Abierto por vacaciones

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Durante el verano, miles de jóvenes dedican su tiempo de descanso a preparar y llevar adelante actividades para que otros puedan disfrutar de la naturaleza y el entretenimiento.

Con las últimas materias del secundario a cuestas, Fernando empezó a trabajar el año pasado en un local de ropa. Este enero va a disfrutar de sus primeros quince días de vacaciones. Está contento de haber podido coordinar la fecha que quería con sus compañeros del negocio: va a usar parte de esos días para ir como animador al campamento de los exploradores, que junto al resto de su grupo vienen preparando desde hace meses.

Como él, miles de jóvenes dedican su tiempo de descanso a preparar y llevar adelante un sinnúmero de actividades de verano que son escuela de vida para chicos y chicas de todo el país. Apuestan a construir con otros unas “vacaciones” distintas, con el objetivo de que todos participen, disfruten y aprendan.

Desde hace tiempo que las fotos de personas en lugares “exóticos” parecen inundar las redes sociales. Difícil no repetir las pegadizas publicidades de las empresas que prometen “el hotel que soñaste” o “pagar menos por viajar”. Frente a este panorama, la idea de dedicar el tiempo de vacaciones para preparar y llevar adelante actividades donde otras personas sean las que disfruten, y además hacerlo de manera voluntaria y con gran dedicación, es algo “contracultural” que merece ser celebrado.

Temporada de verano

Distintas obras de la Familia Salesiana de todo el país respondieron una breve encuesta realizada por el Boletín Salesiano. En tres de cada cuatro casas salesianas hay actividades durante el verano: campamentos de exploradores, oratorios, grupos juveniles y Mallín; colonias y oratorios de verano; grupos misioneros; incluso murgas que se preparan para el carnaval.

En cada obra estas experiencias son muy valoradas. En la ciudad de Corrientes, por ejemplo, el oratorio de verano no sólo es una propuesta de calidad para trescientos chicos y chicas de los barrios cercanos al centro Domingo y Laura, sino que también es una oportunidad para el trabajo conjunto de unos veinticinco animadores de las tres obras salesianas de la ciudad.

¿Cuántos chicos y chicas conocerán por primera vez el mar, las montañas o la vida al aire libre gracias al viaje de su grupo?

En muchos casos, las actividades de verano se preparan con bastante tiempo de anticipación, sobre todo para cubrir sus costos. Venta de tortas, pizzas o empanadas, rifas o ferias de ropa, fiestas y festivales. Estas acciones hacen crecer a los grupos, ya que todos se ponen a trabajar por un mismo: asegurarse que a las actividades de verano no les falte nada.

¿Cuántos chicos y chicas conocerán por primera vez el mar, las montañas o la vida al aire libre gracias al viaje de su grupo? ¿Cuántos tendrán la posibilidad de vivir un verano distinto aún cerca de su casa? Como la colonia de vacaciones del Oratorio Don Bosco de Santiago del Estero, que durante dos semanas recibe a más de trescientos chicos y chicas de la ciudad, y a unos quince voluntarios de otras zonas del país que se suman a colaborar. O los chicos de los oratorios de la zona sur del conurbano bonaerense, que se turnan para disfrutar por una semana de las instalaciones del predio de Campodónico, Buenos Aires, donde los espera la pileta, las cabalgatas y un campo enorme para jugar.

Con todas las comodidades

Ya sea que se trate de campamentos, oratorios o misiones, todas estas actividades son experiencias de comunidad. No hay lugar para que cada uno “haga la suya”. Implican ponerse de acuerdo con un gran número de personas y establecer pautas que permitan a todos disfrutar de la propuesta. Hay que levantarse temprano, al mismo horario que el resto, esperar a los demás para las comidas, colaborar de manera equitativa con las tareas, avisar de los movimientos.

Ya sea que se trate de campamentos, oratorios o misiones, todas estas actividades son experiencias de comunidad. No hay lugar para que cada uno “haga la suya”.

Para muchos chicos y chicas será además la primera experiencia de pasar la noche lejos de la familia, el momento de aprender a cocinar, a barrer o a cuidar y mantener ordenadas las propias pertenencias. Todo eso sin la play y con poca señal de celular. Aprendiendo a pasarla bien sin pantallas y sin la necesidad de comprar ni consumir nada.

En síntesis, alejarse de algunas “comodidades” por un tiempo, pero para conocer otra “comodidad”: la de poder ser uno mismo, sentirse a gusto con un grupo, aprender cosas nuevas, encontrar a Dios en la naturaleza y en el otro.

Aprender con otros

Recordemos que la gran mayoría de los jóvenes que llevan adelante estas actividades de verano, durante el año participan activamente en oratorios, apoyos escolares, Exploradores, grupos juveniles, misioneros, de catequesis, comedores, escuelitas deportivas.

Con mayor o menor dificultad estudian, dan sus primeros pasos en el mundo laboral. Pero también, como cualquier joven de su edad, discuten con sus padres, vuelven tarde a casa, dejan cosas sin hacer y no se despegan del teléfono celular. Son pibes de carne y hueso. Personas comunes que hacen algo fuera de lo común: regalarle su tiempo y sus manos a otros que lo necesitan.

Por Juan José Chiappetti y Santiago Valdemoros

BOLETÍN SALESIANO – NOVIEMBRE 2018

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