Vínculos, educación y familia en tiempos de aislamiento. Entrevista con la psicopedagoga Liliana Gonzalez.
Por Ezequiel Herrero y Santiago Valdemoros
Mariana es docente de nivel primario. Desde hace semanas pasa horas frente a la computadora trabajando. A Lucía, una de sus alumnas, le pasa algo parecido. Pero esa no es la única coincidencia: ni Mariana, ni Lucía, ni la familia de Lucía están conformes con lo que sucede.
Para la psicopedagoga Liliana Gonzalez, en algún punto está bien que eso ocurra: “Si el aula en casa es lo mismo que el aula en la escuela, entonces la escuela no tendría sentido. Y eso es lo último que tenemos que pensar. El lugar para aprender es el aula, en casa se hace lo que se puede”
Nacida en Córdoba, de larga y reconocida trayectoria, González es autora de numerosos libros sobre familia y educación, y columnista de distintos medios nacionales. En esta entrevista invita a reflexionar sobre la nueva realidad educativa y de convivencia que instaló la pandemia.
¿Qué análisis realiza del vínculo entre padres e hijos en este contexto?
Esta situación nos encontró con lo puesto. Los padres que hoy están diciendo “presente” son papás que ya tenían un buen vínculo con sus hijos antes del aislamiento. Pero también hay padres ausentes, y eso ahora se va a notar mucho más.
Hoy se pone a prueba cuál es el vínculo que he construido con mi hijo. La presencia es más que el cuerpo físico: es el alma, el deseo, la pasión. En estos momentos aparece lo mejor y lo peor de cada uno de nosotros. No se puede generalizar, porque cada papá hace lo que puede; algunos no pueden y algunos pueden mucho más de lo que creían y están diciendo “estoy disfrutando de mis hijos”, “los estoy conociendo” y otros dicen “¿cómo hacen los maestros con treinta si yo no puedo con dos?”. De esta pandemia también va a salir una revalorización del rol docente.
¿Cómo hace un padre para ser esa referencia para los hijos con tanta competencia? Youtoubers, instagramers, influencers…
Sería terrible que los referentes sean ellos. Porque unos están para divertir y los padres están para transmitir cultura y valores. La única forma de hacerlo es con el ejemplo. No con el “sermón” ni con el “dedito acusador”.
Los chicos están mirando cómo los papás van transitando esta pandemia, si con desesperación o con esperanza. Y cada familia será un mundo, porque una cosa es trabajar desde casa y cobrar a fin de mes, tener que salir a trabajar o quedarse sin trabajo. Pero si bien esto es algo inédito, la certeza es que los chicos viven las situaciones traumatizantes de la forma en que las viven sus padres. A lo mejor hay dos familias que sufrieron un robo. Y hay una que no sale nunca más de ese hecho, y otra que a los seis meses recuperó la vida normal, sin miedo. Depende cómo lo vivan los adultos.
Entonces me parece que está bueno “volver a mirarnos” como padres: qué palabras decimos, qué ejemplos damos, cómo usamos la tecnología, cómo aprovechamos el tiempo libre, qué estamos haciendo con la comida…
Si los youtubers y los influencers nos “ganan” es porque nosotros desaparecemos como padres y los dejamos en manos de todo eso. No digo que haya que prohibirlos, pero sí equilibrar, despertar el espíritu crítico y acompañar.
“Los chicos viven las situaciones traumatizantes de la forma en que las viven sus padres. Están mirando cómo transitamos esta pandemia, si con desesperación o con esperanza”
Desde hace 20 años que les pregunto en distintos talleres a los adolescentes qué le pedirían al mundo de los adultos. Y la palabra que más aparece es “coherencia”. La relación entre el decir y el hacer. Vos no lo podés decir a tu hijo “no fumes” si vos fumás, no le podés decir “no tomes” si vos tomás. Los chicos son muy sensibles a esas cosas. Te dicen: “Mamá, vos no sos ejemplo de nada”. Y eso es muy doloroso, porque ahí “caíste” como adulto educador. A los docentes les pasa lo mismo. Si un profesor prohíbe el uso del celular en el aula, y aprovecha cuando los chicos están escribiendo para mandar un WhatsApp, no es coherente.
¿Cómo percibe el rol docente en medio de aislamiento, clases virtuales y trabajos en casa?
La autoridad del maestro se la tuvimos que trasladar a los padres. Por eso es importante que las familias le expliquen a los chicos que las tareas las está mandando la maestra, y que aunque no las vea, las maestras están trabajando para dar esas clases y están esperando que hagan lo que envían.
Y para los docentes creo que lo más importante es cuidar el vínculo transferencial, ese lazo emocional y amoroso con los chicos. Por eso es importante que la maestra le diga a cada uno que lo extraña, que ya van a volver a estar juntos, que no se preocupe por lo que no entiende. Hay que relativizar la cuestión de los contenidos, si no seguimos en una pedagogía utilitaria donde a los chicos hay que “llenarles la cabeza”.
