Empeñados en soñar

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Cincuenta años del Movimiento Mallinista

Cincuenta años atrás, como iniciativa del salesiano Aldo Pérez, nacía en el colegio Don Bosco de la ciudad de Eugenio Bustos, Mendoza, una experiencia pastoral para adolescentes, que tiempo después fue bautizada con el nombre de “Mallín”. Como todos los grupos del Movimiento Juvenil Salesiano, tiene su propia historia y su razón de ser, que le otorgan una identidad y le permiten ser una propuesta diferente para los chicos y jóvenes de las obras salesianas.

Valorar lo propio

Una guerra de piedras entre adolescentes hizo que el padre Aldo sintiera la necesidad de acercarse a un grupo de muchachos para escucharlos y acompañarlos, identificándolos entre lo masivo, sacándolos del “montón”. Así surgió la posibilidad de realizar un “curso de relaciones humanas”, que aquel 28 de septiembre de 1967 fue nombrado, por primera vez, como “orientaciones juveniles bajo el lema ‘Estilo y Distinción’”.

Este primer encuentro tuvo lugar en el “refugio del Mallín”, ubicado al pie de la Cordillera de los Andes, en la provincia de Mendoza. “Mallín” es un término geográfico de origen mapuche y refiere a ciertas zonas de tierras bajas y húmedas, producto de afluentes que no soportan estar bajo la tierra, por lo que la quiebran y derraman sus aguas sobre los terrenos montañosos haciendo crecer una vegetación distinta a la que le rodea.

En el deseo por educar a estos jóvenes en el valor de la propia personalidad —es decir, de su “distinción”—, se fue abriendo camino una propuesta transformadora. Una experiencia de Dios que, vivida con otros, les brindó a esos primeros participantes la posibilidad de “compartirse”, de “darse” a los demás con autenticidad. Así surgieron los tres ideales de Mallín: “Dios, Darse y Distinción”. ¡Fue una verdadera experiencia multiplicadora!

Agua entre las piedras

Tiempo después, en noviembre de ese mismo año, volvió a realizarse la actividad para otros adolescentes del secundario, pues el testimonio de los primeros ya había provocado curiosidad, deseo y ganas en otros compañeros. Es en ese momento cuando, al no poder volver al mismo refugio donde se había realizado el primer encuentro, la propuesta toma el nombre de “mallín”, como referencia a ese lugar presente en zonas áridas donde el agua, con su potente fuerza, es capaz de brotar y dar vida entre las piedras.

Mallín surgió como una propuesta de encuentro de cuatro días, conocida como “Mallín Estilo”, donde el encuentro con uno mismo, con los demás y con Dios fueron las claves fundamentales para descubrir que esta iniciativa no podía acotarse solo a ese evento, sino que despertaba en los adolescentes la necesidad de saberse acompañados en la búsqueda de sentido.

De este modo, la propuesta se volvió sistemática. Paulatinamente, se desplegó un movimiento a nivel nacional, que fue invitando a otros a sumarse, siendo la experiencia comunitaria y el acompañamiento personal sus dos pilares. Se organizó por etapas —Semillita, Alegría, Amistad, Estilo, Testimonio, Caná y Vida— según edades y procesos vitales, con la asesoría de consagrados y la participación de jóvenes laicos en la animación de las comunidades.

Hoy quiere ser una propuesta de un discipulado de camino que acompañe y ayude a discernir de manera comunitaria las preguntas vitales presentes en la adolescencia, cercanos a un Jesús del que hacer experiencia a través del acompañamiento mutuo.

Actualizados para seguir acompañando

A través de los años, el Movimiento fue expresándose de distintos modos en las diferentes regiones del país. Hoy hay veinticinco centros activos y dos en formación en el territorio de la inspectoría Argentina Norte, presentes en obras salesianas, jesuitas y parroquias diocesanas; y diez en la inspectoría salesiana Argentina Sur. Cada uno de los centros propone encuentros comunitarios divididos por etapas donde los adolescentes y jóvenes se reúnen para reflexionar, compartir y celebrar juntos su experiencia de vida y de fe.

En 2008 se inició un proceso de planificación a nivel nacional que permitió pensar nuevos horizontes y líneas de organización que se adapten a la realidad actual. Como toda iniciativa nacional, existen diferencias que responden a los contextos socioculturales de cada zona y a las búsquedas que se van despertando para acompañar a los jóvenes según cada tiempo histórico, entendiendo que la crisis adolescente y el conflicto generacional —los “llantos” originales por los que se preocupó el padre Aldo—, varían según los procesos sociales.

El Movimiento Mallinista continúa andando y buscando, más allá de las diferencias, porque existe un gran acuerdo: ser compañeros de camino entre adultos y adolescentes, entendiendo que la experiencia de fe solo es posible en comunidad. Y es esa comunidad la que acompaña en sintonía con el sueño del Reino de Dios: este es el gran “estilo” de Mallín.

Por Rocío Manceñido y Rocío Sampaolesi • redaccion@boletinsalesiano.com.ar
Boletín Salesiano, agosto 2017

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