¿Cómo reconocer los milagros que caminan a nuestro alrededor si somos incapaces de mirar con profundidad a quienes están a nuestro lado? El amor nos enfrenta siempre al desafío de la mirada, a aprender a develar lo que está oculto, lo que se esconde, lo que no se deja ver con facilidad. El amor nos abre los ojos para poder encontrarnos verdaderamente con lo que hay en el corazón del otro.
Cada vez que nos cruzamos con un chico o una chica estamos llamados a abrir los ojos y el corazón, desafiados a encontrarnos con el milagro que habita en su interior pero que sólo se develará si somos capaces de mostrarles, también nosotros, nuestro corazón.
No es fácil acompañar la vida de los pibes: sus historias sufrientes, sus angustias, sus experiencias de soledad y vacío; sus alegrías, su búsqueda desenfrenada de afecto, su sensibilidad con el que sufre, sus deseos de compromiso; sus violencias, sus desbordes, sus amores, sus logros… Nunca es fácil acompañar, pero sin dudas es desafiante y hermoso.
Como educadores salesianos estamos llamados a cuidar, acompañar, sostener y animar la vida, optando siempre por los jóvenes más vulnerables, más necesitados. Y nuestra opción debe ser real y comprometida. Debe reflejarse en nuestras palabras y en nuestras acciones, sostenerse con nuestra coherencia, alimentarse con nuestro trabajo y nuestra lucha por la verdad y la justicia. Porque sólo veremos el milagro cuando aprendamos a mirar más allá de los prejuicios y los temores, cuando ayudemos a que cada joven se ponga de pie y construya su camino, cuando animemos a cada uno a desplegar la vida que guarda en su interior.
Que nuestro corazón aprenda a cuidar, a animar y a sostener, aprendiendo a maravillarse por tantos milagros que caminan a nuestro lado.
Por Evangelina Petrelli