Mantener lo esencial

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¿Qué queda aferrado cuando todo se frena?

Por Roberto Monarca
redaccion@boletinsalesiano.com.ar

El girar cotidiano y vertiginoso de preocupaciones, acumulación, búsqueda de ganancias, agendas llenas, explotación de la tierra: todo fue detenido abruptamente por un pequeñísimo organismo.

Como si la “calesita” de la vida se hubiera frenado de golpe, lo que estaba suelto o era un agregado queda desparramado, y se mantiene firme lo que es sólido, fundamental —“esencial”, como algunas tareas— y estaba más arraigado…

El cambio y la dificultad no son novedad

A Don Bosco también le tocó vivir tiempos turbulentos. A su nacimiento en 1815 cae Napoleón, y las antiguas monarquías buscan retomar el poder. Luego de grandes revoluciones y luchas surgen nuevos gobiernos, donde el poder del rey es limitado y los “ciudadanos” ocupan otro lugar.

Distintas guerras de independencia y unidad dan origen al Reino de Italia, en un período que dura hasta alrededor de 1870. Cincuenta años transcurridos entre hambrunas, revolución industrial, momentos donde el Papa tiene que huir de Roma, otros donde la Iglesia es vista como enemiga. 

Cuando le preguntaron cuál era su método, Don Bosco respondió: “He ido adelante según me lo inspiraba el Señor y las circunstancias lo exigían”.

Grandes cambios sin duda, y sin saber muchas veces cómo actuar, al punto que cuando le preguntaron hacia el final de sus días cuál era su método, Don Bosco respondió: “No lo sé… siempre he ido adelante según me lo inspiraba el Señor y las circunstancias lo exigían”.

Tantos “no”… y, ¿qué “sí”?

También nosotros, muchas veces sin saber cómo actuar —“¿barbijo sí o barbijo no?”, “¿cuánto tiempo dura el virus arriba de un pasamanos?”—, seguimos adelante, con algunas certezas que se mantienen firmes y nos ayudan a afrontar esta situación. Muchas de ellas son ya conocidas, pero tal vez el vértigo de nuestras existencias había hecho que pasaran a un segundo plano.

Una de ellas es que estamos todos en el mismo barco. No somos islas, autosuficientes, sino seres en relación. Sujetos, no cosas. Vivimos conectados, relacionados, y en esta red nos vamos construyendo como personas.

Tantos “no” nos desafían a un “sí” grande: reconocernos y aceptarnos como somos. Valorar lo mejor de nosotros mismos.

Hay elementos que son fundamentales, y otros que son accesorios. Tantos “no” nos desafían a un “sí” grande: reconocernos y aceptarnos como somos. Valorar lo mejor de nosotros mismos: con esta estatura, este color de pelo, con esta forma de ser y de estar en el mundo, con estas aptitudes y esta historia. Sin resignarse, pero reconociendo los propios límites y potencialidades, y poniéndolas en juego. Como comentaba alguien: “Nunca me gustó la tecnología, pero si quiero estar en contacto con quienes quiero, debo aprender”. 

“Pongamos toda nuestra confianza en Dios y sigamos adelante sin temor”, escribirá Don Bosco en 1881, en medio de serias tensiones con el arzobispo de Turín y con el gobierno italiano.

“Nadie se salva solo”

Y si estamos relacionados, dependemos del otro. “Nadie se salva solo”, mencionó el papa Francisco. La salud de cada uno de nosotros depende de la salud del otro. Porque como humanidad, somos unidad. En otras palabras, es darnos cuenta que realmente somos solidarios. No porque lo decidimos, sino porque somos así. “Solidaridad” proviene de la palabra latina soliditas, que hace referencia a una realidad entera y unida, constituida a partir de elementos diversos. 

Si la salud de cada uno depende de la salud de todos, el cuidado será otra actitud esencial. Cuidarnos y cuidar.

Se lo recordará Don Bosco a los primeros misioneros que vinieron a Argentina, en 1875: “Quiéranse mucho… aconséjense… el bien de uno, sea el bien de todos… las penas y los sufrimientos de alguno sean consideradas como penas y sufrimientos de todos… y cada uno trate de alejarlas… o al menos mitigarlas…”.

Si la salud de cada uno depende de la salud de todos, el cuidado será otra actitud esencial. Cuidar y cuidarnos. Con especial atención a aquellos más débiles, porque necesitan más cuidado. Cuidar nuestra casa, el barrio, la ciudad, el medioambiente. Será otra de las recomendaciones de Don Bosco a esos primeros misioneros: “Cuiden a los enfermos, a los niños, a los viejos y a los pobres, y obtendrán la bendición de Dios y la benevolencia de las personas”.

Sumamos o restamos

Si estamos todos juntos, entonces nuestras acciones suman o restan. No son indiferentes. En pequeña escala, lo refrescamos en estos días en que estamos obligados a convivir en nuestras casas. Las acciones en apariencia más sencillas ayudan o nos tiran para abajo.

Desde lavar los platos hasta pensar que si me compro todo el papel higiénico o no uso barbijo, perjudico a otros. Hasta llegar, si puedo, a tratar de hacer algo por quienes más necesitan, armando ollas populares, comprando provisiones para la gente mayor, dando una mano a quienes están en hospitales y geriátricos. Todo suma. Y lo que no suma, resta. Don Bosco se los dirá a los primeros salesianos: “Nunca dejemos escapar la ocasión de hacer el bien”.

Don Bosco se los dirá a los primeros salesianos: “Nunca dejemos escapar la ocasión de hacer el bien”.

Son nuestras reacciones como personas y como sociedad ante lo que nos toca vivir las que evidencian nuestras prioridades. Nos debe quedar en claro que el Estado somos nosotros, y que las ayudas del Estado son, en el fondo, la propia sociedad ayudándose. Y sus ausencias, los lugares y situaciones que como sociedad, por acción u omisión, decidimos no atender.

¿Dónde está tu tesoro?

Hemos aprendido también que, si bien los templos son lugares especiales para el encuentro con Dios, no son los únicos. “Se cerraron las iglesias…” y a la vez nos recordamos que somos Iglesia en cada casa, y que el encuentro con Dios no es algo que ocurre en un edificio, sino ante todo una actitud vital. Algo que Don Bosco recordará en más de una ocasión: “La oración es como el agua para el pez y el aire para el pájaro”.

“Donde está tu tesoro, está tu corazón”, dice Jesús en el evangelio de Mateo. Y aquello que añoremos realizar, porque no es posible hacerlo en este tiempo de aislamiento, seguramente puede darnos una pauta de cuáles son “nuestros tesoros”. ¿Nos animamos a responder esta pregunta? Para Don Bosco, la respuesta sería inmediata: “Da mihi animas, caetera tolle”. “Dame almas y llévate lo demás”: lo importante son las personas.

Aceptar, cuidar, reaccionar, ser parte: cuando volvamos a la “normalidad”, esperemos que no sea a “lo de antes”, sino “lo de ahora”, porque habremos tomado más conciencia de la necesidad de centrarnos en lo esencial, a reconocemos limitados y no omnipotentes, necesitados de todos y con grandes posibilidades, y a encontrar a Dios en nuestra cotidianeidad. 

Y como propone Don Bosco, a ser “buenos cristianos y honestos ciudadanos”, con una sensibilidad social y política que se nutre del Evangelio para ayudar a crear una sociedad más humana, para ser felices “aquí y en la eternidad”.

BOLETIN SALESIANO – JULIO 2020

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