Una Maestra de gestos y palabras

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María en el sueño de los 9 años.

María le da a Juanito una clave de interpretación totalmente nueva: los jóvenes a los que tendrá que dedicarse son sus hijos.
Ilustración: Carlos Julio.

Por: Luis Timossi, sdb

ltimossi@donbosco.org.ar

“En aquel momento vi a su lado una mujer”. Don Bosco la nombra así: “una donna”. Al inicio había entrado en escena “un hombre”, ahora se complementa la visión con la aparición de “lo femenino”, la dimensión que Jung denomina “anima”. Así se configura el carisma salesiano con una espléndida armonía entre estas dos dimensiones de todo ser humano, puestas al servicio de la misión por los jóvenes.

Lo primero a notar es que se presenta “a su lado…”. Parecería que ambos trabajan juntos, se suman, se complementan. No es una acotación accidental. Don Bosco narrador cuida todos los detalles para que descubramos una secuencia coherente y luminosa de su mensaje.

Su figura y sus primeras actitudes

También la mujer tiene un aire majestuoso, como había dicho del hombre “venerable, vestido noblemente”, pero lo que más le impacta, es su manto: “vestida con un manto, que resplandecía por todas partes, como si cada uno de sus puntos fuese una estrella brillantísima”. De esta mujer no dice que no le veía el rostro, por tanto, es de suponer, que sí la reconocería

La aclaración del manto resplandeciente en cada uno de sus puntos, como si fuera una estrella brillantísima, retoma el signo de la luminosidad con el que había presentado al hombre. Ambos personajes tienen connotaciones de solemnidad, autoridad y trascendencia.

La primera experiencia mariana de Juanito fue descubrir la mirada de la Virgen.

De Ella, señala: “descubriéndome cada vez más confundido”. Juanito se siente mirado. Percibe la mirada de la mujer sobre él, en su situación de sufrimiento. El “cada vez” da a entender que Ella ya estaba allí durante el diálogo con el hombre, aunque Juanito recién se percata de su presencia. Su primera experiencia mariana fue descubrir la mirada de la Virgen.

“Me hizo señas de que me acercara a Ella”. Además de descubrir al niño angustiado, la Virgen le hace un gesto con la mano para que se aproxime. Le muestra así, claramente, una de las categorías imprescindibles de todo el sistema educativo salesiano: la cercanía

Un gesto más: “me tomó con bondad de la mano y me dijo”. En esta escena del primer encuentro de la mujer y Juanito no existen inicialmente palabras, sino que el vínculo se establece a partir de expresiones gestuales. La Virgen le enseña, de esta manera, este modo tierno de vincularse educativamente.

La primera palabra que le dirige es una orden: “mira”. Ella está explicándole más en detalle, la misión que le había marcado el hombre, y lo que le preocupa, es que Juanito aprenda a mirar. “Mirando, me di cuenta que… dirigí entonces mi mirada…” Juanito obedece y comienza a ver, a darse cuenta. Su mirada, bajo la guía de la maestra, inicia un proceso de reeducación, sobre todo en su enfoque: ver en la dirección que le indica la Virgen, y en su carga emocional: con el afecto que ella comunica.

A su lado para siempre

La Virgen continúa: “lo que en este momento ves que les sucede a estos animales, tú deberás hacerlo por mis hijos”. En la educación de Juanito Bosco la maestra está dibujándole el perfil de cómo deberá realizar su tarea. Le da una clave de interpretación totalmente nueva: los jóvenes a los que se tendrá que dedicar, especialmente si se encuentran en gran peligro, son sus hijos. Juanito, por tanto, deberá trabajar con esta clara percepción: que de todo su trabajo deberá dar cuenta a la madre de esos muchachos: María. 

“Me hizo señas de que me acercara a Ella”, la Virgen le muestra así una de las categorías imprescindibles de todo el sistema educativo salesiano: la cercanía.

Juanito no llega a entender cuanto se le indica, por eso responde: “en aquel momento me eché a llorar y le pedí a él que hablara de modo tal que pudiese comprender”. Vuelve a dirigirse al hombre rogando por más comprensión. “Entonces Ella, me puso la mano sobre la cabeza, diciéndome…” El personaje ya no le responde –le había dado a su madre como maestra–, ahora es Ella quien asume el encargo de su Hijo y se hace responsable de acompañarlo. Se lo da a entender con un nuevo gesto de maternidad: la mano sobre la cabeza, como señal de protección, de bendición. Y con sus últimas palabras le asegura que Ella estará siempre allí sosteniendo su sueño, su misión: “a su tiempo lo comprenderás todo”.

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – OCTUBRE 2024

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