“Es importante es cuidar el lazo emocional y amoroso de los docentes con los chicos. Y relativizar la cuestión de los contenidos”
¿Qué están perdiendo los chicos en este tiempo sin escuela, sin plaza, sin club…?
A los chicos no sólo se les ha caído el aula, se les ha caído la posibilidad de jugar con otros. Están perdiendo la mirada, los gestos, el vínculo amoroso, los cuentos, el trabajo con sus compañeros. Cuando un chico juega con otros aprende a ganar y a perder, limita su violencia porque si no se queda sin amigos: ese aprendizaje en soledad y aislamiento no se da.
Está comprobado que los chicos aprenden más con la interacción grupal. Por algo se habla del trabajo cooperativo, de sentarse en ronda para que se miren, para que valoren la diversidad, para que construyan socialmente un contenido. Y todo eso la familia, sola, no se lo puede proveer. Y la tecnología tampoco. Pero también es importante señalar que son tres o cuatro meses en catorce años de trayectoria escolar. No hay que dramatizar, eso no le hace bien a nadie.
¿Qué le gustaría que sea distinto cuando termine la cuarentena?
Yo creo que nos estamos conociendo de nuevo, estamos viendo quiénes son los verdaderos amigos. Algunos están disfrutando: han vuelto ciertos rituales de encuentro, se está jugando más, se está hablando más. Los chicos están ganando y aprendiendo también: sobre la salud y la enfermedad, a cuidarse y a cuidar a otros. Hermanitos que antes peleaban todo el día ahora juegan juntos. Por supuesto, habrá familias donde para el niño la escuela era el único lugar saludable. Porque en casa hay una persona violenta, o hay hambre o hay hacinamiento. No se si ellos están ganando algo.
“Que un niño diga que está triste porque extraña a sus amigos está bueno. Tenemos que sostener esos vínculos para que no lo sientan como una pérdida: los van a recuperar”.
Pero se está aprendiendo a valorar los vínculos: que un nene o una nena diga que está triste porque extraña a sus amigos está bueno. Nosotros, como adultos, tenemos que ir sosteniendo esos vínculos para que no los sientan como una pérdida: los van a recuperar. Espero y deseo que esta crisis sirva para revisar cómo actúa cada uno, cómo somos y sobre todo cómo estamos para los otros.
“Un bebé no necesita pantallas”
La exposición de los niños a la tecnología es tema de debate. Pero las pantallas, videos y juegos virtuales son a veces el único entretenimiento disponible en los hogares. Frente a esta situación, González brinda algunas sugerencias:
“Los criterios son de la Organización Mundial de la Salud: hasta los dos años, cero pantallas. Y lo quieren extender hasta los tres. Es demasiado estímulo para la corteza cerebral de un bebé, que está absolutamente inmadura. Produce irritabilidad, baja tolerancia a la frustración, atención dispersa.
Además hay que esperar a que aparezca el lenguaje. Hoy hay muchos chicos con retrasos en la aparición del lenguaje, hablando tarde y mal. Un niño habla porque es hablado, no es un problema de almanaque. Si en vez de hablarles o contarles un cuento, les ponemos un celular para que mire algo, la aparición del lenguaje se atrasa.
Un bebé no necesita pantallas. Hay que borrar el concepto de “nativos digitales”: los chicos nacen como siempre y necesitan alguien que aplauda cada vez que comen la papilla, no un video de YouTube que no va a saber si el chico come, y no puede decirle nada personal ni subjetivo.
Después de esta etapa, dos horas por día es lo recomendable, y nunca antes de dormir. La melatotina es la hormona del sueño, que se segrega cuando cae el sol. Si el niño sigue con las pantallas por la noche, es como si tuviera el sol enfrente: no hay melatonina en sangre, por lo tanto demora dos horas en dormirse. No hablo de “no tener sueño”, sino del sueño profundo y reparador que hace que un niño pueda ir tranquilo a la escuela, con un cerebro disponible para aprender.
De todas maneras, durante este tiempo hay que relajarse un poco. Pero sí proponerse, luego de la pandemia, que los chicos hagan deporte y actividad física. La buena noticia es que muchos ya están cansados de las pantallas, porque tienen tres o cuatro horas por día haciendo tareas. Entonces cuando terminan, apagan porque quieren otra cosa”.
En la sala de espera de un consultorio, una madre le da el pecho a su bebé mientras chatea por celular con sus amigas. El bebé busca la mirada de su mamá y no la encuentra. Esa escena inspiró el título del último libro de Liliana, Volver a mirarnos, escrito junto a su hija. Y le da nombre una charla TEDx que en YouTube tiene más de trescientas mil reproducciones: youtu.be/NrElYgJzwqY
Podés conocer más sobre la autora en www.lilianagonzalez.com.
BOLETIN SALESIANO – MAYO 2020