Con motivo de los cien años del estallido de la Primera Guerra Mundial, el papa Francisco rezó el sábado 13 de septiembre a solas en un cementerio cerca de Trieste, en el noreste de Italia. Allí están enterrados más de catorce mil soldados austrohúngaros caídos en la Gran Guerra. También dejó un ramo de flores a los pies del monumento que los recuerda. Después, celebró misa en el cementerio militar de Redipuglia, donde descansan unos cien mil soldados italianos fallecidos durante ese conflicto bélico. Al final de la misa, Francisco rezó por los caídos y las víctimas de todas las guerras. El titular de los diarios resaltó una de sus expresiones: “ya estamos en la tercera guerra mundial, sólo que por partes… ”.
Muchas personas, creyentes o no, en distintos puntos de la tierra, nos sumamos al clamor del Papa y rezamos por la paz. Pero a esa oración podemos sumarle otro ingrediente aún.
Así como la caridad comienza por casa, la paz también. Esa paz por la que rezamos, la que pedimos para tantos hermanos de países lejanos, no es algo ajeno a nosotros. No es que no podamos hacer absolutamente nada por la paz de ellos… ¡Sí que podemos!
Existe un terrorismo que destruye edificios y mutila cuerpos humanos, y al verlo en la pantalla es algo que nos desgarra. Pero —y disculpen si suena exagerado—, ¿no tenemos también nosotros, a veces, actitudes o gestos un tanto “terroristas”? ¿No vamos por la vida metiendo miedo o haciendo sentir nuestro poder?
Francisco, y también nosotros, criticamos la carrera armamentista. Sabemos que la guerra puede tener razones si se quiere nacionalistas, pero se sostiene porque es un negocio, porque hay quien lucra con la venta de armas. ¿No estaremos también nosotros formando parte de la “carrera armamentista”? ¿no seremos nosotros parte de ese grupo que profundiza aún más el conflicto, echando leña al fuego, agrandando distancias en lugar de achicarlas, generando maltrato en lugar de respeto?
Francisco describió a la industria de las armas y a los agentes de ciertos intereses políticos y económicos tildándolos de “planificadores del terror” y “organizadores del desencuentro”.
Recemos por la paz en Oriente Medio, en Ucrania, en las dos Coreas, en Moldavia… y construyamos la paz en casa, en el cole, en el trabajo, en el MJS, en la fundación, en la comunidad.
Por Ángel Amaya, sdb