Fabián es pastoralista en uno de los secundarios de la obra salesiana San José, de Rosario. Con la esperanza de que sea más lo que pasó que lo que falta para volver a encontrarnos, nos comparte este texto.
Añoranzas de patio embaldosado de nostalgias
de esas que se cuelan por la rendija del recuerdo
en una tarde de otoño que mira hacia la nada.
Contemplar la escena fija de esa baldía calma
cuanto menos da escalofríos, duda, perplejidad.
Como si el tiempo mismo se hubiera marchado del lugar.
Porque en el reino de las voces, las risas y los ritos
ahora rebota dislocado el eco del silencio. Y aturde.
Porque impide también escuchar los gritos.
¿Qué ha cambiado en ese patio? ¿Qué ha ocurrido?
¿Acaso no es el mismo de siempre? ¿Por qué todo
sigue igual y no obstante, desmesuradamente distinto?
¿Será el otoño que a fuerza de invierno, quiso arbitrariamente
clausurar la primavera? ¿O tal vez la sombría postal de un
escenario que reclama el retorno de sus protagonistas?
Se siente tan extraño. Se extraña tanto lo que se siente.
Como si a la inconfundible belleza del mismo paisaje de
siempre, le hubieran de repente, robado su encanto.
Sin embargo, no todo es pesar y melancolía. Y es bueno
que así sea: la certidumbre de la fe alumbra la espera.
La primavera al patio, de nuevo, tarde o temprano llega.
Además, dicen que por las mañanas, bien temprano
suele andar una Señora, de aspecto majestuoso
y sencillo, al parecer oriunda de Valdocco.
La ven paseándose, alegre, barriendo el patio…
Signo y anuncio de que falta poco.
Fabián Ledesma