Hambre a la mañana, a la tarde y a la noche

0
1434

En Uganda, miles de niños y niñas refugiados viven sin escuela, sin atención médica y con malnutrición, pero los salesianos no los van a dejar solos.

La Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados reconoció a los misioneros salesianos de Palabek por su proyecto de confección y reparto de mascarillas. Llevan distribuidas 24.000 unidades.

Por Ana Muñoz
Boletín Salesiano de España

Yaya es una joven refugiada en el asentamiento de Palabek, en el norte de Uganda. Vive con su familia, pero el coronavirus ha hecho que en su hogar falte de todo. Un buen día su padre le dijo que ya era mayor y que tenía que contribuir a los gastos familiares. “Sal y encuentra azúcar”, le pidió. Yaya lo entendió sin más explicación: vendería su cuerpo por algo de dinero para su propia supervivencia y la de su familia. Lamentablemente su caso no es excepcional.

Esa es una de las consecuencias del coronavirus en este campo de refugiados. Hace un año se estrenaba el documental Palabek. Refugio de esperanza, que presentaba la difícil realidad que se vive en este asentamiento abierto en 2017, el único que recibe a los miles de refugiados que huyen de la guerra civil en Sudán del Sur. Los salesianos están presentes allí desde principios de 2018.

“Si un refugiado contrae el virus sería un desastre. No hay un lugar para cuarentenas y el sistema de salud es muy débil”, advierte Jeffry, salesiano misionero que vive en el asentamiento.

Hoy las circunstancias son aún más graves. El coronavirus ha obligado a reducir las raciones de comida al menos un 30%. “Muchas personas llaman cada día a nuestra puerta por algo de comida. La mayor preocupación entre las personas que viven en el asentamiento es cómo conseguir comida cada día”, dice el salesiano Ubaldino Andrade, que trabaja con las personas refugiadas. En Palabek hay hambre por la mañana, por la tarde y por la noche.

“El coronavirus nos ha encontrado desprevenidos, como al resto del mundo, pero nos organizamos para apoyar a las personas que peor lo están pasando. Volvemos a ver personas malnutridas, vestidas con harapos”, advierte el padre “Uba”. “Estamos realizando el mismo trabajo que cuando llegamos: comida y ropa. Atender las necesidades básicas”, añade.

¿Esto en realidad está pasando?

En Palabek parece que nadie cree que sea cierto el coronavirus: las personas no llevan mascarillas, el distanciamiento físico es imposible, como si la pandemia no les afectase. Pero las autoridades de Palabek, como en otros campos de refugiados de todo el mundo, temen que el coronavirus se extienda. “Sería un desastre. Si un refugiado contrae el virus no hay un lugar para cuarentenas y el sistema de salud es muy débil, advierte el salesiano Jeffrey, otro de los misioneros.

No obstante “se han realizado campañas de sensibilización entre la población, se ha puesto agua y jabón por todo el campo y se distribuyen mascarillas”, señala Ubaldino. “Pero es muy difícil creer en algo que no ves”, advierte.

Los niños y niñas de Palabek, más de veinticinco mil, tampoco tienen una vida sencilla: viven en condiciones extremas, sin escuela, sin atención médica, con malnutrición. Además, la escasez de alimentos obliga a los padres a salir todas las mañanas a los campos a cultivar o a buscar algo de dinero y los menores se quedan solos, sin supervisión ninguna. 

“Estamos solos. La mayoría de las organizaciones ha salido del asentamiento por miedo al coronavirus”, se lamenta el padre Ubaldino

Esos menores son una de las prioridades para los los misioneros y un grupo de jóvenes animadores. Ellos se han organizado para ir por los diferentes bloques del campo para llevarles materiales educativos y organizar juegos con ellos. “Las autoridades ugandesas hablan de comenzar las clases de manera online, pero aquí en Palabek no hay electricidad. Una vez más las personas refugiadas se quedan atrás”, afirma uno de los misioneros.

“Estamos solos. La mayoría de las organizaciones ha salido del asentamiento por miedo al coronavirus y la cooperación internacional ha dejado de financiar nuestros proyectos. Aún tengo la imagen de cuando todos se fueron. Las personas refugiadas vuelven a estar solas y olvidadas”, se lamenta el padre Ubaldino.

Desde Misiones Salesianas Madrid se ha puesto en marcha una campaña para ayudar a las personas refugiadas de Palabek, pero también a las personas que viven en el campo de Kakuma, en Kenia, de Gumbo, en Sudán del Sur, con los desplazados internos y los migrantes venezolanos en Perú, con los refugiados de Irak o Afganistán en Turquía, o con los refugiados sirios en Líbano No los dejemos solos.

El salesiano Roger Mukadi, un héroe COVID-19

Es el misionero salesiano más joven de Palabek y tiene claro que, ante situaciones drásticas, la respuesta ha de ser drástica también. Desde que estalló la pandemia, su máxima prioridad han sido los niños y los adolescentes. Más de cuatrocientos menores y jóvenes participan en actividades que los mantienen entretenidos y ocupados gracias al esfuerzo de Roger, que sale todas las mañanas a recorrer el asentamiento y a invitar a niños, niñas y jóvenes a las actividades: juegos de mesa, pintar, leer, apoyo escolar. Y también hay propuestas para los mayores: plantar árboles, grabar canciones y vídeos de sensibilización, visitar a menores enfermos, entre otras. A Roger siempre lo verás rodeado de niños y niñas como a una estrella del deporte.

BOLETÍN SALESIANO – NOVIEMBRE 2020

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí