“No podemos pensar a un cristiano sin compromiso social”

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Entrevista al sacerdote Carlos Saracini, provincial de los misioneros pasionistas

Reconocidos en Argentina por su compromiso en la defensa de los Derechos Humanos, los misioneros pasionistas tienen a su cargo la “manzana Santa Cruz”, un conjunto edilicio ubicado en el barrio porteño de San Cristóbal que incluye un colegio, la casa de encuentros Nazarety la parroquia Santa Cruz. Hasta allí se dirigió el Boletín Salesiano para conversar con elreligiososacerdote Carlos Saracini, ha sido párroco de Santa Cruzy provincial de la congregación. Compromiso social, pastoral juvenil y liturgia fueron algunos de los temas abordados en una extensa e interesante charla.

¿Cómo venla participación de los jóvenes en la Iglesia?

Los pasionistas no hablamos más de pastoral juvenil: hablamos de pastoral del encuentro, de poder ser “artesanos del encuentro entre jóvenes y adultos”.Planteamos cuatro dramas existencialesque creemos que atañen a todos los seres humanos. En primer lugar,el drama de la generación joven y la novedad que trae, que se produce en realidad en la vinculación entre la nueva generación y la generación adulta, que ya tiene unos cuantos años tratando de aprender a vivir.
Otro drama que tenemos, en un momento tan injusto como el actual,sonlas distintas clases sociales. Un tercer drama es cómo compartir, cómo ofrecer nuestra espiritualidad a otros que también son peregrinos, porque van caminando con nosotros. Y el cuarto dramaes algo distintivo del cristianismo, que es cómo hacernos hermanos, discípulos/as de Jesús. El discipulado nos iguala..No hay otro sueño más importante que ese. Es el corazón de la experiencia eclesial.

“Jesús rompe la lógica ‘amigo-enemigo’: habla de ‘hermano-hermano”.

¿Ese es el aporte distintivo de la Iglesia en este tiempo?

Para mí, sin dudas, ese es el aporte de hoy: la fraternidad. En un tiempo fue la verdad, después fue la justicia, y ahora es la fraternidad. Está claro que cuando me refiero a la fraternidad también significa verdad y justicia. Cada momento incluye al anterior; no lo olvida, sino que lo profundiza.

¿Y cómo entienden la relación entre Iglesia y compromiso social?

Creo que no se puede pensar a un discípulo de Jesús sin un compromiso social: eso no es Jesús. Hay muchas formas para ir descubriendo la conciencia de que estamos “entretejidos”, que lo que me pasa a mí tiene que ver con lo que le pasa al otro, y que por eso mi aporte es un aporte en lo íntimo, en lo interpersonal, pero también en lo colectivo. Un discípulo de Jesús es una persona que tiene la capacidad para ahondar en la relación con el otroy en el compromiso de transformación social. Tiene capacidad de diálogo, de articular. Nunca tiene que tener una actitud soberbia, ni pararse en una lógica de “amigos y enemigos”. Justamente, Jesús rompe esa lógica: habla de hermanos.

¿Cómo apostar al cambio social sin descuidar la atención urgente a las personas en mayor necesidad?

Nosotros hablamos de dos categorías. Por una parte, entendemos lo profético como el estar muy lúcidos para encarar los cambios estructurales. Por otro lado, pensamos la solidaridad como un“almácigo”, ese lugar donde germinan las semillas: todo lo que no podemos hacer estructuralmente es un almácigo que hace creíble ese cambio estructural.Por ejemplo, si nosotros pensamos en los “banquitos solidarios”, una especie de “microcréditos” que utilizamos en nuestras presencias en Argentina, estamos hablando de un almácigo, donde la gente puede poner su talento y su potencia, que todo ser humano tiene, para volverse un emprendedor. Hace posible una experiencia donde distinta del trabajo. El almácigo no es un cambio estructural, pero hace creíble ir hacia ese cambio, siguiendo el ejemplo de una economía social, más humana, al alcance de todos.

Por Ezequiel Herrero y Santiago Valdemoros•redaccion@boletinsalesiano.com.ar
Boletín Salesiano, septiembre 2017

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