En aislamiento permanente

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En muchas zonas del país, la distancia social es la realidad de todos los días

Por Pedro Narambuena, sdb
petrusnsdb@yahoo.com.ar

Desde hace cuatro meses, la propuesta para combatir la pandemia y la amenaza del COVID-19 es el aislamiento y la distancia social. La tarea no es fácil, estábamos acostumbrados a una cotidianidad diferente: nos podíamos abrazar, compartir el mate, encontrarnos para comer… 

Pero en un territorio tan grande y diverso como el de Argentina, la realidad también era y sigue siendo diversa. Una situación que para muchos es un esfuerzo y se hace cuesta arriba, para otros es algo permanente, porque los hemos olvidado o los hemos descartado. 

Donde falta mucho…

En la llamada “Línea sur” de Río Negro y en la meseta norte del Chubut, donde algunos afirman que “no hay nada”, son muchos los pobladores que viven en aislamiento permanente; ya sea por la distancia geográfica, por la realidad de los caminos, por la dificultad en las comunicaciones o porque no cuentan para las leyes del mercado. Viven en aislamiento permanente por no estar en zonas de interés para la mayoría. 

Se trata de aislamientos más dolorosos, porque son fruto de la indiferencia y la falta de justicia, del olvido de la sociedad y de sus instituciones. A esa realidad se suma durante buena parte del año la dureza del clima, la falta de caminos y de servicios mínimos. Si bien hoy han mejorado las comunicaciones y el acceso a la electricidad, queda todavía mucho por hacer: mejorar rutas y puentes, lugares para el cuidado de la salud, acceso a la justicia y defensa de los derechos.

La falta de escuelas y de oportunidades de estudio y trabajo lleva a los jóvenes a buscar otros horizontes. Así, el aislamiento se profundiza y van quedando las personas mayores, los abuelos, que viven mucho tiempo solos, apenas acompañados por sus perros. Siempre fuera de la mirada y de las opciones políticas de nuestra sociedad. 

Ante esa realidad que se extiende en el tiempo, las palabras de Ceferino Namuncurá a su papá cobran otro sentido: “Qué mal que estamos acá en la miseria. Quiero estudiar para ser útil a mi gente”. Frente a tantos hermanos excluidos y aislados, marginados, postergados de derechos y posibilidades de una vida más digna, las opciones del pequeño mapuche siguen siendo un desafío. 

Son muchos los que en esos largos, polvorientos y sinuosos caminos esperan una sociedad samaritana. Que se detenga. Que se incline, se conmueva y comprometa, más allá de la solidaridad de una campaña. Que cure sus heridas y que abra puertas donde se respire hogar, familia. Donde se comparta la mesa, anticipo del Reino. Una mesa con lugar para todos.

En la meseta norte del Chubut, levantarse una mañana y encontrar la casita totalmente cubierta de nieve es algo habitual. En la zona la leña no abunda y el gas, si llega, es envasado y con alto costo.

… hay mucho para dar 

En ese contexto tan adverso se asume con cierta naturalidad una vida solitaria y acorde al ritmo de la naturaleza. Una vida que tiene mucho para enseñarle a quienes viven apurados y sumergidos en el medio de la ciudad. Allí se valora y espera la llegada de las visitas, que es motivo de fiesta. Siempre hay alguien dispuesto para atender al que llega. Se convive y valora lo que la naturaleza ofrece en cada situación. Se hace frente a lo que viene con lo que se tiene, aunque a veces parezca poco. Allí no se vive para tener, o acumular. Se vive y se lucha para salir adelante. Siempre hay tiempo para la “gauchada” y dar una mano si alguien la necesita.

Esta actitud de vida, que espera el encuentro y atiende al que llega, muestra que el tiempo está para vivirlo, no tanto para medirlo. Donde la naturaleza es compañera y no enemiga, ni solo fuente de posibles riquezas. Donde sin apariencias o caretas se ofrece lo que se es y se comparte lo que se tiene sin especulación.

Quizás este tiempo nos ayude más a los que vivimos “conectados” pero alejados, a los que recorremos las mismas calles, pero somos casi desconocidos. Quizás, como ocurre en estos lugares, este tiempo de aislamiento nos ayude a renovar y dar más calidad a nuestros encuentros. A cuidar y valorar el entorno y la naturaleza. A superar la exclusión y el alejamiento de tantos hermanos. 

A fin de cuentas, tanto unos como otros tratamos de poner en práctica lo que Lucas expresa en el Evangelio: “Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y lo demás se dará por añadidura”.

BOLETÍN SALESIANO – AGOSTO 2020

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