Trece razones… para pensar

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Ideas para reflexionar sobre 13 reasons why, nueva serie de Netflix

Hace rato me venían diciendo que mirara unanueva miniserie de Netflix, tituladaPor trece razones13 reasons why, en inglés—.La misma contiene imágenes y argumentos muy fuertes, que sería conveniente que estén acompañados por la mirada y la opinión de un adulto. Plantea problemáticas complejas y trágicas;noreales, pero sí verosímiles:no olvidemos que es una ficción y no un informe científico. Por suerte,tal aglomeración de hechos desafortunados no es tanfrecuente en lo cotidiano.Sin detenernos en lasproblemáticas del suicidio adolescente y el hostigamiento escolar, podemos reflexionar sobre algunos otros temas que se desprenden de la serie.

Y acá, ¿quién educa?

Los padres en esta ficción parecen lejanos,incapaces de poder orientar a sus hijos,o cuanto menos de poner límites en situaciones de total desborde que ocurren en sus propias casas.Recuerdouna gran película de1989, La sociedad de los poetas muertos.Un padre de trato férreo, buscando lo mejor para su hijo, pero sin tener la mínima empatía con sussentimientos, lo arrincona frente al suicidio cuando lo obliga a elegir un futuro que no desea. En Por trece razones, parecen ser los otros adolescentes los que arrinconan a la joven. Pero entre los múltiples desencadenantes, sus padres contribuyen estando lejos de la situación,al punto de necesitar luego degrabaciones para saber no solamente qué pasó, sino quién era su hija.
En la citada película, ambientada a fines de los años cincuenta, se muestra una paternidad autoritaria y distante. Pero sin disfraces: los padres son la autoridad inapelable que se delega parcialmente en la escuela. La rigidez sin empatía produce la crisis. En la moderna miniserie,la distancia con los hijos está oculta detrás de actitudes sobreprotectoras, que aparentan comprender pero que, simplemente, dejan hacer. Parecen confiar en la madurez de sus hijos, sin querer descubrir que esa madurez no es tal. En ese cómodo autoengaño, son incapaces de educar. La autoridad, entendida sabiamente, no la tiene nadie: ni ellos, ni la escuela. El mundo adulto parece estar desvalorizado:¿quién quiere crecer para entrar a ese mundo?

Corazón, sí. Profesionalismo, también

Por otra parte, los docentes implicados en la historiase representan de un mondoun pococliché:el director, al que solamente le interesa cuidarla escuela y su puesto, ajeno al mundo de los alumnos;la profesora, que trata de educar en valores y habilidades comunicativas, pero parece incapaz de todas ellas.
Resulta particularmente impactante el personaje del consejero escolar. Nose informa sobre su profesionalización o experiencia. Sísemuestra que no parece faltarle voluntad, incluso conun interés real en los alumnos. Todos pueden cometer errores, pero este personaje demuestra no estar a la altura del puesto para el que ha sido contratado. No parece tener experiencia ni estar en equipo con alguien que la tenga y lo pueda formar. Falla peligrosamente en las más básicas interacciones con los jóvenes.
Esterol, similar al de los psicólogos y psicopedagogos que hay en nuestrasescuelas, no puede ser ocupado por alguien pobre en formación y experiencia,menos aún si no tiene un equipo detrás. La buena voluntad o la cercanía con la institución no bastan para la elección. Es un cargocon responsabilidad ante delicadas situaciones personales de los alumnos y de la vida institucional. Es necesario que quienes desarrollan su actividad diaria en un ámbito educativo busquen la profesionalización de su tarea.Trabajo en equipo, dedicación y formación se imponen como palabras claves.

Más esperanza que temor 

Los adolescentes de la miniserie parecen carecer de las más mínimas posibilidades de pensar en el otro,excepto en situaciones extremas.Esta visión desesperanzadoraparecelo más aterrador de la historia.No confiando en las reales posibilidades de los jóvenes de obrar por amor o comprensión,se pretende educarlos diciendo:“Cuidado con lo que hacés, porque mirá lo mal que puede terminar todo…”.Y en un ejemplo de ese“efecto mariposa”, tan afín a la cultura mediática estadounidense, se desencadena la catástrofe. En un anexo dela miniserie, conentrevistas a susactores, asesores y directores, se hace explícita esta intención.
Frente a la facilidad para “hacer pensar” que enriquece a la serie, parece pobre su planteo basado en “hacer temer”. Es como un laberinto en el que no se propone ninguna salida. Y los espectadores quedan en un lugar muy infantil, como si se los retara señalándolos con el dedo.Su mirada de la población adolescente es sesgada, dividida en víctimas y victimarios.Quienes estamos en continua vinculación con los jóvenes vemos permanentemente gestos de amor y de cuidado hacia sus pares. Sin duda que notamos también ese egoísmo tan propio de esta frágil etapa de la vida, pero sabemos que convive con enormes actitudes generosas.

Remarcar las maravillosas actitudes que los adolescentes tienen a diario parece mejor camino pedagógico que el temor.

Dar razones para vivir

Para ayudar a cambiar, más que asustar, lo primero que hay que hacer es mostrar a las personas, con total honestidad, sus potencialidades. Ya los psicólogos conductistas afirmaban que los premios daban más resultados que los castigos. No se puede tirarle a la cara lo que la persona no ve y angustiarla diciéndole: “Modificálo,porque vas mal”. ¿Qué cambio de mentalidad se logra sin llegar a vislumbrar la nueva idea?
Mirar con esperanza las raíces de bondad que hay en la cultura adolescente se impone como camino: es el optimismo con el que el educador debe mirar al joven.Remarcar también las maravillosas actitudes que los adolescentes tienen a diario es hacer honor a la verdad y parece mejor camino pedagógico que el temor.Ver la generosidad de nuestros adolescentes rompe la angustia de un futuro fatal.
El mundo adolescente se nos muestra en la serie sin apertura a lo sagrado, sin educación en valores trascendentes. Impulsar a los jóvenes a mirar la historia humana y la propia con la esperanza que surge de la trascendencia, rompe el sinsentido vital. Ayudarlos a descubrir dentro suyo el sentimiento de comunidad, que impulsa a vivir con el otro y para el otro, conduciendo hacia el amor en su dimensión humana y divina, es dar razones para vivir.

Por Adrián Barcas * • adrianmbarcas@gmail.com

* Adrián Barcas es docente salesiano, Magister en Psicología y Aprendizaje, con amplia experiencia en el ámbito educativo y en el trabajo terapéutico con adolescentes.

Boletín Salesiano, julio 2017

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