, y quien la dejó como ejemplo, amparo y estímulo.
Siempre presente
En la vida de Juan Bosco la Virgen María siempre estuvo presente, particularmente gracias a que su madre, Margarita, le inculcó a partir de las oraciones y de la vida cotidiana, su amor y devoción. En el sueño de los nueve años, tan significativo en su vida, es justamente la Virgen quien le indica a Juan su vocación de sacerdote.
En 1862, Don Bosco reafirma su opción mariana al expresar que“la Virgen quiere que la honremos con el título de Auxiliadora: los tiempos que corren son tan duros que tenemos necesidad de que sea ella quien nos ayude a conservar y defender la fe cristiana”.
Hoy se vuelve necesario contar con un auxilio para vivir con autenticidad el mensaje de Jesús.
Al año siguiente emprende la construcción del templo —actual Basílica de María Auxiliadora—que la Virgen, a través de un sueño, le había pedido que realizara en Turín. Aunque en ese momento sólo contaba con unas pocas monedas que destinó al primer pago del constructor, fueron tantos y tan grandes los milagros que la Auxiliadora fue concediendo a sus devotos, que sólo cuatro años después tamaña empresa ya estuvo terminada. Al respecto, Don Bosco solía decir: “Cada ladrillo de este templo corresponde a un milagro de la Santísima Virgen”. Y en este sentido, una convicción que atravesó toda su obra y que repetía cada vez que podía era que “todo lo ha hecho Ella” o bien “No he sido yo, ha sido la Virgen Auxiliadora quien te ha salvado”. Por eso le pedía a los muchachos y a los salesianos que repitan varias veces al día una pequeña oración —“María Auxiliadora, ruega por nosotros”— y que propaguen su devoción: “Así conocerán lo que son los milagros”.
Siempre presente en nuestra vida
No solo en tiempos de Don Bosco se extendió esta devoción:es llamativa su actualidad, sobre todo considerando los tiempos difíciles que deben atravesar los jóvenes. Hoy más que nunca se vuelve necesario contar con un auxilio, un acompañamiento particular para poder vivir con autenticidad el mensaje de Jesús. Sobre todo cuando, muchas veces, estamos bombardeados por estilos de vida que no coinciden con los criterios y las actitudes del Evangelio.
Ante los desafíos delos tiempos actuales, María se nos presenta como un ejemplo de vida que se funda en el amor y la disponibilidad. Ejemplo de escucha de la Palabra de Dios, que fecunda la tarea educativa y evangelizadora.
“No he sido yo, ha sido la Virgen Auxiliadora quien te ha salvado”, solía decir Don Bosco.
Pero también la invocamos como amparo. Bajo su manto encontramos protección, reposo y paz, un lugar donde descansar de nuestras luchas y reponernos de nuestros fracasos y desalientos.
Y al mismo tiempo la sentimos como un estímulo que nos desafía a no bajar los brazos, a perseverar en el camino de la entrega alegre y generosa, a vivir la santidad de lo cotidiano, a seguir cultivando el arte de escuchar y acompañar a los jóvenes.
Hoy toda la Familia Salesiana, fiel al espíritu de nuestros fundadores y en las diversas presencias que llevamos adelante, seguimos proponiendo como ejemplo, amparo y estímulo el auxilio que viene de nuestra querida Virgen María.
Y siempre presente en la vida de la Iglesia
El primero que llamó a la Virgen María con el título de “Auxiliadora” fue San Juan Crisóstomo, en la Constantinopla del siglo IV.Él dice: “Tú, María, eres auxilio potentísimo de Dios”.
Años más tarde, en 749,San Juan Damasceno fue el primero en propagar la jaculatoria: “María Auxiliadora, rogad por nosotros”. Y repite que la Virgen es “Auxiliadora para evitar males y peligros y para conseguir la salvación”.
Ya en 1572, el papa Pío V ordenó que en todo el mundo se rezara en las letanías: “María Auxiliadora, rogad por nosotros”. El año anterior, una liga de reinos de Europa occidental había vencido frente a la invasión del ejército otomano en la famosa batalla de Lepanto. Los fieles católicos de la época vieron en ese triunfo militar el apoyo de la Virgen yendo en “auxilio” de los cristianos.
Finalmente, en 1814, estando el papa Pío VII prisionero de Napoleón, prometió a la Virgen que el día que llegara a Roma en libertad lo declararía fiesta de María Auxiliadora. Inesperadamente, el pontífice llegó a la ciudad italiana el 24 de mayo.
Otros papas también cultivaron una especial devoción por la Auxiliadora. Una imagen tomada de un Boletín Salesiano colgaba en la pared de la habitación de San Juan XXIII, quien la proclamó Patrona del Concilio Vaticano II. San Juan Pablo II solía acudir a la iglesia de los salesianos de Cracovia, Polonia, donde oraba en la capilla de María Auxiliadora. Allí, el 3 de noviembre de 1946, celebró una de sus primeras misas como sacerdote. Y el papa Francisco, en su paso por la obra salesiana de Ramos Mejía, aprendió a amar a la Virgen. Como arzobispo de Buenos Aires, cada 24 de mayo rezaba la misa central de la fiesta de la Auxiliadora en la Basílica de Almagro.
Por Carlos Bosio, sdb • cbosio@donbosco.org.ar
Boletín Salesiano, mayo 2018