¿Qué queda cuando el agua se va?

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A dos meses de la inundación en Bahía Blanca.

Por Ezequiel Herrero y Valentina Costantino
boletin@donbosco.org.ar

El 7 de marzo, cientos de familias de Bahía Blanca despertaban en sus hogares con una alerta meteorológica. Lo que comenzó como una lluvia se transformó en una catástrofe climática que afectó a familias, amigos y vecinos, quienes respondieron a la urgencia con las herramientas que tenían a su alcance y con la premisa de salvar y cuidar a quienes tenían a su alrededor.

Bahía Blanca no fue solo noticia en los portales de Argentina, sino también en los del mundo. Y junto a los medios de comunicación llegaron donaciones y asistencia de distintos rincones del país. Pasaron dos meses desde aquel día. Con la certeza de que lo peor ya pasó, poco a poco los medios se fueron a perseguir otras noticias, los argentinos tuvieron que atender otras urgencias, mientras la ciudad intenta regresar a una cierta normalidad.

Sin embargo, cuando el agua se va, “las marcas de la inundación en las paredes todo el tiempo te delatan lo que pasó”. Hoy, cuatro familias nos comparten su vivencia y nos invitan a preguntarnos: ¿qué queda cuando el agua se va?

Dios, ¿por qué?

“Estábamos los cuatro en casa. En un momento sentimos un ruido muy fuerte, y por el portón entró como un río con tanta fuerza que tiró la heladera y empezaron a flotar los muebles. Pusimos una mesa en el patio para trepar al techo. Una de nuestras hijas es discapacitada y no puede caminar, entonces entre todos, y en medio de la inundación, tuvimos que cargarla. Junto a nuestra casa hay una obra en construcción, y un ventiluz sin ventanas… nos metimos por ahí. Recién en ese momento sentí que estábamos a salvo, que podía contener a mis hijas.

Cuatro horas después vino el ejército a rescatarnos. Después, las compañeras de nuestra hija nos dieron alojamiento en sus casas, incluso una de ellas nos prestó un departamento donde aún estamos, mientras terminamos de limpiar y arreglar nuestra casa. Otra familia nos prestó un auto para movilizarnos.

Nuestra casa se llenó de amigos y familia para ayudarnos. Por momentos pensás: ‘Dios, ¿por qué?’. Pero a la vez tengo la sensación de que nos sostuvo en el momento preciso, para poder subir al techo, que nos sostuvo desde la solidaridad, desde las personas que se acercaron a ayudar, y que nos acompañan.

Es difícil, nos tenemos que reconstruir y recuperar, pero lo hacemos sabiendo que no estamos solos, que hay una comunidad que nos abraza”.

Patricia Basanisi

“La marcas en las paredes todo el tiempo delatan lo que pasó

“Mi marido se levantó como todos los días a las seis de la mañana y me llamó para decirme que estaba entrando agua. Intentamos sacarla, pero llegó un momento que ya no se podía más. Subió de golpe y en diez minutos ya la teníamos por los tobillos. Levantamos a nuestros hijos y decidimos irnos a lo de mi suegra, porque después no sabíamos si íbamos a poder salir. Tuvimos que dejar la casa, ves todo el esfuerzo hiciste para tener todo y que de golpe se te va.

Después, la gente del barrio se empezó a ayudar mutuamente. Bahía Blanca viene atravesando muchas cosas. Pero se siente la ayuda, nos llamaron del trabajo, nos donaron colchones, nos dieron mercadería para limpiar.

Hoy es recuperar las cosas materiales que hemos perdido. Las marcas de la inundación en las paredes todo el tiempo te delatan lo que pasó. Fue un mal momento, pero por lo menos pudimos estar los cinco juntos. Ahora es volver a empezar, remarla y seguir adelante, de eso se trata siempre”.

Daiana Puente

“Nos ayudamos entre vecinos”

“Vivo a ocho cuadras del puerto, una de las zonas más afectadas. Cuando la lluvia terminó salimos con mi señora y vimos que las calles estaban inundadas de vereda a vereda. De a poco empezó a entrar el agua a la casa, hasta un poco más arriba de la rodilla. Te cuesta reaccionar, pero nos dio tiempo de subir algunas cosas, nuestros hijos nos ayudaban. Teníamos planeado dormir adentro del auto en el garaje, pero también entró agua. Entonces llevamos cosas para arriba del techo y ahí pasamos la noche. Al día siguiente un compañero de trabajo vino con un kayak y se llevó a mis hijos a su casa.

Nos ayudamos mucho entre vecinos. Paraba gente en camionetas y nos decían ‘toma, agua’. Yo no estoy acostumbrado y cuesta aceptar, porque uno labura y se maneja con sus cosas. La ciudad todavía está destruida y todos están intentando de rearmar sus casas. Por un lado es decir ‘estamos todos sanos’. El de arriba me da salud y laburo. Te vas encaminando, pero tenés que poner voluntad y fe, y darle para adelante”.

Alejandro Rey

«Todavía no volví a mi casa»

“A las ocho de la mañana entró agua en la casa. Levantamos a los nenes, y subimos algunas pertenencias. Las camas empezaron a flotar. Pensamos que iba a parar, pero el agua seguía subiendo, llegando a un metro de altura. Un auto de gendarmería nos pasó a buscar, y cruzamos al edificio de enfrente donde nos atendieron unos vecinos. Hoy todavía no volví a mi casa, estoy en lo de mi hermano.

Se nota un sentimiento de tristeza en la ciudad, pero se está reconstruyendo de a poco. Se volvió al ritmo, a veces en piloto automático, pero en paralelo hay una realidad que tengo que ir resolviendo. Fue impresionante la cantidad de gente que nos ayudó.

Las comunidades se pusieron todo al hombro, colaboraban con todo lo que podían. Nos sostuvo nuestro tejido social: amigos, familia, compañeros de trabajo… Siento a Dios como la fortaleza interior, como alguien que nos acompaña a actuar en estos momentos. No lo hago responsable de lo que pasó”.

Analía Carrio

BOLETÍN SALESIANO DE ARGENTINA – MAYO 2025

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