Preocupaciones de Navidad

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Para muchas personas, el hecho de celebrar o preparar una fiesta se transforma en motivo de preocupación. Pareciera que festejo y ansiedad son compañeros inseparables, sobre todo en los frenéticos días de fin de año que se aproximan.

Algunos se subirán al tren del mercado y el consumo, que ya en octubre disfraza las vidrieras de negocios y centros comerciales con muérdago, nieve y gorros rojos… una particular forma de caracterizar la Navidad en nuestro caluroso diciembre del hemisferio sur. Qué comprar y a quién, cómo quedar bien, emborracharse con promociones y descuentos sin saber bien por qué.

Otros se preocuparán por dónde estar y con quién pasar cada momento, condensando en una crítica semana años de historias, afectos y desencuentros, que ciertamente superan el tiempo que brinda una noche. Habrá quién abra la puerta de su casa al que necesite un lugar, pero también quien se sienta solo y no sepa decirlo.

Y estarán quienes llegarán preocupados por qué comerán. Pero no por una inquietud gourmet, sino porque esa noche —al igual que la anterior, y la que estuvo antes que esa— no tendrán la seguridad de si podrán llevar algo a la mesa. Tampoco si estará esa mesa o donde poder reunirse; sencillamente porque, en esta sociedad, ellos no tienen un lugar.

En muchas parroquias, escuelas, asociaciones y comunidades, la Nochebuena se transforma en una increíble “excusa” de preparar y compartir la mesa de Navidad con aquellos que peor la están pasando; aquellos que, como María y José, están esperando que alguien los deje pasar.

Los ejemplos son muchos y muy cercanos en las obras salesianas: el patio, el salón o la capilla reúnen a las familias para celebrar. ¿Qué tal aprovechar esa noche para “convertirnos en héroes” y demostrar, aunque sea por un día, que podemos ser familia con otros cuando nos reconocemos hermanos para recibir a Jesús?

Por Roberto Monarca
Boletín Salesiano, noviembre 2017

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